Todo cambia, nada permanece imperturbable, y como muestra este blog, que a partir de ya cuenta con más autores
miércoles, 22 de diciembre de 2010
sábado, 18 de diciembre de 2010
Más risas, esta vez con vídeos
viernes, 17 de diciembre de 2010
Risas (fotos subidas desde WWW.desmotivaciones.es)
domingo, 12 de diciembre de 2010
Versión original de Distinto
domingo, 28 de noviembre de 2010
Cubito de Hielo
CUBITO DE HIELO
Resbalando por mi espalda
no quiero notar el frío.
Permanezco ajena a la sensación
de tu voz en mi oído.
Me giro sobre mí misma
en dos tiempos,
entre el pasado perfecto y el presente continuo,
y siento tu mirada.
Resbalando hacía el ombligo,
casi derretido,
gotas por las costillas
hacía la sábana…
Comienza a entrar
y es ya sólo un recuerdo
empujado por el deseo.
Se deshace en mi interior,
como toda yo…
Capitulo VI El inicio del viaje
Capítulo VI El inicio del viaje.
Hoy hemos discutido con bastante dureza. La verdad es que nunca soñé que pasaría, pero supongo que es algo por lo que tarde o temprano tenemos que pasar todas las parejas. Se han dicho cosas bastante duras y desagradables; y ahora te tengo aquí, dormida a mi lado, con la espalda vuelta hacia mí; enfurruñada y furiosa por las cosas que nos hemos dicho. Yo estoy igualmente cansado; discutir me deja sin energías; y aquí estoy, sentado en mi mitad de la cama pensando si abrazarte y quedarme dormido así como tantas noches, y así forzar una tregua, o mantenerme firme en mi posición y darte la espalda yo también a ti.
Aún sabiendo que no hago bien, opto por la segunda idea, y me duermo dándole vueltas a un único pensamiento: ¿qué pasaría si despertaras y vieras que no estoy, que no existo? Presa de ese agotamiento, voy sumiéndome cada vez más en el aletargador abrazo de Morfeo, y noto cómo mis ojos se van cerrando poco a poco…
El calor empieza a lamerme los párpados y la luz pugna por colarse a través de ellos. Noto una extraña suavidad bajo mi cuerpo: no es la suavidad de las sábanas; si no algo más… granulado. ¡No puede ser! Instintivamente, mi mano se cierra en un intento de negar la evidencia que todos mis sentidos me anuncian; todos menos la vista, pues aún mantengo los ojos cerrados. Arena; lo que mi puño sostiene es arena. Abro los ojos lleno de incredulidad: ¡Estoy en una playa!
- ¿Cómo he llegado aquí?.- Me digo; y en ese momento, me doy cuenta de otra cosa: la playa está desierta. No hay nadie alrededor de mí: sólo hay arena y más arena en derredor mío; una arena de color muy claro, y tacto muy suave, casi sedoso. Una arena, que debido a la intensidad de la luz del sol que me alumbra en estos momentos, debería estar ardiendo, pero no es así: esta arena mantiene una temperatura bastante agradable: ni ardiente, ni gélida, como si la hubiesen puesto a propósito a una temperatura apta como para estar sentado donde me encuentro.
Miro hacia las aguas. El mar tiene un oleaje suave, y tan pacífico, que apenas parece que esté en movimiento; la vista alcanza a ver el punto donde agua y cielo se besan allá en el horizonte. Ni un solo barco, ni un bañista; estoy completamente sólo.
Mientras mi mente sigue haciendo cábalas y elucubraciones de cómo he llegado hasta aquí, te busco nervioso, como si esperase que aparecieras en cualquier momento… pero nada: aquí, en este playa que se me antoja paradisíaca, no estás tú, al igual que no hay nadie en la arena, ni tampoco en el agua.
El sol luce brillante en lo alto del cielo. Su calor me baña y rodea, pero no me quema; la verdad es que la temperatura es agradable; y aunque la luz del sol rebotando en la arena debería cegarme, compruebo con sorpresa que no es así. Estoy tan a gusto, que dan ganas de quedarse aquí para siempre.
