viernes, 30 de abril de 2010

La silla vacía

La hija de un hombre le pidió al sacerdote que fuera a su casa a hacer una oración para su padre que estaba muy enfermo. Cuando el sacerdote llegó a la habitación del enfermo, encontró a este hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el sacerdote asumió que el hombre sabía que vendría a verlo.

[La silla con pipa de Vicent van Gogh]"Supongo que me estaba esperando", le dijo. "No, ¿quién es usted?", dijo el hombre. "Soy el sacerdote que su hija llamó para que orase con usted, cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo estaba viniendo a verlo"

"Oh sí, la silla", dijo el hombre enfermo, "¿Le importa cerrar la puerta?" El sacerdote sorprendido la cerró.

"Nunca le he dicho esto a nadie, pero... toda mi vida la he pasado sin saber como orar. Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, etc., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y salió por el otro pues no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces hace mucho tiempo abandoné por completo la oración. Esto ha sido así en mi hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo: "José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas... te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti, luego con fe miras a Jesús sentado delante de ti. No es algo alocado hacerlo pues Él nos dijo: "Yo estaré siempre con ustedes." Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora mismo"

"Así lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija pues me internaría de inmediato en la casa de los locos".

El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que había estado haciendo y que no cesara de hacerlo. Luego hizo una oración con él, le extendió una bendición, los santos óleos y se fue a su parroquia.

Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre había fallecido. El sacerdote le preguntó:

-¿Falleció en paz?

-Sí, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama, me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras una hora mas tarde, ya lo encontré muerto. Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Que cree usted que pueda significar esto?"

El sacerdote se secó las lágrimas de emoción y le respondió:

- "Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera".


jueves, 29 de abril de 2010

Las huellas en la arena

Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida.

Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.

Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.

Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tu me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo porque Tu me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba".

Entonces, El, clavando en mi su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".


Este es otro de esos cuentos que escuché en mi adolescencia. Hay varias personas de mi entorno que suelen referirse a él cuando sienten que no pueden más

domingo, 25 de abril de 2010

Las personas son regalos

Las personas son regalos que la vida me ha dado.
Ya vienen envueltas, algunas en forma muy bella y otras de una manera menos atractiva.

Algunos han sido maltratados en el correo; otros llegan como "Entrega Especial";
Algunos llegan envueltos, otros cerrados con gran rigidez.

Pero la envoltura no es el regalo y es importante darse cuenta de esto.

Es muy fácil equivocarse en este sentido, juzgando el contenido por el estuche.

A veces el regalo se abre con facilidad; otras se necesita la ayuda de otras personas.

Tal vez es porque tiene miedo, quizá han sido heridas antes y no quieren ser lastimadas de nuevo.

Pudo ser que alguna vez se abrieron y luego se descartaron.
Quizá ahora se sienten más bien como "cosas" que como seres humanos.

Yo soy una persona. Como todas las demás personas también soy un regalo. Poseo una bondad que es sólo mía.

Y sin embargo, algunas veces tengo miedo de mirar dentro de mi envoltura.

Tal vez temo decepcionarme, quizá no confío en el que llevo dentro. Pudiera ser que en realidad nunca he aceptado el regalo que soy.

Cada encuentro y comunicación entre personas es un intercambio de regalos.

Mi regalo soy yo, tú eres tu regalo.

Somos obsequios de Dios de unos para otros.

Es difícil pensar en ocasiones que aquel que me ha lastimado es también un regalo de Dios, pero si vemos la ofensa como una envoltura maltratada y no nos quedamos con ella, seguramente encontraremos un hermoso regalo, pues de cada suceso Dios nos tiene una enseñanza para crecer en su amor, en nuestra fe...

Nosotros mismos podemos tener una envoltura tan maltratada por el tiempo y/o las circunstancias, pero lo que llevamos dentro siempre será hermoso, pues quien lo puso ahí es nuestro Creador, solo tendríamos que ver hacia adentro y estar listos para darnos... descubre en tu interior todos los dones con los que El Señor te conformó y sé el digno regalo para los que te necesitamos.

