domingo, 13 de noviembre de 2011

Segunda y tercera reuniones curso 2011-2012




"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (Lc. 9, 18-24).


Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le respondieron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que uno de los profetas. Entonces él les pregunta: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. Y les ordenó que no hablasen a nadie sobre esto. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, por los príncipes de los sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Hablaba de esto abiertamente. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí, Satanás!, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres. 

Y llamando a la muchedumbre junto con sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? O, ¿qué dará el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles.

A todos nos importa lo que opinan los demás. Lo podemos ver en todas partes. Jesús también quiso saber qué es lo que pensaban de él la gente y sus amigos. Llegado a la región más al norte de Israel, en una pausa, en la que estaba solo con los apóstoles, Jesús les dirigió directamente la pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?"

Parece como si los apóstoles estuvieran esperando poder decirle lo que la gente decía de él. Responden: "Algunos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas". Pero a Jesús no le interesaba saber si era popular o si caía bien. Su intención era otra. Seguidamente les pregunta: "¿Vosotros quién decís que soy yo?"

Esta segunda pregunta, no se la esperan. Se entrecruzan silencio y miradas. Si en la primera pregunta se lee que los apóstoles respondieron todos juntos, en coro, esta vez el verbo es singular; sólo "respondió" uno, Simón Pedro: "¡Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo!"
Si antes, para responder, bastaba con mirar alrededor y haber escuchado las opiniones de la gente, ahora deben mirarse dentro, escuchar una voz bien distinta, sólo Pedro lo hizo.
Jesús no parece dar mucha importancia a lo que la gente piensa de él; le interesa saber qué piensan sus discípulos. Les coge con ese "¿y vosotros quién decís que soy yo?". No permite que se escondan tras las opiniones de otros, quiere que digan su propia opinión.
La situación se repite, casi idéntica, en el día de hoy. También hoy "la gente", la opinión pública, tiene sus ideas sobre Jesús Una persona fascinante, se le compara con otros filósofos y políticos. Estoy seguro de que Jesús no desprecia estas respuestas, pues sabe que no son para despreciarle.


¿Y tú? ¿Quién dices que es Jesús para ti?



¿QUIÉN ES JESUCRISTO PARA TI?

(Viene de la reunión anterior, pistas para el catequista)            Jesús se encuentra en la región de Cesarea de Filipo, una zona de influencia griega- romana, lejos de la influencia de Jerusalén (centro del poder del judaísmo), además, es un lugar de libre pensamiento. Ahí existen diversas escuelas de teología. El Señor, en ese lugar ha querido hacer un alto en su tarea cotidiana para conocer qué piensa la gente acerca de él. Quiere saberlo de boca de sus más allegados a su ministerio, sus discípulos. De alguna manera quiere ponerlos a prueba para saber si han comprendido su misión. Va a exigirles a ellos una respuesta existencial: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?.

El pueblo se encuentra desorientado, no sabe verdaderamente quién es él. Ignoraran que él es el Hijo de Dios. Actualmente, si recurrimos a una encuesta de las tantas que suelen realizarse hoy en día para saber quién es Jesucristo, seguramente encontraremos confusión acerca Su identidad. Lo más lamentable aún es el hecho de que algunas personas que trafican con el nombre de nuestro Señor, acentuando más la confusión.
                En el colegio nos enseñan que Jesús era una persona buena. Este concepto es meramente intelectual. Ir a la iglesia puede ser un ritual sin sentido si no conocemos a Jesús y no dejamos que entre en nuestra vida. Algunos dicen que Jesucristo era un revolucionario, al estilo del Che Guevara. Ante esta situación la confusión puede ser evidente. Hoy en día, ¡cuántos jóvenes viven confundidos acerca de quién es Jesucristo!. ¿Quién iluminará sus mentes y sus corazones?.

Jesús al escuchar a sus discípulos sobre lo que la gente piensa sobre él, quiere saber qué es lo que piensan ellos acerca de él. Les hace una pregunta directa y existencial: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?. Sus discípulos son sus colaboradores más cercanos en la misión y se supone que han llegado a conocerle bien. Sin embargo, se produce un silencio y todos se miran atónitos unos a otros sin saber que decir.  De pronto Pedro, el discípulo coraje, hace un gran descubrimiento y hace su confesión personal: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.  Ante esta confesión personal de Pedro, influenciada por Dios, Jesús sabe que por lo menos uno ha comprendido a cabalidad quién es él. Aunque el resto no supo que decir, por lo menos uno lo había reconocido como el Mesías, el Ungido de Dios, el Hijo de Dios viviente.

