jueves, 3 de mayo de 2018

Curado de ti

     Dudo que jamás leas esto, y la verdad, a día de hoy, me importa bien poco. Sin embargo, necesito escribirlo, plasmarlo de alguna manera, para que quede constancia de ello.
     Ya siento que nada me vincula a tí, y, sinceramente, lo agradezco. He tardado mucho, muchísimo en darme cuenta de lo dañina que has sido para mí en mi vida; pero, gracias a Dios, eso ya se acabó.
     Te mantuve, sí, a pesar de todo en mi vida por añoranza de los buenos viejos tiempos, y porque me resistía con todas mis fuerzas a caer en los estereotipos del "llevarse mal con la ex y no poderse ni ver"; quería demostrar (a todo el mundo y a mí mismo) que era posible tener una relación de buena amistad con alguien con quien tuviste algo bonito en el pasado. Ciego de mí, incluso pasé por alto todos los feos que me hiciste, y los jueguecitos y mareos de "ahora sí, ahora no" para tenerme detrás tuya; porque eso es lo que le gustaba y satisfacía a tu ego: el tenerme detrás, mareándome, dándome unas falsas esperanzas cuando, en el fondo, no tenías intención alguna de retomar nada.
     ¡Qué cosas! Las veces que no entré en tu juego, que dejé de prestarte atención, era cuando te ofendías, te sentías menospreciada, y me atacabas con toda la virulencia de la que eras capaz. La primera vez fui tonto, y quise dejarlo correr; pensaba que, tal vez, habrías aprendido de tu error, que así no se trata a la gente, y que tenías un serio y sincero propósito de enmienda... Me demostraste que me equivoqué. Ahora, en retrospectiva, es cuando lo veo, cuando la venda de mis ojos ha caído, y me doy cuenta que el malo en esta historia no era yo, como pretendías hacerme creer.
     Recuerdo aquella última tarde que nos vimos; llevabas meses con ese jueguecito que tanto daño me hacía, y cuando vi aquel beso... me sentí curado.
     Ahí está la clave: CURADO; ese sentimiento, ese sentir que ya no me dolías, me hizo empezar a pensar. ¿Curado?  ¿Curado de ti? ¿Eso significa que, en el fondo sabía que eras mala para mí, y que por eso te estaba considerando como una enfermedad? Tenía esas dudas rondando mi cabeza, cuando volviste a la carga, herida en tu ego y orgullo porque tenías el síndrome de abstienencia del perrito faldero; te faltaba tu dosis de tenerme detrás (a pesar de, como tú misma me decías y echabas en cara con la intención de herir, eras muy feliz con tu relación de pareja), y eso no podías soportarlo. Se dijeron palabras que aunque no eran fuertes en su sonoridad, sí lo fueron en su significado. Esta vez no estaba dispuesto a agachar la cabeza como un perrito; y aún así, tuve la delicadeza de enseñar los dientes, gruñir, pero no morder; sentía que cada vez me vinculaban menos cosas, y aún así, no quería, de ninguna manera ponerme a tu altura y ser como tú (y créeme, tenía un par de armas verbales escondidas que te habrían provocado a tí, todo el daño que buscabas causarme a mí).
    Sí, seguíamos guardando cierta corrección política y, tal vez por esa misma añoranza de los viejos tiempos, seguíamos felicitándonos el cumpleaños. El último rito formal, una muestra de ¿Educación? ¿Formalidad? ¿Saber estar tal vez?. Da igual; los dos últimos años, cuando vi que ni en el día en cuestión (que jamás olvidabas, y que, incluso odiando hablar por teléfono, llegabas a llamar), ni tampoco el siguiente (ni tan siquiera una semana después), vi que ya ni te molestabas, ya me dejaste bien claro cómo tratas a la gente cuando ya ves que no puedes sacar nada de ellos. Tras esos dos años en los que, yo sí trataba de no dejar pasar el día sin felicitar, pero no era correspondido, fue cuando vi que ya no tenía sentido tener contacto ni a través de las Redes Sociales (tu teléfono lo borré hace ya muchos años).
     Esta mañana, di el tiro de gracia a esta relación que ya nada me aportaba: haciendo limpieza, encontré tus cartas. Sí, más de 20 años después, aún las conservaba, desde la primera. Abrí y releí un par de ellas, y no sentía nada; no había nada en absoluto en mi interior; sólo frialdad. Hice lo que hago con aquello que ocupa espacio inutilmente en mi vida (y que pensé que jamás haría): Las he tirado al contenedor de papel, TODAS ellas. Tal vez alguien las encuentre, pierda su tiempo en cotillearlas y leerlas, y a lo mejor, hasta se cree todo lo que ahora sé que fueron mentiras; espero que no sea así.
      Me he curado de ti; ha sido duro, pero te he exorcizado por fin de mi vida, no sé nada de ti, y no siento ni la más mínima inquietud, curiosidad o interés. Sólo espero, que no le hagas a nadie más lo que hiciste conmigo; porque la gente te descubrirá tarde o temprano, y acabarás tus días en completa soledad, añorando los días en los que te sentías deseada y querida, pero ya será tarde.
     Por mi parte, son las últimas palabras que te dedico:

     ADIOS
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario