lunes, 21 de mayo de 2018

El Helado de pistacho

El helado de pistacho

     Ahora que llega el Verano con sus calores, vamos a tratar de mitigarlos un poco con este refrescante cuento.

     Desde la vitrina en la que era expuesto junto a sus hermanos, el helado de pistacho veía pasar a la gente frente al escaparate. Con hastío, observaba cómo iban entrando los clientes uno a uno, e iban eligiendo al resto de sabores; siempre los mismos. Esta situación, lo único que hacía era generar en su interior una mezcla de sentimientos entre envidia, tristeza, y a veces, hasta rabia; rabia hacia sus hermanos por ser elegidos, rabia hacia la gente que jamás miraba en su dirección, rabia hacia el heladero por crearle para tenerle ahí, viendo como los demás eran los que la gente se llevaba; y por último, rabia hacia sí mismo, por no ser de otro sabor más atractivo para el público.
     Un día, no pudo más con esa situación, y a la hora del cierre, estalló contra el heladero.

- ¡Ya no puedo más! ¿Por qué te molestaste en crearme, si nadie me quiere? ¡Vaya desperdicio de tiempo y de existencia! Y el principal culpable de todo esto eres tú, necio heladero, por crear un helado de un sabor que nadie quiere.
     Con paciencia, el artesano dejó que el insatisfecho dulce soltase toda esa rabia que tenía dentro; lo veía tan sulfurado, que temía que en algún momento, todo ese ardor le hiciera derretirse y perder su vida. Cuando vio que ya lo había echado todo hacia fuera, fue cuando decidió responderle.

- Has de saber, mi querido amigo, que no todo el mundo es igual.- Respondió paciente y amable el heladero.- Fíjate en la cantidad de gente que entra en la tienda, ¿Cogen todos el mismo sabor? Has visto que no es así. Si todo el mundo escogiera al helado de chocolate, no me molestaría en preparar ningún otro sabor; sin embargo, los clientes vienen y piden helado de fresa, de vainilla, de nata…

- Pero a mí no me eligen.- Respondió compungido el helado

- De momento.- Respondió con afabilidad el artesano.- Pero créeme, alguien tarde o temprano lo hará. Yo os elaboro a todos con el mismo cariño, mimo y dedicación; en todos vosotros, en ti y tus hermanos, deposito mis esfuerzos y conocimientos; y todos lleváis mi sello, una pequeña parte de mí… ¡Sois mis hijos! Has de tener paciencia; la heladería lleva unos pocos días abierta, y aún no ha empezado el calor fuerte del verano. La gente está empezando a conocernos a todos; puedes tener la seguridad que pronto serás el elegido, y créeme, esa sensación de ser escogido por primera vez, es algo indescriptible, que tus hermanos ya han olvidado. La gente, al principio, va a lo que ya conoce, porque le da miedo arriesgarse; estoy seguro que cuando te conozcan, no dejarán de pedirte.

- Gracias, papá.- Dijo suavemente el helado de pistacho.

- Vamos a dormir, mañana empiezan las vacaciones de Verano, y nos espera un día bastante animado.

     Al día siguiente, justo a la hora de salir del colegio, un padre con su hija entraron por la puerta de la heladería.

- ¡Quiero ese, papá!

- ¿En serio? ¿Un helado de pistacho?.- Se sorprendió el padre.- No estoy seguro… ¡Los helados son dulces y los pistachos salados!

- ¡Pero sabes que me encantan los pistachos, papá! Prometo comérmelo entero

- Puedo asegurarle que le va a encantar.

- ¡Bueeeeeeno!.- Cedió el padre.- Pónganos entonces un helado de pistacho

- ¡Pero de dos bolas!

- Está bien…

- ¿Quieres que le ponga caramelo, chocolate líquido, fideos de colores…?.- Terció el heladero.

- No, lo quiero sólo sobre el cucurucho. ¡Esas cosas esconderían su sabor! ¿Y quién querría esconder su sabor favorito?

     Tras cobrar al padre, y ver a ambos salir por la puerta, el heladero guiñó un ojo hacia el helado de pistacho, pero este no se dio cuenta: estaba extasiado de felicidad por haber sido escogido, y además al natural, tal y como era, sin aditivo alguno. Y comprobó cuan cargadas de verdad estaban las palabras que su creador le había dicho la noche anterior: era una sensación indescriptible. El Verano empezaba ya, y se presentaba bastante prometedor.