Pero siento que nada de esto es natural; demasiado bonito, demasiado idílico, demasiado solitario; pero sobre todo, ¿Cómo he llegado aquí? Mi mente da vueltas rápidamente, y llego a la conclusión de que debe tratarse de un sueño. ¡Eso es! Se trata de un sueño, demasiado vívido, demasiado real, pero un sueño al fin y al cabo. En cualquier momento despertaré, y la suavidad que mis dedos acarician pertenecerá a la sábana, en lugar de esta arena tan sedosa y límpia; la luz del sol que me rodea y alumbra, pertenecerá en realidad a la de la lámpara de la mesilla de noche; y el murmullo de las olas del mar, será sustituido por el ruido del tráfico que se colará a través de las rendijas de la ventana.
Espero pacientemente a que llegue el momento de despertar y volver a la realidad; esa realidad en la que ambos nos hemos peleado esta noche, y nos hemos dicho palabras que jamás debieron salir de nuestros labios. Una realidad, en la que nos cruzaremos miradas cargadas de dolor, amargura y resentimiento por las afrentas recibidas. Espero, sigo esperando… parece que el final de este sueño, que mi despertar, va a hacerse de rogar. Decido sentarme (aunque sé que en el fondo es el yo de mi sueño el que se sienta, por que sé que no es real) y sigo esperando. Empiezo a aburrirme, para ser un sueño, está siendo bastante tostón; en los sueños siempre pasa algo: ya sea probable o surrealista, pero no te quedas sentado durante horas sin que pase nada…
Llevo ya un par de horas, cuando oigo una voz detrás de mío.
- ¿Acostumbrándote al lugar, o esperando a alguien?
Me giro para ver al autor de la pregunta: en un hombre a aproximadamente unos 50 años: el pelo empieza a escasear en su cabeza, pero no es así con su cara, la cual queda enmarcada por una demasiado límpia y blanca barba. Viste un atuendo bastante veraniego: Sandalias en los pies, unos pantalones cortos de color marfil, una camisa de estilo hawaiano, con montones de flores y hojas sobre un fondo azul brillante, y unas gafas de sol para protegerse la vista.
- Pareces sorprendido.- Me dice. – Y también desorientado. Supongo que te preguntas qué haces aquí. ¿Por qué no te levantas y te lo explico todo mientras damos un paseo?
Aunque desorientado, le hago caso y me pongo en pie. Me llama mucho la atención esta persona que acaba de aparecer. No le conozco de nada, y estoy seguro de que no le he visto en mi vida; entonces ¿qué hace en mi sueño?
- Aún crees que estás soñando.- Me dice. – Lamento decirte que no es un sueño; esto es bastante real. Por cierto, me llamo Pedro.
viernes, 26 de noviembre de 2010
Cambios
viernes, 19 de noviembre de 2010
Interrogatorio Batman al Joker
martes, 16 de noviembre de 2010
Insultos para enmascarar la inoperancia
martes, 2 de noviembre de 2010
Cuando te marches
lunes, 1 de noviembre de 2010
La parábola de la bicicleta
miércoles, 27 de octubre de 2010
Malas noticias
viernes, 22 de octubre de 2010
El emperador busca trabajo
miércoles, 20 de octubre de 2010
¿Pero qué cojones pasa?
miércoles, 22 de septiembre de 2010
El amor y la amistad
domingo, 29 de agosto de 2010
La visita de Cupido
Dibujo original de mi compi y amigo Antonio Herrero
Paseaba sola, sin más compañía que la de mis pensamientos, cuando llegué a aquella laguna. El calor sofocante que reinaba en la atmósfera se hizo uno con el tempestuoso sentimiento que me reconcomía, y aquel pedacito de agua fresca se antojaba un alivio a las altas temperaturas del ambiente y de mi corazón.