Autor desconocido


Este precioso texto, es uno de los que con más cariño conservo en la memoria. ¡Ojala y tod@s nos diésemos cuenta del valioso regalo que son los demás para nosotr@s

El pequeño Canguro


Nota: He querido con esta etiqueta que inauguro aquí con el nombre de "cuentos", el recuperar algunos que he tenido la suerte de poder leer o conocer. El siguiente, titulado "El pequeño canguro" lo oí allá por el año 1996, y me llegó bastante. ¿Cuantas mamás canguro hay por el mundo? Disfrutadlo

Un día el pequeño canguro sacó la cabeza por el agujero de la bolsa y dijo:
- Mamá, ¡qué grande que es el mundo! mamá, ¿puedo ir a ver cómo es?

- Ya te le enseñaré yo, no hace falta que salgas de la bolsa. Te podrías hacer daño, o encontrar malas compañías y exponerte a peligros innecesarios!.- dijo la mamá mientras acariciaba dulcemente su pelo suave - Yo soy una mamá responsable y decente.- El pequeño canguro suspiró, calló, y se quedó quieto dentro de la bolsa.

Pero el pequeño canguro crecía, se hacía grande, y cuando casi no cabía dentro de la bolsa, la mamá le ordenó:
- Te prohíbo que crezcas.- Y el pequeño canguro, que era muy obediente, paró de crecer en aquel mismo instante.

El pequeño canguro, desde la bolsa veía cosas y hacía preguntas a la mamá. Era un chico inteligente y todo lo encontraba interesante. Pero la mamá canguro estaba muy molesta porque no encontraba respuesta a las muchas preguntas que su hijo le hacía. Al final le dijo:
- Te prohíbo que hagas preguntas.- Y el pequeño canguro no preguntó nunca más.

Un día las cosas estuvieron a punto de arreglarse.El pequeño canguro, desde su lugar de observación, vio una cangurita preciosa.
- ¡Mamá!.- dijo - Me quiero casar con aquella cangurita

Una lágrima de dolor se resbaló por el ojo de la mamá canguro:
- ¡Ay!.- respondió la mama. - ¡Ya quieres abandonarme para irte con cualquiera! ¡Qué desagradecido que eres, con todo lo que he hecho por ti!. ¡Te prohíbo que te cases!.- Y el pequeño canguro no se casó.

Cuando la mamá cangura se murió vinieron a sacar al pequeño canguro de la bolsa de la difunta. Era un animal extraño. Su cuerpo era pequeño pero en cambio, tenía cara de viejo.

Cuando le dejaron en el suelo, todo su cuerpo se cubrió de un sudor muy frío
-¡Tengo miedo!- dijo - Por favor, ¿me pueden poner en el agujero de aquel árbol?

Y el pequeño canguro se pasó el resto de sus días mirando el mundo desde el árbol. De vez en cuando decía:
- Realmente, ¡qué grande es el mundo!
Lluís Folch i Soler (si no me han engañado, es el autor del cuento)

martes, 13 de abril de 2010

La casa de mi vida (1)

¡Adelante, pasad!
Que no os desanime la puerta entornada. Espero que lo entendáis: siempre estoy dispuesto a recibir a la gente, y a l@s amig@s más aún; pero no la tengo abierta de par en par, por que como tod@ hij@ de vecin@, he pasado por malas experiencias, y no abro la puerta así como así por miedo, como a cualquier persona le pasaría.
Sí, el recibidor es grande y luminoso; ¡que no se diga que doy malos recibimientos! Me gusta ser un buen anfitrión, y si recibo a la gente, no me gusta que se lleven una mala primera impresión.
Ya llegamos al salón, es donde suelo pasar parte del día. Poneos cómod@s si así lo deseáis. Espero que el perro no os de mucho la lata; es bastante cariñoso, y como al dueño, le encanta recibir visitas. Espero que sepáis perdonar el desorden; pero rara vez paro quieto; y aunque os parezca raro, dentro del desorden me encuentro con bastante paz.
¿Queréis que os sirva algo? ¡Qué demonios! ¡Acompañadme a la cocina! Sí, también es bastante grande. Me encanta cocinar, y a veces, suele relajarme mucho. Lo que me da más pereza es ordenarla, pero lo que es cocinar... ¡podría pasarme horas haciéndolo! Ya no sólo por el placer de comerme lo que elaboro y poder así juzgar si el esfuerzo ha merecido la pena, si no también para poder agasajar a los invitados o huéspedes que reciba. ¿Queréis una cervecita? Ya... antes yo era contrario al consumo de alcohol o cualquier sustancia que pudiese alterar la personalidad o percepción del mundo que nos rodea... Afortunadamente, es algo que tengo totalmente controlado y ni siento dependencia por dichas sustancias (es decir, que me da igual consumirlas o no, y no siento ningún síndrome de abstinencia si estoy una temporada sin catarlas) y por otro, mi cuerpo necesitaría de grandes cantidades para que pudiesen hacerme el más mínimo efecto.
¿Queréis ver más de la casa? De acuerdo. Aquí tenéis el pasillo. Aunque es unidireccional, podéis observar que es un pelín sinuoso y con curvas. Suele pasar que la gente juzga como quien juzga un pasillo: Ve un pasillo y dice: "Es un pasillo sin más" pero no se para a ver su longitud, si el suelo es firme o no, si las paredes están empapeladas o tienen gotelet... ni siquiera se fijan si la dirección es totalmente recta o no. De la misma forma juzgan a su prójimo: Se hacen una idea general con cuatro rasgos (a veces incluso con sólo la primera impresión y se niegan a buscar y saber más) y ya etiquetan a la persona de forma plana y con estereotipos... ¡Qué cuadriculad@s de mente que llegan a ser algun@s! Pues mi pasillo es sinuoso y con curvas, con suelo firme de madera y paredes irregulares cuyos desniveles quedan ocultos por el gotelet puntiagudo. ¿Que por qué es puntiagudo? Para que la gente tenga cuidado al tocarlo. Al igual que la bienvenida la doy sin problemas, el entrar en el pasillo que da a las habitaciones ya es un poco más peliagudo: Requiere un nivel de confianza más íntimo; y ese gotelet puntiagudo es para protegeros. No es que tenga demasiado miedo a que me hagáis daño, si no que mi cabeza es un lugar complicado donde meterse y esta medida disuasoria es para que os hagáis una idea de donde os podéis llegar a meter. Si queréis dar marcha atrás, estáis a tiempo.
¿Seguís la visita? ¡Gracias! La primera parada es el baño: ese sitio donde limpiamos nuestros cuerpos y "aliviamos nuestras cargas" El alma también necesita aliviarse bastante a veces y limpiarse (¡parece mentira lo que se puede llegar a manchar un@!) Supongo que habréis reparado en el rollo de papel higiénico "king size" y que el champú y los jabones son de hierbas naturales. ¡Qué puedo decir! Soy de carne y hueso, como todo el mundo; y como tal, acumulo bastante mierda que hay que expulsar. ¿Lo de los jabones naturales? Para mí no hay nada que me traiga más paz que la hierba fresca y el olor a campo y naturaleza: disfruto del olor del romero, la hierbabuena, los pinos.... me hacen abstraerme y olvidarme de los agobios del día a día.
Continuemos: Esta habitación de aquí es la de los recuerdos agradables: L@s primer@s amig@s, las sonrisas, las risas, los juegos, la música, los momentos de silencios en los que se expresa todo... suelo pasar mucho rato aquí; me gusta atesorar esos momentos y revivirlos. Procuro etiquetarlos todos en orden cronológico, y si puede ser, con fecha exacta; pero a veces la memoria me juega malas pasadas y no puedo situarlos en el tiempo con exactitud.
¿Que si hay un cuarto con los recuerdos desagradables? ¡Por supuesto que sí! Pero no suelo visitarlo muy a menudo; creo que a nadie le gusta visitar este cuarto, así que mejor ni entramos ¿ok? Decepciones, pérdidas, lágrimas derramadas... ¿a quién le gusta eso? ¡Bueno! Tal vez algún día invitaré a Alex Ubago a visitarlo para que saque material para un nuevo disco... ¡Y le dejaré ahí encerrado! Seguro que la humanidad me lo agradecerá...