     (Esta historia tiene una moraleja, pero os la podéis imaginar, ¿verdad?. Lo siento, no puedo ponérosla por razones de espacio, pero os la dejo como deberes para el verano)


miércoles, 16 de mayo de 2018

My Farewell

Me dice Facebook que qué estoy pensando... ¡Ojalá y pudiera decir todo lo que me pasa por la cabeza! A estas alturas no es ningún secreto que ha acabado una etapa de mi vida; no por decisión propia, no de manera amable precisamente, y con muchas cosas que decir por mi parte.
Pero voy a ser elegante y civilizado; voy a tener la cortesía que conmigo no se ha tenido, y me comportaré como un caballero. De forma discreta, ha sido el impulso que necesitaba para alejar personas y situaciones que en mi vida no eran en absoluto beneficiosas (es más, a día de hoy, les considero auténticos tumores humanos). Te das cuenta que, cuando pierdes la sonrisa en ciertos desempeños, y ves que la cosa no mejora, si no que se mantiene (e incluso va a peor), de nada sirven los buenos recuerdos de tiempos que ya no volverán para intentar mantener con vida lo que muerto está.
Tengo la conciencia limpia, y mantengo la cabeza bien alta; pues lo di todo siempre, e hice cuanto estuvo en mi mano; a pesar de los obstáculos, las zancadillas, y las puñaladas traperas (tantas, que parezco un puercoespín con tanto mango de puñal sobresaliéndome). Lo di todo, sacrifiqué mucho, y en correspondencia he recibido lo que he recibido.
Los boomerangs siempre vuelven, y con cuanta más fuerza los lances, con más fuerza volverán. Justicia divina, Kharma, Justicia poética... tiene varios nombres, pero el principio es el mismo (y podéis creerme: se cumple). Las balas perdidas encontrarán su destino; su dueño. Y a esta persona van dedicadas estas palabras: Tu mayor fracaso, tu fracaso más cruel es que, pese a todos tus esfuerzos, no lograste doblegarme. Lo más patético del asunto es que crees que "me has ganado". No lo has hecho, en absoluto; y lo acabarás descubriendo. En tu mundo de fantasía, te crees que nadie es mejor, ni más inteligente, ni desata más envidias que tú... Sigue así, continúa en tu ensoñación, pero te lo advierto, el despertar será muy, pero que muy duro (si en algún momento reúnes el valor y las agallas suficientes para afrontar la realidad en lugar de arrojar balones fuera o seguir en tu realidad paralela)
Ahora me gustaría dirigirme a quienes realmente merecen la pena: ¡GRACIAS! GRACIAS, porque habéis estado a mi lado; luchando, sufriendo y disfrutando, riendo y (cuando ha tocado) llorando. GRACIAS, porque no os habéis creído las mentiras y patrañas vertidas sobre mí. GRACIAS, porque a pesar de todo, del miedo, de las amenazas, de la presión, seguís creyendo en mí, y seguís llamando "blanco" al color blanco, aunque pretendan que le digáis "Negro". Esas personas son las que realmente me apena no ver ya a diario, pero podéis tener la seguridad que no os voy a echar de mi vida ni de coña. GRACIAS, por ser así, por vuestra lealtad (ya sea proclamada a voces, o sllenciosamente, en un comprensible y jamás reprochable instinto de conservación y autoprotección), cariño y apoyo. Sois gente a la que recordaré siempre con una sonrisa, y a la que sonreiré abiertamente si Dios, el destino, la vida, o lo que sea nos vuelve a cruzar por la calle.
¡HASTA SIEMPRE!

