domingo, 26 de febrero de 2017

Día 315

Mañana será por fin mi último pinchazo de heparina. Que diga la gente lo que quiera, pero NUNCA te acostumbras, ni JAMÁS le coges el gusto. Tengo claro que sería un muy mal yonki en los 80.

Una de las cosas que estoy perdiendo junto con el peso y volumen, es la temperatura corporal. Yo en estas fechas duermo en gayumbos (y eso como mucho, que a veces lo hago en bolas); aunque más bien debo decir que lo hacía.

Llevo una racha que me pongo el pijama, ¡quién me ha visto y quién me ve!, e incluso me pongo el nórdico por encima casi amortajándome. Y el caso es que tampoco hace tanto frío ¿No? Esta es una situación totalmente nueva para mi

viernes, 24 de febrero de 2017

Día 313 (Sin rima)

Otra semana más de avance. Nuevamente, compruebo hasta qué punto tienen en el endocrino la báscula trucada; pero esta vez se han pasado: en lugar de sumarme 2 kilos, me suma 4 (y ya me lo han reconocido tanto enfermeras como el propio cirujano.

Ayer me quitaron los puntos (según la enfermera, se me estaban empezando a infectar por llevar tanto tiempo), y me cambiaron los de sutura por los de aproximación. Ven que estoy cicatrizando bastante bien, y el cirujano comprobó el éxito de la operación cuando le dije que no tengo sensación de hambre, aunque no le hizo tanta gracia lo de mis mareos ("Deberías pasar ya a fase dos, para tomar algo de puré y así poder ejercitarte más y mejor, esto no hace más que retrasarte la recuperación, pero cualquiera le dice nada a la endocrino")

Al menos me han dado la alegría de decirme que el Lunes es mi último día de pincharme heparina.
Me ha recomendado además empezar a compactar la zona del abdomen, y puedo además de caminar, hacer bici estática (sin NADA de resistencia) e incluso natación muy suave. Cuando le dije que el tema de mover peso, fue el único momento en que se puso serio, y él y enfermera me dijeron al unísono "NI LOCO". La enfermera además añadió: "Hasta que no comas normal, masticando y esas cosas, olvídate"
Así que nada, semana agridulce. No llevo ni un mes de inactividad, y ya estoy como Spiderman, que me subo por las paredes

martes, 21 de febrero de 2017

Oniris

ONIRIS 

     La nada, la fría tranquilidad de la nada, donde nada es, nada existe y cualquier cosa puede suceder hasta que... ¡Ahí está! ¡La chispa! Un pequeña luz que aparece de repente, sin previo aviso, y a partir de la cual, de la nada, algo puede existir.

    Así es como vine yo a la vida: esa pequeña chispa me despertó, me hizo crear consciencia de mi existencia, y me dio forma. ¿De dónde venía? No lo sé. ¿Por qué yo? Llevo un tiempo buscando el por qué. ¿Quién soy? Estoy tratando de averiguarlo. Lo único que sé, es que yo no era nada, a la nada pertenecía, hasta que llegó esa chispa, y desde entonces, yo soy yo.

     Aparecí, tomé forma, y me vi atraída por esa chispa, por esa luz. Alcancé esa fuente de vida, y me vi en un hermoso paisaje de playa: con la espuma de las olas besándome los pies, el olor a salitre penetrando en mi nariz, y la cálida brisa marina acariciando mi piel y jugando con mi pelo negro azabache.

     No sé cuánto tiempo permanecí ahí, disfrutando del momento, pero debió de ser bastante. Tan absorta estaba en descubrir todas esas sensaciones, que no noté esa presencia detrás mío hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para tocarme; me agarró de la mano, y sobresaltada me giré por lo inesperado del contacto. Pero no pude ver quién me cogió, pues al girarme, regresé a la nada.

     Lloré amargamente sin lágrimas ni ojos  mientras me sumergía de nuevo en aquella espesura antes acogedora, ahora fría y sin sensación de llamarla "Hogar", aunque a ella le perteneciese. Haber experimentado aquello tan dulce y grato, haber existido por tan fugaz periodo de tiempo, para después serme negado tan rápidamente, fue muy doloroso para mi. Me sumergí de nuevo en ese negro vacío con tristeza, y medio asimilando otra vez ese olvido, ese no ser.

