sábado, 22 de septiembre de 2018

Un lugar en el mundo: Pría


Al entrar por la puerta, empezaba la
aventura
  

   Supongo que toda persona que me lea tiene un “Lugar en el mundo”, un sitio que ha hecho suyo donde va a “recargar” sus pilas, y a donde procura ir siempre que puede; el mío se encuentra en Asturias, se llama Pría, y siempre que hago una visita al norte, procuro sacar tiempo de donde sea para poder ir allí, aunque sea para estar cinco minutos.





Sentados aquí, con la guitarra
compartíamos los pocos ratos libres
     Pero ¿qué hay allí?, me diréis. Años ha, cuando era un adolescente recién llegado a esta parroquia, y las hermanas dominicas llevaban gran parte del peso de la pastoral de jóvenes, había unas convivencias de verano en aquel lugar, donde compartíamos 8 días con gente de la parroquia del Buen Pastor de la Peña (Bilbao), Santos Apóstoles Felipe y Santiago el Menor en la Elipa, y San Federico de la Dehesa de la Villa (ambas en Madrid). Durante esos días, rodeados de los bellos parajes asturianos, y dentro de un clima de bastante austeridad (que luego os describiré), los jóvenes aprendíamos a apartarnos un poco del ruido, y distracciones de nuestro día a día, para aprender a mirar en nuestro interior, profundizar en nuestra Fe, y ver si realmente lo que hacíamos en nuestra vida cotidiana iba en consonancia con ser cristiano, y qué podíamos hacer para cambiar eso.



Recta final de la bajada a la playa
     ¿Nuestra dinámica diaria? Levantarse, desayuno frugal (Leche con café o cacao, y pan del día anterior tostado o galletas), oración de la mañana (en un oratorio con un techo con vigas de madera que era el terror de los que éramos un poco más altos de la media), tareas fijas de limpieza de la casa (del siglo XIX, con suelos de madera que crujía por muy de puntillas que caminases), tareas rotatorias (preparar los bocatas, fregadero, preparar la oración de la noche, los juegos de la velada, poner la mesa…) Catequesis, reflexión en silencio (una hora aproximadamente sin hablar con nadie, interiorizando lo que se ha hablado antes), y luego puesta en común con la gente del grupo en el que estabas mezclado con la gente de las otras parroquias. En estas puestas en común, al principio costaba abrirte a gente desconocida, y contar aspectos tan interiores de ti mismo, pero, “una vez abierto el melón”, no era difícil escuchar, confiar, apoyarse, estrechar lazos, y, en más de una ocasión, llorar. Después, tocaba bajar caminando a la playa (unos 40 minutos a pie mientras comíamos un bocata o dos), rato de esparcimiento en la cala de la playa de Guadamía, y subir caminando de nuevo (la casa estaba en lo alto de una colina desde la que se podía ver todo el pueblo de un lado, y del otro las montañas), tiempo de ducha (sin apenas presión, y sin agua caliente), merienda, otra catequesis como la de la mañana, cena, velada con juegos, y oración de la noche antes de irnos a dormir (procurando tener cuidado con la cabeza de nuevo). Suena de locos, o poco apetecible para un adolescente de 15 a 18 años, ¿verdad? Y sin embargo, guardo con mucho cariño el recuerdo de aquellos tres veranos que tuve la ocasión de ir allí; fueron tres semanas que me redefinieron como persona, y ayudaron mucho a construir la persona que a día de hoy soy. No exagero cuando digo que hice grandes amistades que, a día de hoy, aún perduran, y me dieron ese puntito que tengo a la hora de elaborar catequesis.


Vista trasera de la casa

     Fue allí, además, donde conocimos la sencillez de Francisco de Asís, las reflexiones de San Agustín, y aprendimos no sólo a interiorizar y a apreciar el silencio, si no también que podríamos vivir perfectamente con la mitad de lo que teníamos por aquel entonces en nuestra vida diaria, y que muchas comodidades de las que disfrutamos, son, en realidad, superfluas.








     Quisiera tener, además, un recuerdo bastante especial hacia el párroco Ángel Obeso, un montañero que, pese a llevar muchos años jubilado, era capaz de dejarnos al nutrido grupo de jóvenes que íbamos allá con la lengua fuera en las marchas hacia los acantilados, mientras que él apenas sudaba. Hace unos pocos años que subió junto al Padre, y seguro que está ahí, esperándonos con sus botas de campo, preparado para llevarnos de excursión.








