jueves, 22 de septiembre de 2011

Benedicto XVI, ante su polémica visita a Alemania: 'La pederastia es un crimen'

Esta noticia me llena de esperanza. Parece que por fín hablan claro sobre el tema. Quiero creer que por fin se va a hacer algo contra esa gente que ensucia el nombre de todos los creyentes. Estoy harto de que por ser cristiano, me echen en cara lo que hacen otros cristianos, y generalicen y digan que si yo los defiendo...

    Reproduzco línea por línea la noticia.


ALEMANIA | Malestar en los germanos por el escándalo de abusos

Benedicto XVI, ante su polémica visita a Alemania: 'La pederastia es un crimen'

La bandera del Vaticano ondea ante el Reichstag, donde hablará el Papa. | Efe |
La bandera del Vaticano ondea ante el Reichstag, donde hablará el Papa. | Efe |
  • El Papa comienza este jueves una visita de cuatro días a Alemania
  • Varios parlamentarios se han quejado y habrá protestas callejeras
El evangelista Marcos (6, 1-6) relata los murmullos y las protestas que ocasionó la vuelta de Jesús a su patria y las palabras con las que éste constató que "no desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa".
De la misma manera llega de vuelta a su país Benedicto XVI entre murmullos de parlamentarios que se resisten a prestar oídos a lo que pueda decir en su intervención ante el Bundestag alemán yprotestas callejeras mucho más ruidosas que encuentran gran eco en los medios de comunicación.
"Es lógico que las personas puedan sentirse escandalizadas", ha dicho esta mañana Su Santidad en el avión que le llevaba a tierras germanas. El Papa confesó que entiende las protestas en la República Federaly quiso dejar claro que la pederastia es "un crimen".
El viaje que el Papa comienza este jueves en Alemania, hasta el domingo, será una visita clave y en un momento tremendamente difícil. Hace falta tener valor para presentarse en Berlín tras el escándalo de abusos a menores que ha afectado a numerosos colegios y seminarios católicos, al igual que a centros educativos de otras orientaciones. PeroSu Santidad ha querido dar la cara y ha plagado su agenda de encuentros populares que traen de cabeza a los servicios de seguridad.

'No es un show'

En un mensaje que la televisión pública alemana emitió el pasado domingo, Benedicto XVI advirtió: "No es un viaje de turismo religioso, ni mucho menos un 'show'. De lo que se trata es del lema de estos días: 'Donde está Dios está el futuro'. Se trata de conseguir que Dios vuelva a nuestro punto de vista, del que está ausente".
En ese mismo mensaje, el Papa encauzó las grandes expectativas ecuménicas que se ha creado debido a que se encontrará con representantes de todas las grandes religiones y muy especialmente con la dirección de la Iglesia Evangélica. Se espera una aproximación histórica entre las dos iglesias hermanas y unpronunciamiento del Papa sobre la figura de Martín Lutero que tendrá, sin duda, consecuencias teológicas.

Alejándose de los titulares

Pero Benedicto XVI parece poner el foco en la importancia de la oración y el encuentro, más que en los brillantes titulares. "No hay que esperar eventos sensacionales. El verdadero ecumenismo consiste en pensar juntos y rezar juntos, para así estar íntimamente cerca", ha dicho sobre el encuentro del viernes en el Monasterio Augustino en Erfurt, donde vivió Lutero en un tiempo en que todavía era una iglesia católica.
Dos tercios de la población alemana se reparten más o menos por la mitad entre las iglesias Católica y Evangélica. En 2010, el número de católicos disminuyó en unos 250.000 hasta llegar a los 24,6 millones. Conocedor de este estado de fragilidad y del descreimiento que se impone en la sociedad alemana, el Papa ha declarado: "Quizá al llegar me pregunten, ¿pero es que Dios existe? Y si existe, ¿se ocupa de nosotros? ¿podemos comunicarnos con él? Es verdad que no podemos tocarlo como un utensilio o tomarlo en la mano como cualquier objeto". A continuación, ha concretado su meta personal en este viaje: "Debemos redescubrir nuestra capacidad de percibir a Dios".

lunes, 19 de septiembre de 2011

Otra más...