     Ignoro el tiempo que permanecí allí, pero nuevamente, la chispa vino a buscarme; volvía a ser, volvía a existir. Esta vez, la luz me llevó a un bosque donde la luz del sol se filtraba entre las hojas de frondosos árboles, los pájaros trinaban, y un hermoso canto a la vida se podía sentir incluso a través de la piel. Entrecerré los ojos, y dejé que mi cuerpo se moviese al compás de aquella canción sin música; me dejé llevar por esa dicha calma, por esa paz armoniosa, y me permití sonreír mientras mi cuerpo giraba una y otra vez. Esta vez el oído sí me advirtió de esa presencia, y aunque embriagada por todas aquellas sensaciones que me invadían, sí acerté a abrir poco a poco los ojos para ver quién se acercaba. Otra persona, otro ser... pero distinto a mí; con cabello más corto en la cabeza, pero sombra del mismo en su tez, con un cuerpo algo más tosco que el mío, pero una chispa de vida y alegría en su mirada... de hecho, reconocí esa chispa como aquella misma que me había traído de vuelta de aquel desierto llamado "Nada". Sonrió al verme, y se acercó despacio, como con miedo a mí. Ya le tenía a escasos metros, y la distancia que nos separaba se iba acortando cada vez más. Faltaba ya poco, se acercaba tímidamente, iba a cogerme de la mano y...

     La nada volvió a reclamarme. Aunque en mi interior sabía que esto podría volver a sucederme, no por ello era menos doloroso. Odié profundamente y con todo mi ser a esa otra persona; asocié su contacto a mi retorno al no ser, al no existir, al olvido... ¡Un momento! ¿He dicho olvido? Si es así, ¿cómo es que recuerdo tan vívidamente todo lo ocurrido antes de ser reclamada por la nada? Algo aquí no termina de encajar ni cuadrarme: ¿Cómo podía ser él el causante de mi desaparición, si en sus ojos brillaba la misma chispa que me había hecho aparecer y existir? Ahora que lo pienso detenidamente, vi cómo su rostro se entristecía cuando me desvanecía en la no-existencia. No, en el tiempo que estuve ahí, flotando en la oscuridad, llegué a la conclusión que él no podía ser el culpable de mi retorno a este frío y oscuro vacío. Es más, empiezo a tener la firme convicción que si no he desaparecido del todo, si no he quedado relegada al olvido y soy capaz de recordar y razonar todo esto, es por él y su maravillosa chispa.

    Cuando esa luz volvió, yo ya llevaba un rato esperándola; aunque no era la primera vez que la veía, me alborocé como una chiquilla cuando ésta vino a mí. No queriendo perder el tiempo, me abalancé a la carrera hacia la misma, y la atravesé sin contemplaciones. Ignoré el paisaje que me rodeaba, pues estaba ansiosa por buscar al dueño de la chispa, al dueño de esa luz que me había dado la vida, la existencia, el pensamiento, el sentir.... TODO. No recuerdo cuánto tiempo llevaba corriendo, pero al final di con él. Debía tener sentimientos similares, pues también corría en mi dirección; en su rostro alegría, en sus ojos emoción y esa chispa que tan bien conocía y empezaba a incluso venerar. Nos fundimos en un abrazo, y enterré mi cara en su pecho extasiada de felicidad, mientras sus brazos me rodeaban con fuerza, como con miedo a que me escapase. Permanecimos así en silencio durante largo rato, hasta que nuevamente, volvía a mi destierro en el negro desierto del no ser, del no existir..

     Durante ese tiempo lloraba en silencio de nuevo, pero en esta ocasión no de rabia, si no de añoranza. Me había sentido plena por primera vez en mi corta existencia, y esa felicidad, esa dicha, se había esfumado. Ansiaba que la chispa volviera, pero a la vez, el temor que esta no volviera nunca más empezó a anidar en mi interior.

    Pero mis temores desaparecieron, la chispa volvió nuevamente. Alborozada, corrí de nuevo hacia la luz, y esta vez, allí estaba él esperándome, con una expresión de felicidad, que no sabría expresar con palabras. Sin apenas hablar, disfrutábamos de nuestra mutua compañía, paseábamos (o corríamos, o nadábamos, o jugábamos) en los distintos escenarios en los que nos íbamos encontrando. Una vez, incluso me pidió que cantase; con timidez, pero a la vez feliz de poder complacerle, empecé a tararear una canción sin letra que hizo que se quedara absorto, y eso me inundó de un torrente de felicidad por dentro imposible de describir. Aún así, la nada volvía a reclamarme siempre; y aunque veía la tristeza dibujarse en su cara cada vez que yo me desvanecía, yo le sonreía para infundirle fuerzas, pues sabía que nos íbamos a volver a ver.