     A día de hoy, la casa donde nos albergábamos (la Casa rectoral por aquel entonces), situada justo al lado de la Iglesia de San Pedro, se ha convertido en un albergue para los peregrinos que hacen el Camino de Santiago, y por lo visto, ha ganado en ciertas comodidades con las que antes no contábamos.








"Tú enciende el Sol/Tú tiñe el mar/y tú descubre el velo que
oscurece el cielo/y tú ve a blanquear/la espuma la nube..."
     Aún así, como decía al principio; siempre que voy a Asturias, me encamino a aquella casa, a aquel lugar, y nada más bajar del coche, me quedo en pie, observo a mi alrededor, inspiro profundamente mientras cierro los ojos, rememoro, e incluso recito para mí mismo los lemas de aquellas convivencias: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”, “Todo lo que no se da, se pierde”, o incluso la canción de Serrat que fue himno de las mismas “Y bueno pues, un día más, que se va colando, de contrabando….” . Y tras dar una pequeña vuelta buscando los cambios que hay y los que no, me dirijo de vuelta recargado y renovado.
¿Y vosotros? ¿Tenéis algún sitio similar? ¿Qué tal si lo compartís?

El pórtico de la iglesia, donde hacíamos las veladas


Pocas vistas me dan tanta paz como esta


El pozo, nuestro pozo; donde nos sentábamos a reflexionar alejados de todo

lunes, 21 de mayo de 2018

El Helado de pistacho

El helado de pistacho

     Ahora que llega el Verano con sus calores, vamos a tratar de mitigarlos un poco con este refrescante cuento.

     Desde la vitrina en la que era expuesto junto a sus hermanos, el helado de pistacho veía pasar a la gente frente al escaparate. Con hastío, observaba cómo iban entrando los clientes uno a uno, e iban eligiendo al resto de sabores; siempre los mismos. Esta situación, lo único que hacía era generar en su interior una mezcla de sentimientos entre envidia, tristeza, y a veces, hasta rabia; rabia hacia sus hermanos por ser elegidos, rabia hacia la gente que jamás miraba en su dirección, rabia hacia el heladero por crearle para tenerle ahí, viendo como los demás eran los que la gente se llevaba; y por último, rabia hacia sí mismo, por no ser de otro sabor más atractivo para el público.
     Un día, no pudo más con esa situación, y a la hora del cierre, estalló contra el heladero.

- ¡Ya no puedo más! ¿Por qué te molestaste en crearme, si nadie me quiere? ¡Vaya desperdicio de tiempo y de existencia! Y el principal culpable de todo esto eres tú, necio heladero, por crear un helado de un sabor que nadie quiere.
     Con paciencia, el artesano dejó que el insatisfecho dulce soltase toda esa rabia que tenía dentro; lo veía tan sulfurado, que temía que en algún momento, todo ese ardor le hiciera derretirse y perder su vida. Cuando vio que ya lo había echado todo hacia fuera, fue cuando decidió responderle.

- Has de saber, mi querido amigo, que no todo el mundo es igual.- Respondió paciente y amable el heladero.- Fíjate en la cantidad de gente que entra en la tienda, ¿Cogen todos el mismo sabor? Has visto que no es así. Si todo el mundo escogiera al helado de chocolate, no me molestaría en preparar ningún otro sabor; sin embargo, los clientes vienen y piden helado de fresa, de vainilla, de nata…

- Pero a mí no me eligen.- Respondió compungido el helado

- De momento.- Respondió con afabilidad el artesano.- Pero créeme, alguien tarde o temprano lo hará. Yo os elaboro a todos con el mismo cariño, mimo y dedicación; en todos vosotros, en ti y tus hermanos, deposito mis esfuerzos y conocimientos; y todos lleváis mi sello, una pequeña parte de mí… ¡Sois mis hijos! Has de tener paciencia; la heladería lleva unos pocos días abierta, y aún no ha empezado el calor fuerte del verano. La gente está empezando a conocernos a todos; puedes tener la seguridad que pronto serás el elegido, y créeme, esa sensación de ser escogido por primera vez, es algo indescriptible, que tus hermanos ya han olvidado. La gente, al principio, va a lo que ya conoce, porque le da miedo arriesgarse; estoy seguro que cuando te conozcan, no dejarán de pedirte.

- Gracias, papá.- Dijo suavemente el helado de pistacho.