    "Otra más" Le pido al camarero al ver el vaso vacío de nuevo. He perdido la cuenta de cuantos vasos he vaciado hoy; y probablemente, habré perdido el habla y la noción del tiempo cuando el camarero decida que ya he bebido suficiente. Suficiente para él y para engordar su bolsillo, demasiado para mi salud física, mental y emocional; y sin embargo, pido otra más, como si esto fuera la solución a todos mis problemas; y apuro los vasos como se apuran las horas del día mientras pido otra más.

      Increíble prodigio es este; el de un líquido frío al tacto, que sin embargo, tiene la facultad de abrasarme la garganta, y llenarme de un calor que hace tiempo que no siento. No me sorprende que en las películas del Oeste, los indios lo llamen "Agua de fuego", pues es un nombre que lo describe increíblemente bien. Tiene la textura y el color del agua, pero el poder de abrasar las gargantas, los cuerpos, y las mentes; el cruel y maldito licor, y a la vez, deseado y ansiado; y no dejo de introducirlo en mí.

   ¿Y qué busco al beber? Depende de a quién le preguntes; hay quien bebe para olvidar algo; ya sea que su vida es desagradable, o un dolor que no se puede quitar de encima. Hay quien lo hace para divertirse; no le gusta el cine, ni el teatro, y son demasiado tímidos para relacionarse, y este pequeño milagro líquido que nos hace más majos y simpáticos hace su aparición. También hay quien está enganchado simplemente, y es incapaz de dejarlo.
    Pero me preguntas a mí en concreto, y justo es que te responda, mientras los vapores etílicos aún me dejan expresarme con un mínimo de lucidez, y de forma inteligible.
    Podría decirse que en parte bebo para olvidar, y a la vez me sumerjo en las profundidades del vaso o la copa para buscar.
    ¿Olvidar el qué? En mi caso es más concreto olvidar "a quién" Bebo para olvidar a una mujer; a una mujer y al destrozo que está haciendo en mi vida su ausencia; y el saber que no volverá, y que no podré recuperarla; sé que hay un momento en el cual, el alcohol hace su efecto, y borra mi memoria a corto y largo plazo; y por eso introduzco este veneno líquido en mi cuerpo, con la intención de abotargar mi mente y ser incapaz de recordarla y de recordar lo desgraciado que soy sin ella. Bebo para olvidar el sonido de su risa, el bello color de su mirada, el suave olor de sus cabellos, y la suavidad de su piel. Bebo para olvidar cómo me gustaba contemplar su espalda desnuda, los pliegues que su cuerpo hacían en mis sábanas, y los complicados dibujos que su melena despeinada hacían sobre mi pecho.
   ¡Dios, la echo tanto de menos! ¡Me duele tanto recordarla y recordar que no está...! Que no puedo con este dolor, necesito olvidar, necesito olvidarla.... y por eso pido otra copa más.
   Y sin embargo, bebo a la vez para buscar. Una vez, una de esas tantas en las que había perdido la cuenta ya de las copas que había pedido al camarero, vi a un ser de belleza excepcional. Alguien podría creer que fue una ensoñación producto del alcohol, o que creí ver algo que jamás estuvo allí, pero yo sé que no es verdad. Estoy totalmente seguro de lo que vi, y esto fue la más bella mujer que jamás me había cruzado en la vida. Creyendo que estaba viendo a través del vaso, dejé de beber y me quedé observando en la misma dirección, pero no había nadie; y al volver a alzar el vaso, allí estaba de nuevo.
    Tal vez conservaba algo de lucidez para razonar como lo hice, o a lo mejor estaba demasiado borracho como para ocurrírseme una idea tan rara, pero pensé que aquella criatura corría el peligro de ahogarse allí, tal como estaba, sumergida en el fondo del vaso, por lo que acudí raudo en su rescate intentándolo de la mejor manera que se me ocurrió: vaciándolo. Mas cuando apuré hasta la última gota del licor, la chica ya no estaba. ¿Me la habría bebido? ¿Me había convertido en una especie de caníbal? Esa idea me horrorizó al instante; pero para salir de dudas, decidí pedir una copa más...
   Y allí estaba nuevamente ella; sonriente, esperándome. Comprendí que no corría peligro alguno, pues alguien que se está ahogando, no sonríe tan abiertamente. Deduje entonces que se trataba de una sirena, pues sólo alguien así sería capaz de sobrevivir en un medio subacuático. Yo sin embargo, había decidido convertirla en mi princesa, mi reina; la mujer por la que estaba dispuesto a dejarlo y arriesgarlo todo. Quise convertirla en la doña Jimena que yo como Cid campeador me veía. Y sin embargo, resultó ser más bien una Dulcinea del Toboso, ignorante y desdeñosa de este Don Quijote que yo estaba resultando ser; capaz de ver bellas damas en el fondo de un vaso. ¿Cogería yo en mi etílica ensoñación el cubo de los hielos a modo de yelmo, y cabalgaría sobre la dolorida espalda del camarero como si de un brioso corcel se tratase, con la botella del peor vino de la casa a modo de lanza?