     En este tiempo, aprendí a medir el tiempo, esos ratos compartidos, y las horas que pasaba dentro de la nada. Entre ese conocimiento, y lo que iba sabiendo de lo que vivíamos juntos, ya he llegado a una conclusión, y sé lo que está pasando:

     Yo en realidad no existo, y en efecto, a la nada pertenezco. En realidad, soy el fruto del sueño del dueño de la chispa, y a él debo mi existencia. ¿Y cómo es esto? Porque en realidad el sí que existe, y cuando yo tomo forma, cuando cobro vida, es porque él me sueña. Sí, en realidad soy fruto de su mente cuando está dormido. Empecé siendo un tímido sueño, un anhelo de su corazón que fue tomando forma dentro de ese mundo idílico con el que sueña; pero mi presencia se ancló con tanta fuerza en su interior, que todas las noches me devuelve a mi existencia completa, y pasamos juntos esas horas. La nada me reclama cuando se va a despertar, y yo no dejo de existir del todo porque durante el día él me recuerda y me piensa, y por eso yo no muero, ni me disuelvo en la nada, ni me pierdo en el olvido.

      Sí, puede sonar muy triste que yo en su realidad tangible, en el aquí y ahora de los hechos, no sea más que una fantasía, pero... ¡Le amo! Lo siento, no puedo remediarlo; le amo profundamente, y no sólo porque a él le deba mi vida, si no porque lo siento, y además soy correspondida. ¡Ojalá pudiera explicarlo mejor! Aunque, ahora que lo pienso... me ha dado el existir, me ha dado forma, conciencia, me ha dado parajes maravillosos en los que gozar de su compañía y de él... pero hay algo que aún no me ha dado.

     Sé por experiencia por dónde viene la chispa, y además, incluso tengo situado el momento en que va a aparecer. Esta vez quiero intentar algo arriesgado, pero es porque quiero sorprenderle. Sé que puede salirme mal, pero él mismo me ha dicho en más de una ocasión: "El que nada arriesga, nada gana", y quiero ganar. A pocos minutos de la hora indicada, me sitúo en el mismo espacio donde la chispa aparece para reclamarme todos los días; noto que el aire se carga a mi alrededor, que la vista de mi alrededor se comba; "Así que es esto lo que sucede en el epicentro de la chispa" pienso para mis adentros. Noto un leve tironcito, y es el momento que aprovecho para saltar con todas mis fuerzas.

     Me veo flotando en una habitación a oscuras. Es muy sencilla, y justo debajo de mí, en la cama, veo a mi amor dormido. Le miro extasiada; es la primera vez que soy yo la que pasa a este lado, y veo que se agita un poco inquieto bajo las sábanas y que mueve la cabeza. Comprendo lo que sucede: ha ido a mi encuentro y no me ve. Me las ingenio para descender despacito, hasta que nos separan escasos centímetros. Soplo suavemente sobre su rostro, y él entreabre los ojos. Sonríe con una mezcla de felicidad y alivio cuando me ve y me reconoce ahí, donde jamás esperaba encontrarme. Me armo de valor para hacerle la pregunta:

"¿Cómo me llamo?"

     Él sonríe feliz, y en un susurro me da la respuesta que pido.

"Oniris"
   
(Nota: El nombre de Oniris lleva rondándome la cabeza cerca de un año, viene derivado de la palabra "Onírico", relativa a los sueños; y es de ahí de donde viene la inspiración para esta pequeña historia)

viernes, 17 de febrero de 2017

Día 306


Sigo con la bajada de peso (lo sé porque me peso diariamente) y de volumen (esto lo veo a la hora de ponerme la ropa, y porque los demás desde fuera lo ven)

Aunque no me quejo de disponer de tiempo para ponerme al día con películas, lecturas y proyectos aparcados, sí que extraño algo de actividad física más allá de caminar.