- Vamos a dormir, mañana empiezan las vacaciones de Verano, y nos espera un día bastante animado.

     Al día siguiente, justo a la hora de salir del colegio, un padre con su hija entraron por la puerta de la heladería.

- ¡Quiero ese, papá!

- ¿En serio? ¿Un helado de pistacho?.- Se sorprendió el padre.- No estoy seguro… ¡Los helados son dulces y los pistachos salados!

- ¡Pero sabes que me encantan los pistachos, papá! Prometo comérmelo entero

- Puedo asegurarle que le va a encantar.

- ¡Bueeeeeeno!.- Cedió el padre.- Pónganos entonces un helado de pistacho

- ¡Pero de dos bolas!

- Está bien…

- ¿Quieres que le ponga caramelo, chocolate líquido, fideos de colores…?.- Terció el heladero.

- No, lo quiero sólo sobre el cucurucho. ¡Esas cosas esconderían su sabor! ¿Y quién querría esconder su sabor favorito?

     Tras cobrar al padre, y ver a ambos salir por la puerta, el heladero guiñó un ojo hacia el helado de pistacho, pero este no se dio cuenta: estaba extasiado de felicidad por haber sido escogido, y además al natural, tal y como era, sin aditivo alguno. Y comprobó cuan cargadas de verdad estaban las palabras que su creador le había dicho la noche anterior: era una sensación indescriptible. El Verano empezaba ya, y se presentaba bastante prometedor.

     (Esta historia tiene una moraleja, pero os la podéis imaginar, ¿verdad?. Lo siento, no puedo ponérosla por razones de espacio, pero os la dejo como deberes para el verano)


miércoles, 16 de mayo de 2018

My Farewell

Me dice Facebook que qué estoy pensando... ¡Ojalá y pudiera decir todo lo que me pasa por la cabeza! A estas alturas no es ningún secreto que ha acabado una etapa de mi vida; no por decisión propia, no de manera amable precisamente, y con muchas cosas que decir por mi parte.
Pero voy a ser elegante y civilizado; voy a tener la cortesía que conmigo no se ha tenido, y me comportaré como un caballero. De forma discreta, ha sido el impulso que necesitaba para alejar personas y situaciones que en mi vida no eran en absoluto beneficiosas (es más, a día de hoy, les considero auténticos tumores humanos). Te das cuenta que, cuando pierdes la sonrisa en ciertos desempeños, y ves que la cosa no mejora, si no que se mantiene (e incluso va a peor), de nada sirven los buenos recuerdos de tiempos que ya no volverán para intentar mantener con vida lo que muerto está.
Tengo la conciencia limpia, y mantengo la cabeza bien alta; pues lo di todo siempre, e hice cuanto estuvo en mi mano; a pesar de los obstáculos, las zancadillas, y las puñaladas traperas (tantas, que parezco un puercoespín con tanto mango de puñal sobresaliéndome). Lo di todo, sacrifiqué mucho, y en correspondencia he recibido lo que he recibido.
Los boomerangs siempre vuelven, y con cuanta más fuerza los lances, con más fuerza volverán. Justicia divina, Kharma, Justicia poética... tiene varios nombres, pero el principio es el mismo (y podéis creerme: se cumple). Las balas perdidas encontrarán su destino; su dueño. Y a esta persona van dedicadas estas palabras: Tu mayor fracaso, tu fracaso más cruel es que, pese a todos tus esfuerzos, no lograste doblegarme. Lo más patético del asunto es que crees que "me has ganado". No lo has hecho, en absoluto; y lo acabarás descubriendo. En tu mundo de fantasía, te crees que nadie es mejor, ni más inteligente, ni desata más envidias que tú... Sigue así, continúa en tu ensoñación, pero te lo advierto, el despertar será muy, pero que muy duro (si en algún momento reúnes el valor y las agallas suficientes para afrontar la realidad en lugar de arrojar balones fuera o seguir en tu realidad paralela)
Ahora me gustaría dirigirme a quienes realmente merecen la pena: ¡GRACIAS! GRACIAS, porque habéis estado a mi lado; luchando, sufriendo y disfrutando, riendo y (cuando ha tocado) llorando. GRACIAS, porque no os habéis creído las mentiras y patrañas vertidas sobre mí. GRACIAS, porque a pesar de todo, del miedo, de las amenazas, de la presión, seguís creyendo en mí, y seguís llamando "blanco" al color blanco, aunque pretendan que le digáis "Negro". Esas personas son las que realmente me apena no ver ya a diario, pero podéis tener la seguridad que no os voy a echar de mi vida ni de coña. GRACIAS, por ser así, por vuestra lealtad (ya sea proclamada a voces, o sllenciosamente, en un comprensible y jamás reprochable instinto de conservación y autoprotección), cariño y apoyo. Sois gente a la que recordaré siempre con una sonrisa, y a la que sonreiré abiertamente si Dios, el destino, la vida, o lo que sea nos vuelve a cruzar por la calle.
¡HASTA SIEMPRE!