    Lo único que sabía, es que la deseaba con toda mi alma, y que sólo nos separaba el líquido que rellenaba el vaso. Ella me observaba desde el fondo con un gesto anhelante, como si ella ansiara igual que yo el poder estar juntos, muy próximos el uno del otro; piel con piel. Me esperaba con ansia y angustia, deseando que el líquido que nos distanciaba, desapareciera para que pudiéramos cada uno gozar del otro, y así profesarnos nuestro amor mutuo y eterno. Veía cómo extendía sus delicados brazos, sus gráciles manos, en un intento de poder tocarme, pero sin lograrlo. Mi bella sirena, mi deseada princesa, mi añorada media naranja que me esperaba al fondo del vaso, con su contenido separándonos e impidéndonos poder amarnos con deseo y locura. Mi bella mujer con la que quisiera compartir el resto de mis vidas, y a cuyo lado desearía envejecer.
   ¿Cómo, cómo podría vencer esa distancia? Sólo había una manera clara de hacerlo, y era vaciando el vaso. ¿Y cómo? Pues bebiendo el contenido, claro está. Y así he pasado la mayor parte de mis tardes según volvía de trabajar. Ya me daba igual llegar antes o después a casa, pues sabía que allí nadie me esperaría. Sin embargo, sabía que en la barra, en el fondo del vaso, me estaría esperando mi sirena. Mas, ¡ay desgracia! Un mago bien poderoso, seguramente muerto de celos por nuestro amor tan puro, profundo y verdadero, había echado un maleficio en las copas; pues cuando por fín lograba vencer los últimos escollos de la frontera líquida que nos separaba, y el vaso quedaba vacío, mi querida sirena se desvanecía; y tenía que pedir otra más para poder volver a verla.
    Nunca me rendí, y seguí buscando. Y buscándola y persiguiéndola una y otra vez, logre por fin una de mis metas primeras: olvidar a aquella que se marchó y nunca volverá; aquella que me había empujado a esta extraña aventura en la que me embarcaba tarde tras tarde hasta que el bar cerraba y me tenía que ir, o hasta que perdía el conocimiento y alguien acababa por llevarme de vuelta a casa. Mi amor no flaqueaba, y estaba dispuesto a no rendirme; pero un día, el último que la ví, ella parecía haberse rendido. Ya no me miraba con aquellos ojos dulces, ni tampoco me sonreía de aquella forma tan luminosa y musical; simplemente me daba la espalda, y por el arrítmico balanceo de sus hombros hacia arriba y hacia abajo, supe que lloraba de desconsuelo, seguramente por no poder estar juntos, a pocos centímetros el uno del otro...
    Ese día, mi princesa sirena desapareció para siempre. ¿Qué podía hacer yo? Cual héroe de novela, como curtido caballero que era, no podía rendirme y abandonar así a mi dama, por lo que me afané más aún en buscarla. Luché tarde tras tarde; los días pasaban unos tras otros sin ser consciente yo de ellos, pues sólo me importaba una cosa: volver a ver a mi sirena, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario con tal de poder tenerla. Ansiaba mi final feliz de cuento que todo príncipe valiente y su amada debieran tener.
   En mi locura amorosa, me aventuré en los océanos de distintos licores: buscaba a mi sirena en la cerveza, en el vino (ya fuera este de la mejor calidad, o el más sencillo vino de mesa), en los licores digestivos, aguardientes, whiskeys de la romántica escocia o la verde irlanda, en los tequilas mexicanos y los vodkas de la madre rusia, e incluso en el tradicional sake japonés.
   Pero mi princesa no aparecía; en su lugar sólo empezaron a aparecer monstruos que me miraban con lujuria asesina en sus ojos. Monstruos que deseaban que la frontera líquida que nos separaba se viniese abajo para poder poner sus zarpas encima; y yo, que les culpaba a ellos de la desaparición de mi amada, acudía presto al combate, vaciando el vaso con furia en mi interior, para frustrarme cuando ellos desaparecían al vaciar el recipiente.
   Un día de especial crueldad, decidieron herirme de manera profunda, pues se hicieron pasar por mi sirena, para quitarse el disfraz justo a pocos sorbos del final del camino y así desaparecer una vez más, con una sonrisa burlona en sus labios, una vez la última gota de licor atravesaba los míos.
    Esa noche me fui antes de lo acostumbrado a casa; con cierta lucidez aún en mi mente, e intenté poner mi cabeza en orden. Entonces me dí cuenta de la extremadamente cruel realidad; y es que había caído en una terrible trampa: Jamás hubo sirena alguna, en realidad quienes siempre me habían esperado en el fondo del vaso, habían sido los monstruos, los cuales se habían disfrazado de sirena para atraerme. Y ahora que lo pensaba, ¿No tenía mi sirena la misma sonrisa de aquella que se fue y a quien tanto extrañaba? ¿No eran sus ojos del mismo color? ¿No hacían sus cabellos al despeinarse los mismos dibujos? ¿Acaso sus pieles no tenían el mismo brillo?
   Grité de angustia y rabia al recordar por qué eran conocidas las sirenas. Con sus cantos atraían a los marinos a los riscos donde los barcos encallaban (o se estrellaban) para luego ser cruelmente devorados por estas; sin atisbo alguno de piedad a pesar de sus bellos rostros.