¿La siguiente habitación? Es la habitación de los "trocitos de vida" ¿Por qué la llamo así? Veréis, tengo una teoría: Cuando estableces una relación con alguien (ya sea de amistad o amorosa), o con una mascota (también te pasa con alguna canción, película o libro que te toca especialmente), proyectas parte de tí en esa persona o animal; y sientes que esa parte de tí, vive en el/ella (algo así como los horrocruxes en Harry Potter, pero en positivo). Entonces cuando ese ser muere, o desaparece de tu vida, sientes como si te desgarrasen; y es por que sientes que una parte de tí muere o se marcha con él/ella, y entonces sientes que has perdido ese fragmento de tu ser que has volcado en esa persona o animal. ¿Echas de menos a la persona (o animal) o a esa parte de tu alma que quedó en su interior? Quiero creer que a amb@s; si únicamente extrañas lo que has dado, serías un/a gran egoísta. ¿Qué hay pues en esta habitación? Amig@s que ya no están (bien por que murieron, bien por que el tiempo y la distancia nos separaron, bien por discusiones, peleas y rencores...) parejas que ya no lo son, mascotas muy queridas, familiares... Me produce un sabor agridulce venir a esta habitación; pues aunque sonrío al recordar y revivir los buenos momentos, me duele rememorar los momentos de despedida; y en esos momentos, es cuanto más añoro los tiempos en que se produjeron los buenos recuerdos...
Llegamos a mi habitación; mi espacio único y personal. Espero que no os moleste que me desnude; pero llegad@s a este punto, es una forma de simbolizar que no hay nada que ocultar... No, no es que haga frío, es que es pequeña, ahora pasemos a otro tema... (Sí, es pequeña por que no le doy ya tanta importancia a esos temas... ¡teníais que haberla visto en mi pubertad!). Ya veo que estáis observando las guitarras... me encanta tocar, aunque lo haga de pena; otro día tocaré, que hoy ya ha llovido bastante ;) . Sí, eso son dos estanterías repletas de libros y tebeos; y también hay álbumes de fotos con todos los recuerdos y "trocitos de vida"; todo esto es lo que me ha formado, esculpido y definido en la persona que soy hoy en día. Ahí en el rinconcito está el escritorio con el ordenador, pluma, bolígrafo, lápiz y papel; donde voy anotando ideas, y donde a veces las desarrollo y doy forma para escribir relatos, poesía o este blog mismo.
¿Aquella puerta del fondo camuflada por un póster y precintada? ¡Vaya! Confiaba que entre tanto desorden no os percataseis de su existencia. ¿Recordáis que decía que no tenía nada que ocultar? Lo reconozco; os mentí.
Ahí dentro hay algo que prefiero que no salga. ¿Cómo os lo explico?... ¿Cuantas veces me habéis visto perder los papeles, o enfadarme? Ya... lo imaginaba. Ahí dentro estoy yo mismo encerrado... o más bien parte de mí, u otro yo... Es la parte que se cabrea, que se enfurece, que pierde el control y clama por atacar a quien me ofende o hace daño; la que ruge sedienta de sangre y anhelante por derramarla. ¿Oís los golpes que da en la puerta queriendo salir? En este preciso instante esos golpes son débiles por que está más tranquilo; pero hay veces que ruge tan fuerte, y los golpes que da son tan ensordecedores, que tengo miedo de que derribe la puerta, y tengo que poner la música al más alto de los volúmenes. No se despierta sólo con violencia... es más bien una criatura puramente de instintos; pues también los estímulos más... ¡ejem! os los podéis imaginar, le sobresaltan. Sí, habéis acertado; es la parte más visceral y emocional de mí la que está ahí encerrada. ¿Por qué no la dejo salir? A estas alturas deberíais saber ya la respuesta: Por Miedo. Tengo miedo de dejarla salir, y que en un momento de furia ciega haga daño a la gente que quiero, o que haga cosas de las que más adelante me arrepienta. Por ese motivo suelo evitar emborracharme, pues en esos momentos la puerta se debilita, y las posibilidades de que salga, se multiplican. También me da miedo de que eso que está ahí dentro encerrado sea mi verdadero yo; y que cuando la gente le vea, me rechace... Por ese motivo le tengo bien encerradito; con dos vueltas de llave. ¿Que donde está la llave? Lo olvidé aposta para no caer en la tentación de abrir esa puerta... En el fondo sé donde está la llave, pero cuanto menos piense en ello, menos tentaciones tendré de abrirle a ese horror del que reniego...
¡Bueno! Me voy a ir vistiendo y os acompaño a la puerta; ya sabéis que sois bienvenid@s para volver cuando queráis (aunque sabiéndolo ya todo, me sorprendería mucho que lo hiciéseis...)