Este descubrimiento de Pedro nos enseña dos grandes verdades:

a)  Toda categoría humana resulta inadecuada para describir a Jesucristo. La gente y los teólogos manejan categorías humanas para describir a nuestro Señor Jesucristo. Él no es Juan el Bautista, no es Elías, no es Jeremías, ni es ningún profeta, ni menos un revolucionario político de nuestros tiempos. Jesús es el Hijo del Dios viviente.

b) Nuestro descubrimiento de Jesucristo debe ser un descubrimiento personal revelado por Dios. Nuestro descubrimiento de Jesús jamás puede ser de segunda mano. Podemos leer mucho acerca de Jesús, escuchar muchas maravillas de él, quedarnos asombrados por los hermosos discursos que hablan sobre Jesús, aún llamarnos sus seguidores y enseñar sobre él, y sin embargo, no ser verdaderos cristianos.

De ahí que tenemos que ser contundentes al afirmar que el cristianismo nunca consiste en conocer algo sobre Cristo Jesús, sino el tener un verdadero encuentro personal con Él y ser sus discípulos. Es por eso que Jesucristo nos exige una respuesta personal y nos pregunta: “Y tú, ¿quién decís que soy yo?. La respuesta debe ser dada desde donde nos encontramos, con nuestros pecados, con nuestros errores, nuestros dolores, nuestras confusiones, nuestras angustias o con nuestra soledad. Todos tenemos que dar este primer paso, nuestros labios tienen que pronunciar que “Jesucristo es el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Él es nuestro Señor y Salvador. Para llegar a ese gran momento de nuestra vida, primero debemos humillarnos ante Él, dejando toda soberbia y vanidad, para luego confesar nuestros pecados y arrepintiéndonos de todo corazón; en segundo lugar debemos dejar que Dios nos lleve al encuentro personal con Jesucristo, por medio de la acción del Espíritu Santo, para ser redimidos. Si no hemos dado este primer paso nos habremos quedado en la puerta de la salvación.

No podemos usar las categorías humanas para describir a Jesucristo.  (Rev. Lic. Jorge Bravo C)


La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» 

Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Ellas; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y El les dijo: Y vosotros: ¿Quién decís que soy yo? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. (Mt. 16, 13-16) 

No ha habido en la historia de la humanidad persona tan controvertida como Jesucristo. 

Ya se ve claro en la respuesta que dan los discípulos a la pregunta del Maestro: Para unos es un personaje importante: Juan el Bautista, Elías, Jeremías u otro de los profetas. Nunca ha negado nadie -salvo algún fanático sectario- que Jesús ha sido un hombre importante en la historia humana. Alguien con una personalidad capaz de arrastrar tras sí a la gente, no sólo en su tiempo, sino siempre. 

Lo que no todos son capaces de descubrir es la razón íntima por la que Jesús atrae. La respuesta la da San Pedro cuando contesta: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» Para ello hace falta -como Jesús le dice a Pedro- que lo revele el Padre eterno. Hace falta la fe, que es un don de Dios. 

No se puede entender a Jesucristo si no se cree que ese hombre, que llamamos Jesús de Nazaret, encierra en sí mismo un misterio: La Segunda Persona divina, el Verbo, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre al asumir la naturaleza humana. 

Ya sabemos que en la mentalidad del judaísmo de la época de Jesús se estaba esperando próximamente al Mesías. La mujer samaritana -que no era ninguna mujer culta- le dice a Jesús: sé que está para venir el Mesías. La profecía de Daniel y otras sobre el tiempo de la venida del Mesías coincidía aproximadamente con estos años. 

En estas circunstancias aparece en Galilea Jesús de Nazaret. Juan el Bautista, que tenía un gran prestigio entre todos los judíos de su tiempo -hasta Herodes le escuchaba con gusto-, da testimonio a favor de Jesús. Le llama «el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Este es de quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más que yo, porque existía antes que yo Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que ha de bautizar en el Espíritu Santo. Y yo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios» (Jn. 1, 30-34) 

Comienza Jesús a predicar y su predicación está llena de misericordia para con todos. Su doctrina es una doctrina de perdón y compasión. Enseña que Dios ama a todos los hombres y que incluso los pecadores pueden alcanzar el amor de Dios, si se convierten. El pueblo piensa y dice de él, que «nunca nadie ha hablado como este hombre» (Jn. 7, 46) porque hablaba con autoridad, no como los escribas y fariseos. Y es el mismo Jesús quien en la sinagoga de Nazaret, después de leer una profecía de Isaías referente a los tiempos del Mesías, dice: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc. 4, 21) Su doctrina va acompañada de abundantes milagros, movido por la compasión que sentía: sanar enfermedades, resucitar muertos, multiplicar la comida, etcétera. 

No es de extrañar, por tanto, que la gente sencilla y los de corazón abierto le tuvieran por el Mesías esperado. Efectivamente, ¿qué mejor rey se podía tener que uno para quien no habrá problema de carestía ni de hambres? ¿Qué mejor rey que quien puede curar a los enfermos y resucitar a los muertos? ¿Quién puede gobernar mejor a un país, que un hombre que da muestras de tal sabiduría? Por todo esto no es de extrañar que en una ocasión, después de haber dado de comer a cinco mil hombres con unos pocos panes y peces, quieran proclamarle rey. 