   Maldita, maldita seas una y mil veces, sirena que habitabas los océanos etílicos que poblaban mis copas. No has devorado mi cuerpo, pero sí mi alma atrayéndome con tu belleza robada a aquella que amé, y atándome a una adicción que acabará por destrozar mi cuerpo de la misma manera que ha destrozado mi mente y mi espíritu. Maldita, maldita seas.





sábado, 10 de septiembre de 2011

El Club de los Corazones Rotos

        Descubrí esta película por pura casualidad hará unos siete años más o menos. Mi madre trabajaba limpiando las oficinas de "Columbia", y le solían dar cintas de VHS descatalogadas que iban a ser destruidas. En uno de sus cargamentos, vino esta cinta, la cual me dispuse a visionar en una de esas mañanas en las que estaba sólo en casa y sin nada que hacer. La película es del año 2000, y aquí en España (que yo sepa) jamás se llegó a estrenar en los cines.    La historia va de un variopinto grupo de amigos  Dennis (Timothy Olyphant) es un fotógrafo que va a cumplir los 28. Es un chico un tanto sibarita que necesita tener el clima perfecto para todo lo que le rodea (a decir verdad, el personaje se me antojó enormemente pedante, con una actitud entre paternalista, ir de sobrado y como de querer sentirse superior a los demás), después está Benji (papel encarnado por Zach Braff), un muchacho de estética semi-punki que se siente atraído por los cuerpos de gimnasio; Howie (Matt McGrath) con un look de empollón, es el psicólogo del grupo (no sólo entre sus amigos, además lo es de profesión) el cual se pasa la película psicoanalizando a los demás cuando él mismo tiene un problema de dependencia hacia su pareja a la que por un lado desprecia por sus defectos, pero a la que es incapaz de renunciar; Cole (Dean Cain), el típico guaperas que hay en todo grupo de amigos. Un personaje tal vez un tanto estereotipado: es actor, un tío atractivo que sólo tiene que chasquear los dedos para tener una conquista romántica, seguro de sí mismo (el típico tío que sabe que es guapo y se sirve de ello, comportándose como si estar con él fuera un privilegio), y que va de flor en flor, despreciando cualquier atisbo de relación seria, y que siempre le roba los ligues a los amigos (¡Tío, eso no se hace! Una regla de oro en cualquier grupo de colegas que se precie, es que los ligues de los colegas ni se miran); Patrick (Ben Weber), un tío con un humor bien ácido y con el bagaje que le da sentirse "el patito feo" del grupo, lleno de dudas por sus complejos e inseguridades y Taylor (Billy Porter), que hasta hace bien poco alardeaba de una relación duradera, hasta que su pareja le abandona sin previo aviso.
    Cole y Taylor después de un partido de Softball
        Para dirigir a toda esta banda, está el veterano Jack (John Mahoney), su entrenador de softball y dueño del restaurante donde se reúnen todos (y algunos de ellos trabajan), y que es toda una drag en sus ratos libres.      ¿Y qué más puede tener este grupo en común? Pues que todos son gays. El temor cuando empecé a ver la película, era el de encontrarme con una enorme dosis de estereotipos, en la que los personajes serían retratados como locazas, o como las típicas personas ultra-modernas y sofisticadas. En lugar de ello (o aparte de ello, por que un poco de ambas cosas hay en la cinta, pero sin caer en la exageración)
    Dennis, protagonista principal de la película.
