domingo, 26 de marzo de 2017

Día 343:

¿Qué tal estás? ¿Cómo te sientes? Son las preguntas que más me repiten. ¿Sinceramente? Ni yo mismo lo sé; ni bien, ni mal... diferente. Estoy entrando en ropa que hacía ya diez años que ni me ponía, y ando en un peso que no tenía desde hace por lo menos 11 años.

Esta semana hay días que no podía ni terminarme las comidas, y he dejado platos no sin terminar, si no ¡a la mitad!. De vez en cuando siento una sensación parecida al hambre, pero no son los ataques de voracidad que padecía; y desde luego, la sensación perpetua de hambre tampoco está. Justo cuando creí que había dejado atrás los mareos, estos han vuelto a visitarme esta mañana, haciendo una odisea el mero hecho de ponerme en pie.

En esta fase de dieta (que en 15 días quedará atrás) he aumentado las proteínas (es en serio, debo añadirme proteína en TODAS las tomas, incluyendo los zumos de frutas). En teoría era necesario para poder hacer ejercicio, todo cardio, nada de esfuerzos ni peso, y queriendo obedecer, pero sobre todo recuperarme, me puse manos a la obra. En efecto, tengo energía para poder caminar, ir a paso ligero, e incluso nadar. Entonces... ¿qué es lo que va mal? ¿Por qué han vuelto los mareos? Reviso la dieta: 800 kcal diarias, ¡exactamente las mismas que las de la fase anterior que era de dieta líquida!. Echo un ojo a la aplicación de control de peso: Con mi peso actual, si consumiera diariamente 3129 kcal diarias, estaría perdiendo peso también.

Es decir, la prueba ahora es dura; no sé si pretenden dejarme en 800 kcal de por vida, pero de momento, tengo que acostumbrar a mi cuerpo a funcionar con estas. Empiezo a ver que la musculatura empieza a definirse, me siento más ágil, pierdo volumen corporal... pero ¿Y la fuerza? Siempre ha sido una de mis señas de identidad, y temo perderla. Para mí no es que lo sea todo, pero sí una parte de mí, de mi identidad, de mi personalidad, de mis rasgos definitorios (y, bajo mi punto de vista, uno de los que me distinguen en mi puesto de trabajo), y como os podéis imaginar, soy muy reacio a perderla. Estoy de acuerdo en que el resetear mi vida, y mi físico, me hace bien, pero a mi fuerza no es algo a lo que estoy dispuesto a renunciar.

Tocará esperar a ver qué me dice en Mayo el cirujano, pero el hecho de no poder coger las pesas no me está haciendo mucha gracia. Necesito sentirme poderoso de nuevo.

lunes, 20 de marzo de 2017

Carta del Padre Patxi Bronchalo a Pablo Iglesias

Estimado Pablo.


     Me presento. Mi nombre es Patxi Bronchalo, tengo treinta años, y soy cura. Como tanta gente de mi generación de los ochenta, sufro la desilusión de no saber a quién votar, me escandalizan los casos de corrupción, veo con dolor las consecuencias en la gente sencilla de una economía que ha endiosado al dinero y dado de lado a la persona (como imaginarás, una parroquia es lugar que trata de cerca los dramas de la falta de comida, de vivienda, de empleo, etc).
     Aunque en realidad hoy no te escribo por eso. He visto en Youtube las declaraciones que has hecho pidiendo que la Misa no tenga cabida en la televisión publica, amparándote en la Constitución, el documento del que tantas veces los españoles echamos pestes y alabamos a partes iguales.
     Yo nunca veo la Misa el domingo en la tele. No estoy dentro de ese millón largo de personas que el otro día si lo hicieron. Ni siquiera tengo tele. Podría verla por internet, pero es que la hora me viene mal. Los domingos la Misa la vivo "in situ" en mi parroquia. Normalmente celebro dos de ellas, y suelo oír el murmullo lejano de otras dos desde mi confesionario, entre persona y persona que se acerca con sus problemas y alegrías.
     Ya ves. Como cura tengo un lugar privilegiado en la Misa, desde mi posición se ve todo. Hay muchos tópicos sobre que todo el mundo en la iglesia se duerme, se distrae, etc. Yo los veo. Veo a quien se duerme, veo a quien se distrae. Veo mucho más. Veo a quien llora, a quien se estremece, a quien tiene un gran sufrimiento, a quien encuentra un gran alivio y consuelo. Soy un privilegiado por ver y conocer las historias de dolor y paz de quienes vienen a Misa a mi parroquia.
     Y también están las historias de los que no van, que son muchos. Muy a su pesar, muchos se tienen que quedar en casa. No pueden venir. La edad se lo impide. La enfermedad física no les deja moverse del sillón. La minusvalía hace que tenga que depender de otros en todo. La depresión les condena a no salir de la cama. La soledad les hace aterrarse de salir al mundo. Conozco a muchos de ellos. Son muchos los que visitamos desde la parroquia. Y se que hay muchos mas.  Cualquier cura te diría lo mismo.