(1) "La casa de mi vida" Es una dinámica que nos pusieron las dominicas en Pría en el año 1996; en su día la rellené de una forma muy similar a como lo he hecho ahora, sólo que no lo desarrollé al 100% por no encontrar las palabras adecuadas para ello, ni el valor para hacerlo.

jueves, 8 de abril de 2010

Decepción

No sé ni cómo abordar este tema, ni como empezarlo sin que suene escabroso; pero supongo que al haber sido una situación complicada en sí. Es la historia de una de tantas decepciones que he tenido en los últimos años, y que ha dolido especialmente... tal vez contándolo aquí, pueda quitarme parte de esa sensación amarga que tengo ahora mismo por dentro. Sé que algun@s de los que tienen el mal vicio de leerme (¡Cómo se aburre la gente a veces ;)! ) se sentirán molest@s conmigo por no habérselo contado; pero creedme cuando os digo que consideré que era un caso de esos en los que cuanto menos se sepa, mejor. Mejor empiezo a contar ya...
Conocí a una muchacha este verano que de buenas a primeras, me dejó una muy buena impresión: Natural, simpática, amiga de sus amig@s, pendiente de l@s más pequeñ@s, y presentando unos signos de madurez poco propios para su edad. Congeniamos enseguida, y según íbamos cogiendo confianza y charlando, iba descubriendo en ella, pequeños trocitos de mí... era como echar un vistazo a lo que había sido mi adolescencia; reconociendo en su personalidad y forma de comportarse, rasgos de mi propia persona cuando tenía su edad; miraba con ternura y aprobación cuando tomaba una actitud y determinación de ayudar a l@s pequeñ@s, o cuando meditaba las cosas y se las tomaba en serio; a la vez que sufría con ella cuando se sentía incomprendida al ver las cosas desde una óptica distinta a las de l@s demás, y cómo esta gente que la rodeaba, la miraba muchas veces con extrañeza debido a ello, pues sabía exactamente cómo se sentía.
Esos últimos momentos la dejaban muy baja de ánimos. Yo conocía a la perfección dicha sensación, y qué pasa por tu cabeza en esos momentos; como también sabía que en esos momentos, lo que más se necesita es un oído amigo para poder desahogarse; así que en parte como educador, en parte viendo a mi yo adolescente pidiéndome ayuda a gritos a través de su situación, me brindé a intentar ayudarla.
No os creáis que me zambullí de cabeza en su vida, ni que me tiré en plan salvapatrias. Siempre he tenido la cabeza bastante fría; y como ya sabéis, siempre intento que la razón guíe la mayor parte de mis actos; y por lo tanto, siempre fui consciente de las siguientes cosas:
- En esos momentos yo era una figura adulta en la que confiaba; por lo que parte de lo que le dijese podía afectar a su forma de actuar, por lo que tenía que medir mucho mis palabras.
- A pesar de haber mostrado signos de madurez poco propios para su edad, seguía siendo una chica menor de edad y (aunque no le gustase que me refiriese a ella con dicha palabra) una niña al fin y al cabo.
- En la adolescencia, se tiende a buscar modelos de conducta fuera del hogar familiar, y este tipo de personas, suelen buscar a alguien con quien sientan afinidad y les preste atención.
Total que me propuse ser una especie de... ¿cómo decirlo? ¿Tutor? Demasiado grandilocuente para mi gusto, pero teniendo en cuenta mi forma de actuar, creo que es la palabra que mejor encajaría. Con sumo cuidado, sabiendo que en la adolescencia es cuando se forma gran parte de nuestro carácter y forma de ser, fui escuchándola cuando lo necesitaba, prestándole atención, dándole apoyo, intentando darle los consejos correctos desde mi experiencia de vida, y rezando por dentro por no estar equivocándome; intentaba ser una especie de roca a la que aferrarse cuando las mareas de las dudas amenazaban con arrastrarla al fondo de los mares de la incomprensión y la desesperación (¡qué pedante y presuntuoso me acaba de quedar esto!)
A veces, cuando me contaba el rechazo que llegaba a sufrir en el instituto por parte de la gente por ser como era, o cómo se burlaban de ella por ser la que cuida del resto de la gente, me dolía como si me lo estuviesen haciendo a mí. Cuando me decía que estaba cansada de ser la que siempre está pendiente y cuidando de l@s demás, y que luego era incapaz de encontrar apoyo y consuelo en la gente de su alrededor cuando ella estaba mal (no por que no hubiese gente dispuesta a ello; si no por que les veía incapaces de hacerlo), me sentía totalmente identificado, e intentaba buscarle las palabras correctas de ánimo que a mí más de una vez me hubiese gustado escuchar (Supongo que llegados a este punto, varias personas que conozco estarán mosqueadas conmigo al ver que eso es lo que pienso a veces de la gente que me rodea: No os estoy menospreciando, en serio; es que en esos momentos, me resulta muy difícil creer que alguien a quien yo he ayudado a levantarse, sea capaz de levantarme a mí... otra vez pecando de orgullo y presunción).