       La historia propiamente dicha arranca en el cumpleaños de Dennis, en el cual conoce a Kevin (Andrew Keegan). Kevin es un chaval primerizo, el cual acaba de descubrir que es homosexual; aunque iba a ser una conquista de Benji, es Cole quien, como de costumbre, se acaba llevando el gato al agua, para acabar haciendo lo que hace con todas sus conquistas; dejarle tirado en cuanto se cansa de él, o encuentra otra persona que despierta su interés. Howie sigue colgado de su ex-, que es todo un fumador de hierba, mientras que la hermana lesbiana de Patrick  le ha pedido que done su esperma para ser el padre de un bebé, junto a su novia despótica. Para rematar la jugada el novio de Taylor le dice por teléfono que lo suyo ha terminado, y le da un ultimatum para dejar el apartamento que compartían.
    Howie, Patrick y Benji admirando a un desconocido
    que pasaba por allí mientras posaban
       Tras ver los estragos que Cole ha hecho en Kevin, Dennis decide acercarse a él para intentar mostrarle el lado más amable de su grupo de amigos. Debido a su personalidad, decide "apadrinar" y "guiar" a Kevin por ese nuevo mundo en el que acaba de comenzar a caminar.
       Los personajes parece que no tienen otra cosa de la que hablar que no sea el mero hecho de ser gays, como regodeándose en ello, y no prestando atención a otras tantas cosas en su vida o de sus personalidades que son igualmente apasionantes y atractivas. El propio Jack en un momento de la película, así se lo menciona: "A veces parece que si no fuéseis gays, no tendríais tema de conversación"; una frase que realmente me llegó e impactó; e incluso creo que resume perfectamente el mensaje de la película, y nos describe perfectamente a las personas.    
       ¿Cuantas veces nos hemos puesto clichés o etiquetas, y permitimos que una única etiqueta nos defina? Tendemos a potenciar esa única faceta de nuestra personalidad, y dejamos que sea la que nos defina, y que nos reconozcan únicamente por ella, dejando de lado otras tantas cualidades de nosotros mismos que pueden ser igualmente preciosas, y un gran tesoro para la gente que nos rodea (incluso para nosotros mismos)    
       Por que, vamos a ver. ¿A quién le gusta ser descrito como "Fulanito, el gay" o "Menganito el madridista" o "Zutanito, el borracho" en lugar de: "Fulanito, el chaval de ojos azules que toca el acordeón", o "Menganito, el moreno que habla tan bien", o "Zutanito, el chaval alto que sabe tanto de literatura victoriana"? Etiquetas, todas por doquier; ¿Por qué permitimos que se les dé más importancia a unas que a otras? ¿Por qué elegimos que sean unas y no otras las que nos definan?    Todos tenemos cualidades especiales por las que somos distintos a los demás, y por lo tanto únicos (¡Y que viva la variedad y el ser distintos unos de otros! ¿Os imagináis lo aburrido que sería el mundo si estuviésemos todos cortados por el mismo patrón? ¿No? Pues leed Un mundo felíz de Aldous Huxley, y me contáis). ¿Por qué dejar que sólo una nos defina y diferencie?    
       El caso es que la película me pareció bastante buena para pensar, meditar... la historia la encontré muy bien contada, y el desarrollo de la película no se me hizo largo ni lento en absoluto. Aunque más de uno la venderá como "Una peli pastelosa de gays", a mí me pareció una película bastante inteligente que contaba la historia de un grupo de amigos como cualquier otro que puedas encontrarte en cualquier lado, pero que la única particularidad que tiene es su opción sexual, la cual, si eres un espectador inteligente, queda rápidamente relegada a un segundo plano.
          Os invito encarecidamente a verla totalmente libres de prejuicios, que la disfrutéis con un buen bol de palomitas, y luego meditéis sobre su contenido y mensaje. Espero vuestras opiniones.                                                                                                                                 
                                                                                                       Josele