jueves, 3 de mayo de 2018

Curado de ti

     Dudo que jamás leas esto, y la verdad, a día de hoy, me importa bien poco. Sin embargo, necesito escribirlo, plasmarlo de alguna manera, para que quede constancia de ello.
     Ya siento que nada me vincula a tí, y, sinceramente, lo agradezco. He tardado mucho, muchísimo en darme cuenta de lo dañina que has sido para mí en mi vida; pero, gracias a Dios, eso ya se acabó.
     Te mantuve, sí, a pesar de todo en mi vida por añoranza de los buenos viejos tiempos, y porque me resistía con todas mis fuerzas a caer en los estereotipos del "llevarse mal con la ex y no poderse ni ver"; quería demostrar (a todo el mundo y a mí mismo) que era posible tener una relación de buena amistad con alguien con quien tuviste algo bonito en el pasado. Ciego de mí, incluso pasé por alto todos los feos que me hiciste, y los jueguecitos y mareos de "ahora sí, ahora no" para tenerme detrás tuya; porque eso es lo que le gustaba y satisfacía a tu ego: el tenerme detrás, mareándome, dándome unas falsas esperanzas cuando, en el fondo, no tenías intención alguna de retomar nada.
     ¡Qué cosas! Las veces que no entré en tu juego, que dejé de prestarte atención, era cuando te ofendías, te sentías menospreciada, y me atacabas con toda la virulencia de la que eras capaz. La primera vez fui tonto, y quise dejarlo correr; pensaba que, tal vez, habrías aprendido de tu error, que así no se trata a la gente, y que tenías un serio y sincero propósito de enmienda... Me demostraste que me equivoqué. Ahora, en retrospectiva, es cuando lo veo, cuando la venda de mis ojos ha caído, y me doy cuenta que el malo en esta historia no era yo, como pretendías hacerme creer.
     Recuerdo aquella última tarde que nos vimos; llevabas meses con ese jueguecito que tanto daño me hacía, y cuando vi aquel beso... me sentí curado.
     Ahí está la clave: CURADO; ese sentimiento, ese sentir que ya no me dolías, me hizo empezar a pensar. ¿Curado?  ¿Curado de ti? ¿Eso significa que, en el fondo sabía que eras mala para mí, y que por eso te estaba considerando como una enfermedad? Tenía esas dudas rondando mi cabeza, cuando volviste a la carga, herida en tu ego y orgullo porque tenías el síndrome de abstienencia del perrito faldero; te faltaba tu dosis de tenerme detrás (a pesar de, como tú misma me decías y echabas en cara con la intención de herir, eras muy feliz con tu relación de pareja), y eso no podías soportarlo. Se dijeron palabras que aunque no eran fuertes en su sonoridad, sí lo fueron en su significado. Esta vez no estaba dispuesto a agachar la cabeza como un perrito; y aún así, tuve la delicadeza de enseñar los dientes, gruñir, pero no morder; sentía que cada vez me vinculaban menos cosas, y aún así, no quería, de ninguna manera ponerme a tu altura y ser como tú (y créeme, tenía un par de armas verbales escondidas que te habrían provocado a tí, todo el daño que buscabas causarme a mí).
    Sí, seguíamos guardando cierta corrección política y, tal vez por esa misma añoranza de los viejos tiempos, seguíamos felicitándonos el cumpleaños. El último rito formal, una muestra de ¿Educación? ¿Formalidad? ¿Saber estar tal vez?. Da igual; los dos últimos años, cuando vi que ni en el día en cuestión (que jamás olvidabas, y que, incluso odiando hablar por teléfono, llegabas a llamar), ni tampoco el siguiente (ni tan siquiera una semana después), vi que ya ni te molestabas, ya me dejaste bien claro cómo tratas a la gente cuando ya ves que no puedes sacar nada de ellos. Tras esos dos años en los que, yo sí trataba de no dejar pasar el día sin felicitar, pero no era correspondido, fue cuando vi que ya no tenía sentido tener contacto ni a través de las Redes Sociales (tu teléfono lo borré hace ya muchos años).
     Esta mañana, di el tiro de gracia a esta relación que ya nada me aportaba: haciendo limpieza, encontré tus cartas. Sí, más de 20 años después, aún las conservaba, desde la primera. Abrí y releí un par de ellas, y no sentía nada; no había nada en absoluto en mi interior; sólo frialdad. Hice lo que hago con aquello que ocupa espacio inutilmente en mi vida (y que pensé que jamás haría): Las he tirado al contenedor de papel, TODAS ellas. Tal vez alguien las encuentre, pierda su tiempo en cotillearlas y leerlas, y a lo mejor, hasta se cree todo lo que ahora sé que fueron mentiras; espero que no sea así.
      Me he curado de ti; ha sido duro, pero te he exorcizado por fin de mi vida, no sé nada de ti, y no siento ni la más mínima inquietud, curiosidad o interés. Sólo espero, que no le hagas a nadie más lo que hiciste conmigo; porque la gente te descubrirá tarde o temprano, y acabarás tus días en completa soledad, añorando los días en los que te sentías deseada y querida, pero ya será tarde.
     Por mi parte, son las últimas palabras que te dedico:

     ADIOS