jueves, 3 de mayo de 2018

Curado de ti

     Dudo que jamás leas esto, y la verdad, a día de hoy, me importa bien poco. Sin embargo, necesito escribirlo, plasmarlo de alguna manera, para que quede constancia de ello.
     Ya siento que nada me vincula a tí, y, sinceramente, lo agradezco. He tardado mucho, muchísimo en darme cuenta de lo dañina que has sido para mí en mi vida; pero, gracias a Dios, eso ya se acabó.
     Te mantuve, sí, a pesar de todo en mi vida por añoranza de los buenos viejos tiempos, y porque me resistía con todas mis fuerzas a caer en los estereotipos del "llevarse mal con la ex y no poderse ni ver"; quería demostrar (a todo el mundo y a mí mismo) que era posible tener una relación de buena amistad con alguien con quien tuviste algo bonito en el pasado. Ciego de mí, incluso pasé por alto todos los feos que me hiciste, y los jueguecitos y mareos de "ahora sí, ahora no" para tenerme detrás tuya; porque eso es lo que le gustaba y satisfacía a tu ego: el tenerme detrás, mareándome, dándome unas falsas esperanzas cuando, en el fondo, no tenías intención alguna de retomar nada.
     ¡Qué cosas! Las veces que no entré en tu juego, que dejé de prestarte atención, era cuando te ofendías, te sentías menospreciada, y me atacabas con toda la virulencia de la que eras capaz. La primera vez fui tonto, y quise dejarlo correr; pensaba que, tal vez, habrías aprendido de tu error, que así no se trata a la gente, y que tenías un serio y sincero propósito de enmienda... Me demostraste que me equivoqué. Ahora, en retrospectiva, es cuando lo veo, cuando la venda de mis ojos ha caído, y me doy cuenta que el malo en esta historia no era yo, como pretendías hacerme creer.
     Recuerdo aquella última tarde que nos vimos; llevabas meses con ese jueguecito que tanto daño me hacía, y cuando vi aquel beso... me sentí curado.
     Ahí está la clave: CURADO; ese sentimiento, ese sentir que ya no me dolías, me hizo empezar a pensar. ¿Curado?  ¿Curado de ti? ¿Eso significa que, en el fondo sabía que eras mala para mí, y que por eso te estaba considerando como una enfermedad? Tenía esas dudas rondando mi cabeza, cuando volviste a la carga, herida en tu ego y orgullo porque tenías el síndrome de abstienencia del perrito faldero; te faltaba tu dosis de tenerme detrás (a pesar de, como tú misma me decías y echabas en cara con la intención de herir, eras muy feliz con tu relación de pareja), y eso no podías soportarlo. Se dijeron palabras que aunque no eran fuertes en su sonoridad, sí lo fueron en su significado. Esta vez no estaba dispuesto a agachar la cabeza como un perrito; y aún así, tuve la delicadeza de enseñar los dientes, gruñir, pero no morder; sentía que cada vez me vinculaban menos cosas, y aún así, no quería, de ninguna manera ponerme a tu altura y ser como tú (y créeme, tenía un par de armas verbales escondidas que te habrían provocado a tí, todo el daño que buscabas causarme a mí).
    Sí, seguíamos guardando cierta corrección política y, tal vez por esa misma añoranza de los viejos tiempos, seguíamos felicitándonos el cumpleaños. El último rito formal, una muestra de ¿Educación? ¿Formalidad? ¿Saber estar tal vez?. Da igual; los dos últimos años, cuando vi que ni en el día en cuestión (que jamás olvidabas, y que, incluso odiando hablar por teléfono, llegabas a llamar), ni tampoco el siguiente (ni tan siquiera una semana después), vi que ya ni te molestabas, ya me dejaste bien claro cómo tratas a la gente cuando ya ves que no puedes sacar nada de ellos. Tras esos dos años en los que, yo sí trataba de no dejar pasar el día sin felicitar, pero no era correspondido, fue cuando vi que ya no tenía sentido tener contacto ni a través de las Redes Sociales (tu teléfono lo borré hace ya muchos años).
     Esta mañana, di el tiro de gracia a esta relación que ya nada me aportaba: haciendo limpieza, encontré tus cartas. Sí, más de 20 años después, aún las conservaba, desde la primera. Abrí y releí un par de ellas, y no sentía nada; no había nada en absoluto en mi interior; sólo frialdad. Hice lo que hago con aquello que ocupa espacio inutilmente en mi vida (y que pensé que jamás haría): Las he tirado al contenedor de papel, TODAS ellas. Tal vez alguien las encuentre, pierda su tiempo en cotillearlas y leerlas, y a lo mejor, hasta se cree todo lo que ahora sé que fueron mentiras; espero que no sea así.
      Me he curado de ti; ha sido duro, pero te he exorcizado por fin de mi vida, no sé nada de ti, y no siento ni la más mínima inquietud, curiosidad o interés. Sólo espero, que no le hagas a nadie más lo que hiciste conmigo; porque la gente te descubrirá tarde o temprano, y acabarás tus días en completa soledad, añorando los días en los que te sentías deseada y querida, pero ya será tarde.
     Por mi parte, son las últimas palabras que te dedico:

