miércoles, 15 de abril de 2009

Sentirse impotente

   Como ya comenté en la cabecera de este blog, me educaron para ser grande, fuerte, poderoso. Mi padre vio que era un chaval más grande que la media, y desde entonces, siempre me decía: Eres más grande que los demás, debes ser el más fuerte; todo un hombre, no debes rendirte, llorar ni mostrar debilidad; de lo contrario, se te echarán encima. Mi madre, como yo era el hermano mayor, me dió el rol de tener que cuidar de mis hermanas ya no sólo por ser chicas, sino además por ser menores que yo y menos corpulentas.
   Y con esas premisas sembradas en mi cerebro he crecido siempre; siendo un tío grande, capaz de (voy a tirarme flores, pero quien me conoce sabe que muchas de ellas son ciertas) proezas físicas que pesonas normales son incapaces de llevar a cabo, y con un afán de proteger a los que no han sido tan dotados por Dios físicamente como yo.
   José el grande, José el fuerte, José el que protege a los demás; nunca se rinde, hace lo que nadie es capaz de hacer. ¿José? No es de este planeta; no es humano, es más que eso... e infeliz de mí, me lo creí.
    Hasta que una serie de accidentes me ha dejado el hombro izquierdo hecho una mierda después de 3 luxaciones en 7 años, a cada cual más dolorosa. 
   La primera, fue en 2002, haciendo pesas: un no prestar atención, un no querer soltar la mancuerna a pesar de que el ángulo y el peso hacían imposible corregir la postura y... cuando me quise dar cuenta, el brazo había pegado un giro de 360º hacía atrás. 3 Semanas con el brazo en cabestrillo y ¡hala, a volver al curro sin rehabilitación ni nada! ¡Muchas gracias, Seguridad Social!
   La segunda fue trabajando en el 2005. Era un Domingo de apertura y tenía que coger una alfobra para un cliente del almacén. Me dirigí allí y me subí para cogerla; pero estaba atrapada; y empecé a tirar. Al principio, la alfombra se resistió, por lo que pegué unos tirones un poco más firmes; y de repente, la alfombra salió disparada. Con la inercia del tirón, perdí el equilibrio, viéndome en la circunstancia de ser derribado por mi propia fuerza, si no fuera por que mis reflejos hicieron que mi brazo izquierdo se aferrase a un pilar metálico de los estantes; La inercia del tirón con mis propias fuerzas, más mi peso hiceron el resto. Esta vez se trataba de un accidente laboral, por lo que el seguro médico se tenía que hacer cargo; y aquí había una oportunidad de arreglar las cosas. Pero no; otras 3 semanas con el brazo en cabestrillo; y cuando pregunté por una posible rehabilitación, la respuesta fue la siguiente: ¿Para qué? Mira, te puedes tirar cuatro años haciendo sobreesfuerzos sin que pase nada, y a lo mejor, un día te levantas de la cama, te estiras, y se te vuelve a salir el hombro del sitio. ¡Viva y bravo! ¡Hacer la carrera de medicina para soltar perlas como esa! Aquí me viene a la cabeza pensar que eso del juramento hipocrático (en el que se supone que no se ahorran esfuerzos por la salud de los semejantes) algunos lo hacen pensando en que tiene más que ver con la palabra hipocresía que la similitud en el nombre.
   La tercera ha sido recientemente. Estaba durmiendo cuando noté un tirón, la reacción típica irracional, es moverse para corregir la postura y... el crujido del hueso saliéndose del sitió acompañó al intenso dolor que ya conocía. A las 5 de la mañana salir zumbando a urgencias otra vez. Pero esta vez, el hombro no necesitó ayuda para volver a su sitio como las veces anteriores (¡Hasta 6 personas la primera vez! (4 de ellas chicas de práctica que estaban de muy buen ver, todo hay que decirlo)), si no que se colocó solo al ponerme en posición para la rediografia.... Una semana con el brazo en cabestrillo, y aún estoy esperando a que me quieran hacer la resonancia para determinar de qué forma me van a operar (eso sin molestarse en mirarme siquiera) 
   Mientras tanto, aquí sigo: de baja hasta que me operen (que al ritmo que van, me puedo morir de asco esperando), sin poder hacer lo cosas que para mí eran normales (pesas, trabajar, reponer botes de pintura, ayudar a mis compañeros a montar cabeceras potentísimas de ofertas, pelearme de broma con empujones). Todo eso, ahora mismo está limitado por un brazo que en condiciones normale spodría levantar a una persona sin esfuerzo, y que ahora, puedo dar gracias si puedo llevar mi guitarra a cuestas con ese brazo asiendo la funda por las asas; por no hablar del dolor que siento a veces que me hace pasar unas noches malísimas.
   No más "Poderoso José Luis", ahora soy un ser humano limitado que no es ni la sombra de lo que ha sido, y que espera anhelante poder recuperarse para volver a ser el de antes

No hay comentarios:

Publicar un comentario