sábado, 4 de diciembre de 2021

¿Fiestas Sagradas?

                                                    ¡Las fiestas son sagradas! (¿Santificarás las fiestas?)

     ¡Oiga usted, qué curiosa expresión! Se la oigo decir a menudo a mucha gente para justificar el tener una excusa para tener unos días de no trabajar, e incluso hacer escapaditas a la playa, a un alojamiento por ahí… Ya da igual de qué tipo de fiesta se trate, o el motivo por el que ese día no se trabaja (¡bueno! Gran parte de la población en general, que otros tantos, no son tan “afortunados”).

     En España, somos un país de profundas raíces cristianas, y una grandísima parte de nuestras festividades, son, de hecho, celebraciones de origen religioso; fijaos hasta qué punto es cierto lo que digo que, si cogiera un calendario (Por cierto, aprovechad para adquirir ya el que publicamos todos los años en la parroquia; que a la que os descuidéis, nos plantamos ya en Enero, y “nos pilla el toro”), y quitase TODAS las festividades de origen religioso, las fiestas que nos quedarían se podrían contar con los dedos de una mano: Año Nuevo, El Día del Trabajador (aunque teniendo en cuenta que se conocía como “San José Obrero”, tengo mis reservas al respecto), El 12 de Octubre (Día de la Hispanidad, se conmemora el descubrimiento de América. Aunque también es el día de la Virgen del Pilar, patrona de Zaragoza y nuestro país) y el 6 de Diciembre (Conmemoración del referendum de la Constitución Española)… ¡Y parad de contar, que no hay más!

    No voy a entreteneros repitiendo la forma de celebrar todas esas fiestas, pues ya lo he hecho en el primer párrafo. Pero sí me llama la atención que parece ser que como no tenemos bastante con las que tenemos, nos empeñamos además en adoptar también las de otros países, y curiosas formas de celebrarlas: Tenemos unos “Carnavales 2” (Halloween), dos fiestas en las que ponernos hasta arriba de cerveza (San Patricio, patrón de Irlanda, y la Oktoberfest, festival de la cosecha de cebada alemán que se celebra EN SEPTIEMBRE)

     Y ahora, en estas fechas, me da por observar el retorno de las “Navidades Mágicas” en nuestro pueblo, el famoso “Parque temático Navideño” que nos han puesto al lado de casa donde veo un parque de atracciones (Con casa del Terror incluida), una sección de “Food Trucks” (camionetas que te vende comida basura a precios desorbitados, nada que ver con los verdaderos “Food trucks” americanos), un PABELLÓN dedicado a la Oktoberfest, y una “Puerta mágica” en la que ponen a todo trapo canciones pop que, aunque tengan la palabra “Navidad” en su letra, no tienen ni rastro de lo que realmente se celebra (y ni un mísero villancico ponen)… Busco, y busco, y re-busco… y no encuentro apenas rastro de la NAVIDAD. Con la excusa del nacimiento del Hijo de Dios, se ha montado un (lo que llamamos en mi casa) “San Queremos” consistente en una orgía de consumo y mercadotécnia… ¡y ahí vamos nosotros, como borregos!



     Llamadme “rarito”, pero creo que lo de “Santificarás las fiestas” no iba por todo lo que he descrito...

viernes, 14 de mayo de 2021

¿En nombre de Dios?

 

¿En nombre de Dios?


     Hará como cosa de dos años, compartí una vivencia y reflexión en torno al primer mandamiento; y la verdad, pretendía que fuera el pistoletazo de salida para reflexionar en torno a los mismos. Así que, más tarde de lo esperado, trato de retomar la serie.


II No tomarás el nombre de Dios en vano


     Cuando te toca aprender dicho mandamiento siendo un crío, preparándote para la Primera Comunión, se te antoja un poco raro. ¿Cómo es eso? Nuestros padres entonces lo tenían bien fácil: nos decían que se trataba de no Jurar nada por Dios para enfatizar que estamos diciendo la verdad respecto a algo, y que más feo aún era hacerlo cuando nuestra afirmación en realidad era falsa. “¡Eso está chupado!” pensábamos por aquel entonces. Mas, nos paramos a pensar y… ¡Ay, amigos! ¿Seguro que es algo así de sencillo? Entiendo que, en realidad, hay que ir más allá, y dicho mandamiento encierra algo más serio y grave: ¿Cuánta gente no hace si no obrar “por mandato divino” o “en nombre de Dios”? ¿Cuánta gente no ha cometido actos egoístas, o incluso malvados diciendo que obraban para gloria del mismo?

     Sí, el ejemplo fácil es retrotraerse a tiempos más oscuros, volver a los tiempos de la reconquista, las cruzadas, la inquisición, la quema de “brujas” (llevada a cabo por protestantes, ¡ojo!) en América del Norte… pero tampoco es que en la historia reciente hemos brillado por haber evolucionado en ese aspecto: Los Talibán en oriente, Boko Haram en África, la guerra de Irak de hace casi diez años, el conflicto Palestino-Israelí, que parece no tener fin… Guerras, odio y muerte, y con Dios como excusa ¡Si esto no es atentar contra el Segundo Mandamiento, no sé entonces qué es!

     Pero aterricémoslo en nuestro día a día cotidiano, en nuestros quehaceres diarios ¿Cuántos no dicen (nos decimos) hacer las cosas en nombre de Dios, o con Él como excusa, cuando realmente no es así? ¿De verdad lo hacemos por Él? ¿O buscando la aprobación de los demás para satisfacer el ego? Tal vez sería necesario el realizar un examen de conciencia al respecto, y buscar si realmente hacemos lo que hacemos por lo que decimos, o si no estaremos faltando a este mandamiento.

domingo, 9 de mayo de 2021

Reboot

 

    Es una tendencia en el mundo del “Cómic” (tebeos o historietas, como algunos las hemos conocido siempre), y de las series de televisión y cine últimamente el hacer Reboots ¿Y qué significa esta palabrota? Pues, según las distintas traducciones o acepciones de la misma, significa re-imaginar, re-tomar, o re-iniciar una cosa.

    Hace unos meses, debido al estado de alarma y las limitaciones de aforo, se tomó la decisión de poner una misa más para niños y jóvenes a las 12:00 ¿Cómo hacer, si parte del coro de la misa de 11:30 (Ahora 11:00) tienen además grupo justo después de misa? Sopesé, medité… A las 11:00 puedo seguir tocando el bajo, pues hay guitarristas de sobra; pero, ¿dejar una misa (en la que además hay niños) sin coro? Entonces entendí que Dios es lo que lleva años esperando de mí, y hacia donde lleva tanto tiempo encaminándome: A iniciar nuevamente de cero; a re-iniciar dejando de lado mis gustos y comodidades, y ponerme al servicio de la comunidad.

    Es curioso cómo, una y otra vez, desde que entré en el ministerio de la animación litúrgica, me he encontrado con esta situación. Me pasó hace ya muchos años, cuando, recién entrado en el coro de la misa de 11:30, hubo una desbandada de los jóvenes que formaban parte del mismo; me pasó nuevamente en torno al año 2002 tras otra desbandada de jóvenes que hubo en la parroquia; nuevamente me ocurrió en Panamá… Mas como nos dijo en su día mi tocayo, José Luis, el misionero paul: “No hay casualidades, existen Diosidades

    He entendido ahora que es lo que Dios hace conmigo: me pone ahí en esa situación una y otra vez para que dé un paso al frente, a re-iniciar dejando a un lado gustos y comodidades, arremangarme, y ponerme manos a la obra, aunque sea inicialmente en solitario, que Él ya proveerá, e impulsará a otras personas a acompañarme, como ya está sucediendo.

    A día de hoy, 9 de Mayo, con el estado de alarma extinguido, y en el momento de escribir estas líneas, no sé durante cuanto tiempo más se prolongará esta situación, pero ahí estaré y continuaré mientras sea posible, porque sé que es mi lugar.

    Dios nos habla diariamente; no con palabras claras y directas, pero sí con gestos o situaciones. Depende de nosotros el que estemos atentos y sepamos/queramos escucharle. Así que ya sabéis, tened bien limpias las orejas del corazón para poder estar atentos a lo que se nos dice.









miércoles, 5 de mayo de 2021

Tocando el bajo

 

¿Por qué el bajo?

     Es una pregunta que me hacen mucho últimamente. ¡Caramba, carambita! ¿Por dónde empezar a contar/explicar? Supongo que por el principio: Hace ya unos años, cuando me inicié en la guitarra (allá por 1996), escuchaba a un grupo llamado “Héroes del Silencio” del cual, me llamaba mucho la atención el bajista; y ya ahí me picó el gusanillo sobre dicho instrumento.

     Con el paso de los años, fui conociendo cada vez a más personas que tocaban dicho instrumento; todas grandísimas personas, lo cual, me hacía aún más atractivo el iniciarme a él.

     Al final, cuando hace cuatro años, estuve de incapacidad laboral bastante prolongada, y viendo que en el coro éramos nada menos que 5 guitarristas, decidí liarme la manta a la cabeza, y aprender por mi cuenta a tocar este instrumento para enriquecer el sonido en las misas, quitarme esa espinita de aprender, y de paso, homenajear a esos bajistas que tanto apreciaba y aprecio (algunos, grandes amigos míos, y uno de ellos, en concreto, fallecido en 2015).

     Pero ¿qué tiene de particular dicho instrumento? A pesar de compartir forma con las guitarras, y tener sus cuatro cuerdas afinadas en las mismas notas que las 4 más graves de su hermana, y tocar EXACTAMENTE LAS MISMAS NOTAS (por lo que “perderse” a la hora de cantar con este instrumento es algo que no debería pasar), la tarea de este instrumento es dar una base rítmica, mientras la guitarra nos brinda la melodía; su misión es apoyar en lo que es la velocidad de la canción, y también servir de guía para las voces graves.

     Y es que, de eso se trata también: de la misma manera que en una agrupación musical caben distintos instrumentos y cada uno tiene su función, en las parroquias también sucede de esta manera: Cabemos todos, y no todos tenemos por qué ser iguales, ni hacer exactamente lo mismo; cada cual tiene su función, y aquí estamos para desempeñarla.

     
¿Y tú? ¿Qué instrumento del Señor eres?

sábado, 30 de enero de 2021

¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?

 

     Esta pregunta que más de alguno habrá leído cantando gracias a la conocida canción del grupo Burning, es el título de este libro, en el cual, el autor ha entrevistado a varias religiosas que están en conventos de clausura y misiones por medio mundo.

    Jesús García, colaborador de Ayuda a la Iglesia Necesitada, ha querido, a través de este libro, acercarnos un poco a las vidas de varias de estas mujeres; no sólo a cómo es su día a día; también a cómo fue esa llamada de Dios para vivir su Fe de esta manera: dejando atrás vidas que, aunque a nosotros se nos antojarían “normales” con sus profesiones, proyectos de pareja, familia, se encontraron un día con Dios, y esa llamada fue tan fuerte como para olvidarse de todo lo mundano en lo que andaban enfrascadas antes de ese encuentro. Tenemos en este libro médicos, chicas fiesteras, gente de ambiente parroquial, y de ambientes totalmente alejados ¡Incluso una ex-aspirante a campeona olímpica de esgrima!

     Diez “Celdas” (así es como se han definido cada uno de los capítulos-testimonio de este libro) en el que encontraremos diversos carismas: Carmelitas, Hermanas del Amor Misericordioso, Agustinas del Monasterio de la Conversión (La hermana Carolina, una vieja conocida de esta parroquia de cuando hemos ido a Sotillo), Dominicas, Hermanas Reparadoras, Franciscanas, Hijas de María Nuestra Señora, Misioneras de la Caridad, Madres Clarisas, Monasterio de la Madre de Dios… Y diez relatos de vidas que sorprenden (incluyendo a las propias protagonistas en el momento de vivirlo) por lo inesperado en algunos casos, y la sencillez con la que una vida planificada puede ser cambiada por Dios; bien de manera fortuita, o bien enamorando poco a poco corazones.

     He encontrado en este libro no sólo testimonios, también auténticas perlas que deberían hacernos reflexionar a todos y cada uno de nosotros. De hecho, me gustaría compartir un párrafo que no me he podido sacar de la cabeza:

    “Lo que sí hace falta son personas que te señalen a Cristo, como hizo Juan el Bautista. Él, el más grande de los profetas, señaló a Cristo incluso a sus propios discípulos. La persona que se ocupa de la pastoral juvenil tiene que entender que sus discípulos no son suyos, tiene que llevarlos a Jesucristo y luego desaparecer. Es Cristo quien los atrae y los llama”

     
Son sólo palabras, pero golpean con fuerza y resuenan como tienen que hacerlo; y como muestra, aquí tenéis un botón. Una lectura altamente recomendable, para que podáis acercaros un poquito mejor a lo que es la vocación a la vida consagrada, y comprobéis que podríamos ser cualquiera quien recibe esta llamada.