jueves, 15 de octubre de 2020

Los Vidajenas

      Nuestro cómico nacional, José Mota, en uno de sus personajes, llamado “La vieja del visillo” caricaturiza una forma de ser y comportarse muy conocida por todos: la del cotilleo. Ya sabéis, esa gente que parece que tiene que saberlo todo de todo el mundo, y además tiene que hablar de ello con todo el que se cruza. Y así ha sucedido que, se usa ese personaje para renombrar a esas personas que, durante todos estos años hemos conocido con otras denominaciones como “Cotilla”, “Maruja”, “Portera” o “Radio patio/macuto”. Sin embargo, mucho más descriptivo se me antoja el término que se utiliza en Panamá; menos dados a sutilezas, ellos usan “Vidajena”

     Y, en efecto, es así como parecen comportarse esas personas: metiéndose en la vida de los demás, les importe o no, y conversándolo con otras personas a las que, con toda seguridad, tampoco sea algo de vital importancia para ellas. Y todo eso ¿para qué? ¿Para darse una importancia que no tienen o no son capaces de conseguir por otros medios? De pequeños nos decían mucho la cita “El conocimiento es poder”, pero ese tipo de conocimiento, que, esta gente puede creer que le otorga un poder sobre otras personas, se me antoja una perversión de la cita bastante poco agradable. Y es que, además, una de las actitudes de estas personas “vidajenas” es la de jactarse de que saben algo que los demás no, y además lo saben antes que nadie; y se creen con derecho a ir pregonándolo por todos los rincones, sin pararse a pensar en el daño que le pueden hacer a la persona afectada.

     Y vuelvo a preguntar: ¿Para qué? ¿Para sentirse importantes? ¿Para crearse un status al que son incapaces de acceder por otros méritos más constructivos? Me vais a perdonar si mis palabras ofenden, pero no lo veo bien; y lo considero una de las formas más cobardes de hacerle daño a la gente, pues, por lo general, todas esas habladurías sobre otras personas, se hacen a espaldas de las mismas, sin darles ocasión a verificar lo que se dice de ellas. Más aún, observo que este tipo de actitud es un tremendo y dañino cáncer que se extiende por más sitios de los que nos gustaría: los trabajos, el vecindario, e incluso las comunidades parroquiales.

     “Josele, ¡Exageras!” me diréis más de uno. ¿Seguro? ¿Qué tal si hacemos un poco de examen de conciencia, y repasamos si realmente alguna vez no hemos participado de dichas conversaciones? ¿Cómo ha llegado a nosotros información concerniente a determinadas personas sin que las propias interesadas nos lo hayan dicho?

     Mirad si la cosa es seria, que incluso nuestro Papa Francisco se ha pronunciado sobre el tema en más de una ocasión. Esto es lo que dijo en 2013: Eviten los "cotilleos", pues estos sólo dañan la calidad de las personas, del trabajo y el ambiente. Os pido ejercer la objeción de conciencia para que nos opongamos a practicar una ley no escrita de nuestros ambientes, que por desgracia es la de los cotilleos. En este caso, se dirigía a los sacerdotes; pero mirad lo que ha dicho más recientemente, en concreto, en Septiembre de este mismo año: Por favor, hermanos y hermanas, hagamos un esfuerzo por no cotillear y hablar por la espalda. El cotilleo es una plaga peor que la COVID-19. El diablo es el mayor chismoso. Siempre está diciendo cosas malas de los demás. Es el mentiroso que intenta dividir a la Iglesia. Si algo sale mal, ofrece silencio y oración por el hermano o la hermana que se equivoca, pero nunca chismorrees.

     Ahora nos toca a todos y cada uno de nosotros reflexionar, y tratar de evitar este tipo de actuaciones, que no hacen ningún bien a nuestros hermanos; sepamos ser discretos, y tratemos de ser menos “Vidajenas”. Y cuando veamos que estamos cayendo en ello, recordemos otro dicho que se está popularizando mucho: “Lo que dice Juan de Santiago, dice más de Juan que de Santiago”