     ADIOS
 

sábado, 10 de febrero de 2018

La llorona

Tras ver la película de "Coco", me quedé prendado de un par de canciones. Una de ellas es "La llorona", de la cual, indagué un poco para saber su origen, y ver que la han interpretado diversos artistas, y cada uno ha ido haciendo sus modificaciones, yo me he animado a hacer la mía propia.
Espero que os guste la letra. He incluido los acordes

Lam                  rem                     lam
Bajabas al camposanto, llorona cuando yo
Mi
te vi (bis)
lam                            Sol                        Fa
¡Que bello pañuelo llevabas, llorona! que
         Mi
la virgen te creí (bis)
lam                  rem                 lam
Yo te seguí de lejos, llorona, tras un ciprés
Mi
me escondí (bis)
lam                    Sol                 Fa
Quería verte la cara, llorona, te quería ver
Mi
sonreír (bis)
lam                               rem                   lam
¿Qué tendrán los crisantemos, llorona que
            Mi
hay en el camposanto? (Bis)
lam                                    Sol
Que cuando los mece el viento llorona,
Fa                  Mi
parece que están bailando (Bis)
lam                rem                lam
¡Ay, de mi llorona, llorona de ojos azul
Mi
celeste! (Bis)
lam                          Sol                   Fa
Que cuando no me miran, llorona, me
                   Mi
hacen querer la muerte (Bis)
lam                     rem                     lam
Al ángel de un sepulcro, llorona, mis penas le
Mi
conté yo (Bis)
lam                      Sol                      Fa
¡Cómo serían de grandes, llorona, que
                   Mi
hasta aquel ángel lloró! (Bis)

lam               rem                 lam
¡Ay, de mi llorona, llorona! En este campo
Mi
de Lirios (Bis)
lam                      Sol                   Fa
Cúbreme con tu manto, llorona, que estoy
Mi
muriendo de frío (Bis)
lam               rem                  lam
¡Ay, de mi llorona, llorona! Este amor no
Mi
se indulta (Bis)
lam                     Sol                      Fa
Podría dejar de quererte, llorona, pero
    Mi
olvidarte ya nunca (bis)