Ya empiezo a tolerar tragos más largos (aunque poco más) sin notar esa sensación de ser golpeado con fuerza en la boca del estómago. Noto también que mi cuerpo no aguanta las bajas temperaturas tan bien como antes. Me mareo menos al caminar, pero tampoco puedo excederme demasiado; esto de tener los límites físicos tan bajos es toda una novedad para mí, y no termina de agradarme.

Empiezo a tener vagas sensaciones de hambre; pero son eso: muy vagas, y como tampoco son de las que martirizan, no se llevan mal del todo.

¡A ver qué me dicen la semana que viene en las revisiones!

lunes, 13 de febrero de 2017

Día 302

     Tras un tiempo de pausa, retomo este "diario"


     Ha pasado ya una semana desde que volví a casa del quirófano. El día de la operación pesaba 140, y salí del hospital pesando 144 (luego me enteré que durante la operación, entre otras cosas, te inyectan aire en el estómago para poder manipularlo mejor). Durante esta semana pasada, he ido perdiendo peso, y esta mañana estaba ya en 136,700 Kgs. Tengo que estar un mes alimentándome sólo de líquidos, y puedo salir a caminar.


     De momento, tengo TOTALMENTE PROHIBIDO coger peso y hacer esfuerzos, por lo que he tenido que pausar el gimnasio durante un par de meses.
Después de prácticamente un año de entrenamientos, este parón me resulta un poco difícil, pues algo de monillo de pesas hay, desde luego.

     ¿El tema comer? De momento lo llevo bien, pues no tengo sensación de hambre; sí, huelo la comida y en seguida pienso "¡Qué rico!" pero no tengo la respuesta de mis tripas de hace unas semanas que me decían "¡Cómetelo todo!", por lo que al no haber un impulso físico, se lleva un poco mejor. Sí es verdad que la semana pasada tuve un ataque de "Necesito MASTICAR algo", y hasta que logré distraer la cabeza de esa idea y pensar en otra cosa, pasé una hora un poco durilla; pero superado el escollo, sin problemas

    Seguiré informando

viernes, 3 de febrero de 2017

Día 292 (Fín de cuenta atrás)

     Y llegó el día; en unas horas pasaré por quirófano para recibir ese empujoncito que me aupará a una vida nueva. Anoche me tocó enfrentarme a mi pánico a las agujas e inyectarme yo mismo la heparina.
     ¿Nervioso? No; ya conozco la experiencia de la anestesia general, y también sé lo que me aguarda. De hecho, me vendrá muy bien no pensar durante horas, y así desconectar de todo (me vendrá de maravilla); y también estoy deseando que esta sensación de hambre eterna, de estómago siempre insatisfecho, se calme y acalle de una vez, y pueda al fin, simple y llanamente vivir. ¿Es mucho pedir?

miércoles, 1 de febrero de 2017

Día 290 (T-2)

     ¡Tuve una alegría inesperada hoy! Se ve que el de arriba escucha mis plegarias. 

     Me llamaron esta mañana del hospital para pedirme que fuera, que me tenían que dar unas instrucciones. La enfermera majísima me pesó y se quedó ojiplática al ver la pérdida tan brutal de peso (y eso que me reconoció que la báscula de allí pesa de más, pues me pesé en casa con 142.7 kgs, en el hospital di
 144 y en casa volví a dar los 142.7 clavados) y luego, cuando me preguntó qué tal llevaba lo de los batidos, se lo dije: que pasaba hambre con sólo batidos y agua, que si podía tomar aunque fuera un caldito calentito desgrasado por la noche para combatir el frío, que no me importaba sustituir una toma de batido.... Tras consultar con la endocrino y la enfermera, me dio la alegría: Sí puedo tomar una taza de caldo de verduras desgrasado (¡Música para mis oídos!) SIN dejar de tomarme los 4 batidos diarios. Que además, puedo tomar un vaso de zumo natural sin azúcar y uno de leche desnatada; y que infusiones, las que desee SIN azúcar (pero sí edulcorante o estevia)

     Me han animado y dicho que voy muy, pero que muy bien, pero que procure perder un kilo por día de aquí a la operación.
     Sí, la verdad es que lo de poder tomar todo eso llega un poco tarde, a escasos dos días del Día D, pero mejor eso que nada. Al menos la recta final no será tan cuesta arriba como lo estaba siendo