     De primera mano puedo asegurarte que es muy grande la cantidad de personas que están deseando que empiece la Misa del domingo de La Dos. Para muchos será el único consuelo de ese día. Muchos solo encontrarán paz y compañía ahí. Muchos no tendrán más alimento para su espíritu que ese. Muchos han pasado una vida de fatigas, de penurias y ahora están solos, y solo les queda Dios. Muchos están sufriendo con dolor los azotes de la crisis en sus hijos y nietos, hacen y avalan lo que pueden, y solo les queda Dios. Muchos se sienten condenados y abandonados por sus propias familias, tan metidas en su sociedad de bienestar, y solo les queda Dios.
     No nos engañemos: el alma necesita alimento. Y estas personas no encuentran consuelo en los animalitos que salen después de comer, ni en las peleas que salen en los realitys, ni en las entrevistas de Chester, ni siquiera en vuestros debates desde el Congreso que nos cuentan las noticias. El alma necesita otra cosa. Negar a Dios es mutilarnos.
     ¿No tiene el estado el deber de velar por el bienestar de sus ciudadanos? ¿No es el alma una parte fundamental a cuidar para que la persona esté bien? ¿Podemos obviar que aunque vivamos en un estado aconfesional son cientos de miles los católicos de nuestra bella tierra? ¿Por qué dices que hay que quitarles la Misa? Dime Pablo, de corazón, que no es por ideología. Gracias por tu lectura. Sinceramente te digo que rezo por ti.

jueves, 16 de marzo de 2017

Día 333

Ya en fase 2 (cremas y purés). Me cuesta mucho hacer todas las tomas que tengo que hacer diarias (7), pues en seguida noto el estómago no sólo lleno, si no además con pesadez que no se va en horas. Aún así, la bajada de peso se ha ralentizado, y lo que antes perdía en dos, como mucho 3 días, ahora lo pierdo en una semana y media.

Lo bueno es que los mareos prácticamente han desaparecido, y que además de andar, también puedo hacer bici estática sin resistencia, o incluso natación. Esta semana he empezado a ejercitarme, y casi había olvidado lo placentero que es cansarse y sentir agujetas al día siguiente.

Lo de coger peso, de momento nada, y ya me han dicho que va para largo (y más en mi caso, que soy persona de hacer animaladas a diario 7 veces al día antes del desayuno)

La verdad es que da un poco de rabia, y me encantaría recuperarme cuanto antes, pero sé que si fuerzo las cosas, será peor.

No obstante, hay algo a lo que llevo mucho tiempo dándole vueltas: He tomado la decisión, que cuando por fin me deshaga del respirador del Apnea, cuando esté curado de eso, haré algo que llevo años queriendo hacer. Quiero que seáis mis testigos de esto: Cuando me cure del apnea, cuando no necesite asistencia para respirar mientra duermo, pienso planificarme para hacer el Camino de Santiago; aunque sea yendo sólo.

martes, 7 de marzo de 2017

Día 324

Como me miro al espejo diariamente, no aprecio cambios. No es hasta que me han visto compis del curro hoy, un mes después, que no es realmente consciente del cambio uno mismo. Entiendo que haya gente que me mire sorprendida por el cambio; pero que algunos no me hayan reconocido lo encuentro cuanto menos... exagerado.

Esta semana toca pasármela de citas médicas, y creo que me va a tocar adelantar también la del neumólogo, pues ya noto que la máquina empieza a molestar un poco. No creo que me la quiten todavía, pero sí que toque recalibrarla.

Espero que esta semana me pasen a ingerir algo sólido para tener más energía y así poder acabar mejor mis días, y tener más energía para poder realizar más actividad física.

Os seguiré teniendo al día

jueves, 2 de marzo de 2017

Día 319

     Creí que era una exageración, pero no... Hoy me he sorprendido caminando a una velocidad que no es la propia en mí. El cuerpo ahora parece que se mueve algo más ligero y claro, la falta de costumbre me sorprende y me descubro como más torpe.


     Suena raro, pero es así: acostumbrado de toda la vida a que mi cerebro manda al cuerpo hacer una cosa, y este responde con un plazo de tiempo y una velocidad determinada (y llevo así toda la vida), a encontrarme que los tiempos de acción y reacción se han agilizado... pues claro, es me desconcierta. 

     También me noto un poco torpe en el equilibrio, y los mareos empiezo a sospechar que no es tanto por la falta de alimento, si no por que el centro de gravedad de mi cuerpo se ha desplazado. ¿Sabéis eso que dicen de los recién amputados que aún notan los dedos de la mano que no está? Pues algo similar me pasa a mí: Mi cerebro y mi cuerpo están acostumbrados a unas proporciones que ahora no están; y el precio es esta desorientación en la que me encuentro ahora.