lunes, 5 de febrero de 2018

Amores no correspondidos

   A la tierna edad de 6 años, en el colegio, me enamoré por primera vez de una chica; enamoramiento que se prolongó durante toda mi vida estudiantil en la ya extinta E.G.B (es decir, desde los 6, hasta los 13 años). Durante aquellos años, la admiraba así, como de lejos, en silencio, presa de mi timidez, sin atreverme a profesarle mis sentimientos; y sin embargo, sólo tenía ojos para ella. Podía quedarme mirando así como alelado su cara, sus expresiones, perder mi mirada en su pelo, sumergirme en sus ojos, embriagarme de su risa, y con eso me conformaba y me conformé durante años. No pedía más: era alegre de verla así, risueña y feliz, y la admiraba y amaba sin que ella lo supiera.
   Mas… ¡Ay, que la pubertad empezaba a asomar la patita ahí, a la vuelta de la esquina! No pude resistir más tanto silencio, tanta distancia, tanto el no saber ella nada, y decidí lanzarme; al fin y al cabo, el amor no es egoísta, y el no querer compartirlo, se me antojaba un tremendo egoísmo por mi parte; además, si alguien estuviera así de enamorad@ de mí, me gustaría saberlo. ¡Venga! Fuera miedos, fuera inseguridad; cojo carrerilla, un paso, dos pasos, tres zancadas, un salto para tirarme a la piscina y… Creo que lo que pasó después no se puede definir de mejor manera que con la expresión/paralelismo “no había agua”. Mentalmente, me había preparado para un rechazo; incluso para la tan dolorosa frase de siempre “podemos seguir siendo amigos”… pero no, un estallido de carcajadas seguido de una burla (o serie de ellas, ya no recuerdo bien; a partir de esa primera sentí caer un helado chorro de agua de decepción a lo largo de mi espalda que me hizo trasladarme mentalmente a kilómetros de aquel lugar, queriendo huir de esa horrible realidad) fue la respuesta que recibí. Cualquier herida física que hubiera tenido hasta aquel día, era una tontería en comparación al daño interior que sufrí ese día; fue como un desgarro por dentro. Y aún así, no podía dejar de quererla, me resultaba imposible no quedarme absorto mirándola, seguía queriéndola.
   Hagamos ahora un ejercicio de paralelismo: Pongamos a Dios en mi papel, y a las personas en el lugar de aquella chica. ¿Somos conscientes de ese amor inmenso, discreto y callado que Dios nos profesa? ¿Nos gustaría que nos lo hiciese saber? ¿Cuantos de nosotros no habremos reaccionado, al menos alguna vez, como esa muchacha hizo conmigo? Estoy seguro que más de alguna persona, leyendo la situación descrita, se habrá sentido identificada porque le habrá sucedido algo similar. Si sabemos de ese dolor lacerante que nos recorrió por dentro, ¿por qué provocarlo nosotros? Si hemos amado con esa ternura y esa intensidad nosotros, que somos un comino en comparación con Dios, ¡Cuán grande no será el amor que ÉL nos profesa en comparación! ¿Y vamos a atrevernos a rechazarlo, a reírnos, a burlarnos de quien nos ama de esa manera? Crueles, muy crueles seríamos si nos atreviésemos a ello. Y, sin embargo, al igual que me sucedió a mí, Dios no puede dejar de querernos; nos sigue amando así, incondicionalmente, con locura, y con una miopía selectiva hacia nuestros fallos y desdenes. ¡Cuánto, cuánto tenemos que aprender del AMOR (así, con mayúsculas)!

    ¿Qué pasó con aquella chica (seguro que más de uno se preguntará)? Actualmente somos amigos; tras unos años sin saber el uno del otro (en parte porque me vine con mi familia a vivir a Torrejón cuando cumplí los 15 años), recuperamos el contacto, y de vez en cuando charlamos, nos echamos unas risas, y compartimos fotos de nuestros peques. Porque ese es también un rasgo del Amor que Dios nos profesa y enseña: perdonar el daño que nos hayan podido producir, y hacer borrón y cuenta nueva.


miércoles, 24 de enero de 2018

Mes "Limpio" (Cuarta semana)

    Ecuador de la cuarta semana del mes "limpio"
    El cansancio acumulado empieza a hacer mella en el organismo; al parecer, sí que me son necesarios los suplementos al fin y al cabo; me cuesta horrores levantarme (pero por cabezonería, lo hago), llego al fin del día casi arrastrándome a casa, y no estoy teniendo energía para completar los 5 días semanales de entrenamiento. A eso le sumamos que, cuando estoy en mi semana del mes en turno de mañana, uso esa semana para no entrenar y descansar; como este mes ha coincidido con vacaciones, he seguido con mi rutina; así que puede que eso también influya. 
    La tentación de tirar la toalla y detener el "experimento" aquí es grande, pero sé que en semana y media estaré de mañana y tocará descanso, así que me digo "Una semana más, ten cojones y acaba el mes ya que has llegado hasta aquí"
    Hoy he llegado a superar en cinta los 2 km en 15 minutos (me han faltado 17 mts para alcanzar los 2,5 km), llegando a alcanzar los 15,6 km/h; ytras mucho tiempo, he vuelto a romper a sudar (llevaba 3 semanas sin hacerlo)
    Sólo una semana más...


                                                              #Nuncaessuficiente