El frescor del agua alivió en parte la sensación de ahogo que tenía, pero no la curó del todo. Aún en mi memoria estaba el recuerdo de su traición, y los mínimos deseos que tenía de que nadie tocase mi corazón de nuevo. Sí, mi corazón seguía latiendo, pero eran simples bombeos de sangre por todo mi cuerpo; en ningún momento lo hacían por él ni por nadie; simplemente latía por natural supervivencia, nada más. Recién salía del agua, sumida en mis pensamientos y planificando una vida sin amor en ella, cuando le vi.
Un niño, un niño pequeño de cabellos dorados y sonrisa inocente y abierta se acercaba hacia mí. Un sentimiento de pudor me invadió y cubrí mi desnudez para tapar mi indefensa intimidad y preservar su tierna inocencia. Pero había algo distinto en él; algo que le hacía diferente al resto de niños. Tenía las manos situadas a su espalda, y había algo más, pero apenas podía distinguirlo, pues caminaba de espaldas al sol, el cual me cegaba.
No fue hasta que estuvo a unos poco pasos que descubrí qué era aquello que encontraba anómalo en él. Dos hermosas alas blancas y un carcaj lleno de flechas estaban situados en su espalda. Comprendí de quién se trataba, y desde el principio supo que no se trataba de una broma. No una normal al menos, si no más bien macabra; había decidido cerrar herméticamente las puertas de mi corazón al amor ¿y Cupido en persona venía a visitarme?
Seguía sonriendo mientras se acercaba a mí al tiempo que cogía una flecha con una de sus manos. Definitivamente, aquel pequeño venía en mi busca, y justo cuando menos lo deseaba. A esa distancia debió considerar que no necesitaba el arco, pues se seguía acercando a mí flecha en mano. Lo evalué y comprendí que tenía una oportunidad de resistirme; su cuerpo era el de un niño pequeño, el mío el de una mujer adulta; podría mantenerle a distancia sin problemas y así estar a salvo del alcance de su flecha y del dulce y placentero dolor que produce que su punta se clave en mi corazón.
¿Cómo luchar contra alguien que sigue sonriendo y que lo único que quiere es regalarte el bello dolor del amor? Extendí mis brazos para apartarle mientras le sonreía con ternura. Sólo hacía su trabajo, pues obedece a un poder superior, pero yo me negaba a ello ¡con todas mis fuerzas!
¡Cuan poderoso puede llegar a ser el amor que convierte en bestia al hombre y en hombre a la estia! A pesar de ser más grande que él, Cupido seguía acercándose, como si mis brazos no fueran obstáculo alguno. Cambié mi sonrisa por una expresión de enojo, pues me quería rebelar contra lo que se me avecinaba; pero según mantenía el contacto con él, me iba contagiando del amor del que él mismo está hecho, y una sonrisa se volvió a dibujar en mi rostro: el amor iba a volver a mi vida, por mucho que yo quisiera resistirme a ello, sólo tenía que aceptarlo.
Carta de Despedida a Dulcinea
domingo, 22 de agosto de 2010
Busco un corazón
Da igual el color o el tamaño, no me importa la velocidad ni la fuerza con la que lata; ni tan siquiera si tiene la forma bonita de los dibujos sencillos que pintamos de pequeños y que está representado en la baraja de cartas, o si su forma es la menos romántica que nos muestran en clase de anatomía. Tampoco importa si no ha nacido en la misma tierra que me vio nacer, ni bajo el mismo sol, ni que hablemos o no el mismo idioma.
martes, 17 de agosto de 2010
La participación en la eucaristía
jueves, 12 de agosto de 2010
Sobre la Huelga del 29 de Septiembre
miércoles, 4 de agosto de 2010
Anterior Equipo A ante el nuevo de los cines
Y este es el actual de los cines, con Liam Neeson, Bradley Cooper
martes, 27 de julio de 2010
Gracias por las moscas
¡Qué coñazo de moscas! Es una de las frases que más solemos repetir en Verano. Y es verdad que estos insectos llegan a ser una auténtica molestia; siempre zumbando a nuestro alrededor, y posándose en todas partes, produciéndonos un molesto cosquilleo. Muchas veces oigo la expresión "No sé en qué pensaba Dios cuando las creó".