lunes, 26 de octubre de 2009

Carta al padre Juan

Querido Padre Juan.
Han pasado ya unos cuantos años desde que nos dejaste; y aunque en varias ocasiones quise hacerlo, no pude despedirme de ti como a mí me hubiese gustado.
¿Por qué ahora? Tal vez por que en estos momentos, me hallo en un pequeño trabajo que me hace acordarme de ti. Hará como cosa de dos semanas, el Padre Vicente, me dio una guitarra que estaba un poquito desmejorada; llena de polvo, y faltándole algunos trozos de madera en la base, y con un par de feos arañazos en la tapa. Me dijo nuestro querido "cura manitas" Vicente, que dicha guitarra, te había pertenecido, y que a ver si sabía de alguien a quien le pudiese venir bien. Tras hablar con mi mejor mitad, con mi cónyuge, llegamos a la conclusión de que lo mejor sería reparar dicha guitarra en la medida que me fuese posible, y devolverla a donde realmente pertenece: La Parroquia. Al fin y al cabo, tu vida fue una entrega constante hacia la gente que allí nos reuníamos; y dicen que ahí descansan tus cenizas, por lo que veo de justicia que, como parte de ti, dicha guitarra se quedé aquí, con nosotr@s.
Guardo en mi con gran cariño el recuerdo de cuando nos enseñaste a cantar a la gente del coro de 11:30 de mi generación; cómo con paciencia y constancia, fuiste consiguiendo que aquel grupito de chavales lograra entonar sincronizados y afinados; como también recuerdo esos ensayos para la misa del gallo en los cuales te esforzabas para que los coros de la misa de 11:30 (jóvenes y niños) y misa de 13:00 (Misa mayor) trabajásemos conjuntamente y diésemos lo mejor que había dentro de nosotros a pesar de las discrepancias.
Ese es el recuerdo que guardo de ti: un hombre enamorado de la música, con gran habilidad para transmitir sus conocimientos, y con gran capacidad para buscar la concordia. Y por supuesto, me gusta recordar tu rostro con esa franca sonrisa.
Son muchos los momentos que hemos compartido; no solo musicales, si no también en la redacción del boletín, donde te erigiste como el cronista-historiador de la parroquia (Al menos el Padre esperó a que tu crónica llegase hasta los días actuales antes de llamarte a su lado), o en las reuniones de catequistas de pre-adolescentes, donde nos ayudabas con temas de formación de catequistas.
Tal vez no tenga muchos conocimientos de cómo reparar guitarras, y puede que mis torpes intentos hasta la fecha no hayan sido todo lo estéticos que cabría esperar. Mis manazas tampoco es que ayuden mucho; pero sí que te puedo decir una cosa, viejo amigo: Pienso esmerarme en dejarla lo mejor posible, como si fueses a entrar cualquier día por la puerta de la parroquia y fueses a tocarla.
Un fuerte abrazo.

1 comentario:

  1. Parece que has expresado lo que muchos sentíamos durante este tiempo. Por mi parte te doy las gracias por romper el hielo, y que todos hablemos de él hoy

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