Creía, rezaba con todas mis fuerzas por que estuviese haciendo lo correcto; pero de repente, todo empezó a torcerse. Empezó por una ¿discusión? ¿malentendido? no lo sé, pero empezó con una confidencia que me hizo, en la cual se vertía una acusación bastante grave hacia una tercera persona; acusación la cual, me resultaba un poco difícil de creer; para luego rematar la conversación con un "de esto que no se entere nadie". Por experiencia sé que cuando alguien tiene una conversación de ese calibre contigo, y la inicia o remata con dicha frase, es que hay más de una laguna en la historia que no le interesa que sepa.
El caso es que de repente empezó a comportarse de una forma muy extraña, como si tuviese dos caras (o muchas más), y comencé a detectarle varias ocasiones en que a mí me decía unas cosas, y a otras personas otras muy distintas. ¿Por qué ese doble juego? No lo sé, pero la persona que empecé a descubrir, no tenía nada que ver con la que había conocido en el verano: Una persona que no le importaba mentir con tal de cubrirse las espaldas, que intentaba derivar las conversaciones hacia donde quería y poder montar trampas con ellas con tal de salir indemne... Me ví de repente en una espiral en la que no sabía muy bien cómo me había metido, y de la cual iba a ser tremendamente complicado salir.
Gracias a Dios, una persona que conocía a esta muchacha, y a la que no le cuadraban muchas de las cosas de las que iba diciendo, decidió hablar conmigo para intentar esclarecer lo que estaba ocurriendo; y a raíz de esa conversación, encontré una vía de escape a ese callejón sin salida en el que me encontraba. (Mil gracias de nuevo)
Ahora sé que muchas cosas que me dijo eran mentira: Su madre no tiene cáncer como pretendía hacerme creer, por ejemplo... y otras cosas que me dijo, empiezo a ponerlas en duda: No es que ese chico se quisiera acostar con ella, es que simplemente la rechazó un fin de semana; No es que sus padres le dejasen estar en el ordenador hasta tarde, es que ella no les hacía caso cuando le pedían que lo apagase... y así con varias cosas más.
No es la primera decepción que me llevo con la gente en mi vida; y probablemente, tampoco será la última. Pero me ha dolido especialmente por cómo me estuvo engañando, y cómo ha estado jugando con la gente que la rodea; gente que la quería y que estaba más que dispuesta a ayudarla. No tenía necesidad de mentirme; no iba a juzgarla mejor o peor por su forma de ser; y aún así, lo hizo. ¿Cómo? ¿Cómo volver a confiar en esa persona? Y de las (de momento) dos caras que me ha mostrado ¿Cual es la verdadera? ¿Cual es la que me tengo que creer de verdad?
Un amigo mío me ha dicho en alguna que otra ocasión que admiraba de mí mucho una virtud, que a la vez es una debilidad que yo tengo: y es que me gusta fijarme en el lado bueno de la gente, y que quiero creer que la gente es buen, a pesar de los distintos tropezones, desencuentros y desencantos que he tenido en la vida (sí, chato, me refiero a ti precisamente).
Pues bien, en momentos como este, de máxima decepción, yo también siento a veces que mi yo emocional se tambalea (aunque siempre luche por tenerlo encerradito y reprimido como tú dices), y me cuestiono si realmente merece la pena ser como soy; si no sería más fácil mandarlo todo a la mierda, y preocuparme sólo por mí mismo, y que a los demás les den un peine; que si ya tengo bastantes problemas yo como para ponerme a cargar con los del resto de la gente... Sí, me lo planteo y le doy mil vueltas a la cabeza.. incluso a veces, me he sentido con el propósito de actuar así: mirando sólo por lo mío y l@s demás que se apañen... Pero me conozco demasiado bien, y soy demasiado viejo para cambiar: por mucho que me haga un propósito firme al respecto de pasar de los demás e ir a mi bola, seguiré dejando lo que esté haciendo para ir a intentar levantar al que se ha caído, de escuchar a quien me lo pida y necesite aunque tenga la cabeza a punto de estallar de cosas, y cosillas por el estilo...
Si no lo hiciese, no sería yo ¿no?