Indudablemente, a Jesús le seguía la masa del pueblo, compuesta en su mayoría por gente sencilla y humilde: ¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en Él? Pero esta gente que ignora la Ley, son unos malditos(Jn. 7, 48-49) Es verdad que también algunos personajes importantes le siguieron, y aunque al principio con miedo, luego no tuvieron reparo en confesarse amigos suyos a la hora de su muerte. Así fueron Nicodemo, José de Arimatea y otros. 

Estas gentes sencillas, que frecuentemente eran despreciadas por los orgullosos fariseos, ven con buenos ojos la doctrina de Jesús. Unos le seguían, efectivamente, movidos por su doctrina aunque no la entendían plenamente, como pasó con sus discípulos. Otros le seguían porque les daba de comer; otros porque hacía milagros. 

Posiblemente algunos también le seguían por gratitud, al haber sido curados. 

Ciertamente su bondad, su trato exquisito para con los débiles del mundo y severo para con los que obraban injustamente, serían motivos para que las masas le siguiesen.

¿Quién es para ti Jesucristo? Hoy te hace la misma pregunta que a los apóstoles y lo único que quiere es oir tu respuesta de amor. Conoce el amor y la misericordia de Dios sobre ti, y no habrá nada más importante en tu vida. (Fuente: Catholic. Net)

Pequeño resumen-Ideas para hacerles saber quién es Jesús


¿ QUIEN ES JESUS ?
- Jesús pertenece al pueblo judío . Se le considera descendiente de todas las grandes figuras del Antiguo Testamento :Abrahan ,Jacob ,David.
- En Jesús se cumple la esperanza de Israel : la llegada de un salvador , que es el Mesías , el Señor.
- El nacimiento de Jesús es fruto de la iniciativa de Dios. Engendrado por obra del Espíritu Santo ,es hijo de María , una mujer virgen .
- Jesús por un lado es un niño como cualquier otro . Pero a la vez es una persona totalmente especial : es el hijo de Dios .


- El nacimiento de Jesús es una buena noticia no solo para los judíos , sino para todas las personas de cualquier pueblo , raza o religión .
- El comienzo de la vida de Jesús se desarrolla en un ambiente de sencillez y pobreza .Los pobres lo acogen y los poderosos lo persiguen .
(Añadid también un poco de vuestra experiencia personal sobre Jesús para que sepan un poco por donde tirar, siempre procuramos dejar algo de nosotros y de nuestra experiencia personal en las catequesis; eso nos hace más cercanos a los chavales)

            Finalizamos la sesión con una oración.

(Canción de entrada “Maestro ¿Dónde vives?” O “Vamos todos a adorarle” de La Voz del Desierto, o “Pescador de hombres”)










Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: ´He aquí el Cordero de Dios'. Los dos discípulos, al oírle hablar así, siguieron a Jesús. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: ´¿Qué buscáis?'. Ellos le dijeron: ´Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?'. Les respondió: ´Venid y veréis'. Fueron y vieron dónde vivía, y permanecieron aquel día con él. Era alrededor de la hora décima.
Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y siguieron a Jesús. Encontró primero a su hermano Simón y le dijo: ´Hemos encontrado al Mesías (que significa el Cristo)'. Y lo llevó a Jesús. Mirándolo Jesús le dijo: ´Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra)'.
Al día siguiente determinó encaminarse hacia Galilea y encontró a Felipe. Y le dijo Jesús: ´Síguemeª. Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Encontró Felipe a Natanael y le dijo: ´Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José'. Entonces le dijo Natanael: ´¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?'. Le respondió Felipe: ´Ven y verás'.
            (Participación) Jesús ha venido a buscarme; dice que me conoce, que me quiere, y que tiene algo especial para mí. ¿Quiero seguirle? ¿Qué puede querer Dios de mí? ¿Me da miedo seguirle? ¿Por qué?

Oración final: «Manda y ordena lo que quieras»

Señor, tú que nos diste el que te encontráramos
y el ánimo para seguir buscándote,
no nos abandones al cansancio ni a la desesperanza.
Haznos buscarte siempre y cada vez con más ardor.
Y danos fuerzas para adelantar en la búsqueda.

Manda y ordena lo que quieras,
pero limpia mis oídos para que escuchen tu voz.
Sana y abre mis ojos
para que descubran tus indicaciones.
Aparta de mí toda ignorancia
para que reconozca tus caminos.
Dime a dónde debo dirigir la mirada para verte a ti,
y así poder cumplir lo que te agrada

San Agustín
Sobre la Trinidad 12,28,5






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