lunes, 5 de abril de 2010

El puente del Arco Iris

Acabo de leer una bonita historia en la página web de la Apap de Alcalá, que quisiera compartir con tod@s vosotr@s. He colgado aquí las fotos de dos de mis tres (actualmente cuatro) buenos amigos. El primero es Eric, fallecido recientemente; y la segunda es Chispi (Murió al poquito de irme de casa de mis padres) Faltan Bobi (no tengo fotos en formato digital de él, pero fue mi primer perro) y Hamlet (que no ha muerto, no os asustéis, de hecho acaba de llegar a casa y ya es oficial su adopción). A tod@s les he querido con locura, más incluso que a algun@s familiares. Por ell@s y para ell@s va esta historia/fantasía que me encantaría que fuese cierta.


El puente del Arco Iris
Hay un puente que queda entre el Paraíso y la Tierra, y se llama Puente del Arco Iris.
Cuando un animal que ha sido especialmente amado por alguien aquí en la Tierra muere, entonces va al Puente del Arco Iris.
Allí hay valles y colinas para todos nuestros amigos especiales, para que ellos puedan correr y jugar juntos.Hay mucha comida, agua y sol, y nuestros amigos se encuentran cómodos y al abrigo.
Todos los animales que han estado enfermos o que eran ancianos, recuperan su salud y vigor; aquellos que fueron heridos o mutilados recuperan lo perdido y son fuertes nuevamente, tal como los recordamos en nuestros sueños de días y tiempos pasados.
Los animales están felices y contentos, excepto por una pequeña cosa: cada uno de ellos extraña a alguien muy especial, alguien a quien tuvo que dejar atrás.
Todos corren y juegan juntos, pero llega un día en que uno de ellos se detiene de repente y mira a la lejanía. Sus brillantes ojos se ponen atentos; su impaciente cuerpo se estremece y vibra.
De repente se aleja corriendo del grupo, volando sobre la verde hierba, moviendo sus patas cada vez más y más rápido.Tú has sido avistado, y cuando tú y tu amigo especial finalmente se encuentran, los dos se abrazan en un maravilloso reencuentro, para nunca separarse de nuevo. Una lluvia de besos cae sobre tu rostro; tus manos acarician nuevamente la cabeza amada, y puedes mirar nuevamente a los confiados ojos de tu mascota, tanto tiempo apartada de tu vida, pero nunca ausente de tu corazón.Entonces los dos cruzan el Puente del Arco Iris juntos...