lunes, 24 de marzo de 2014

Desde el Exilio (XXII) El dilema de la tortilla de patatas

     Cuando me vine a Panamá a vivir, sabía que venía a un país con una cultura, una forma de vivir y unas costumbres diferentes. Desde luego, también imaginaba que la gastronomía iba a variar un tanto; pero lo que no me esperaba, es que el preparar uno de los platos más sencillos y típicos de nuestro país, me iba a costar tanto.

     Todos, quien más y quien menos, hemos degustado una Tortilla de Patatas (o tortilla Española, como también se le suele llamar): Con más o menos patata, cebolla (o ausencia de ella), más o menos salada, más o menos cuajada... y somos menos los que nos atrevemos a prepararla. Estos últimos, sabemos la que se lía en la cocina cuando nos ponemos a preparar un plato tan (en teoría) sencillo de elaborar.

     Algo así me sucede a mi, por lo que no suelo prepararla más a menudo por pereza, más que cualquier otro motivo. Pero la añoranza por la tierra que te vio nacer y en la que creciste, te hace querer ponerte manos a la obra.

      Pero como ya comentaba al principio, si ya de por sí es complicado el preparar nuestra tan querida y común plato típico, nadie me había avisado de lo complicado que es aquí.

Tenía buen color ¿verdad?

     ¿Por donde empezar? Tal vez por la patata como tal. Nadie diría que siendo originario como es del continente americano, este tubérculo sería tan súmamente caro. ¡No os miento! En España los 5 kgs suelen rondar los 3€. Aquí te puedes dar con un canto en los dientes si consigues la Libra (unos 455 grs) por menos de 3$ (unos 2,5€ aproximadamente). Pero la cosa no acaba ahí; resulta que la patata aquí, es mucho más dura, y por lo tanto, cuesta más que se ponga tierna cuando la cocinas, ya sea friéndola, cociéndola o asándola; obligándome a meterlas de 45 minutos a una hora en el mini grill que tengo para que se asen un poco primero. Normalmente, en la receta original sólo tienes que pelar y cortar la patata y cocerla en el aceite de oliva durante unos 15-30 minutos; aquí, con el proceso previamente mencionado, me puedo tirar casi dos horas para obtener el mismo resultado.

     Con la cebolla pasa algo que es diametralmente opuesto. Ya sabéis que con la humedad, las cebollas suelen pudrirse rápido. ¡Pues imaginad en un país donde la humedad es tan elevada! Panamá es un país estrechito rodeado por dos grandes océanos, lo cual hace que el clima sea constantemente el de una zona costera (aunque tengas kilómetros hasta el mar). Esto te obliga a consumir las cebollas que compres en un periodo de tiempo no superior a las 48, porque después se echan a perder. La ventaja es que su olor no es tan penetrante, por lo que no lloras tanto al pelarla como estás acostumbrado.

     Los huevos: aquí poco hay que decir; aparte de que también son relativamente caros (si tenemos en cuenta los salarios de aquí, y que es uno de los productos básicos de la alimentación), y no he sido capaz de encontrar los de "talla XL" que hay en mi país natal

     He dejado el aceite de oliva para el final, pues esta es la parte más dolorosa para un Español. Aquí normalmente se usa aceite de cánola, de semillas, de soja y... haciendo un exceso, aceite de girasol; por lo que no hay costumbre de usar el aceite de oliva. También hay que tener en cuenta que las condiciones climatológicas hacen bien difícil el cultivar olivos aquí, y ese aceite tan apreciado por los mediterráneos, suele venir de importación de países como Chile. Quiero dejar claro que no quiero menospreciar el producto chileno, pero los que hemos probado el aceite de Jaén, sabemos que no hay color, y como dicen en Asturias: "No ye lo mismo". Normalmente, cuando veía el programa de Karlos Arguiñano, me reía cuando este se refería al aceite de oliva como "Oro líquido"... ¡Ironías de la vida! Ahora es cuando lo he entendido. Aquí no es que sea difícil de encontrar, pero el precio es bastante elevado; hasta el punto que me he llegado a preguntar si la sangre de unicornio no sería más barata. Total, que haces un esfuerzo, le metes un buen ostión al bolsillo para comprarte un aceite de oliva (imprescindible el sabor de un buen aceite, pues es el que le da ese puntito de distinción a nuestros platos), te dejas un pastizal en el aceite y... te llevas la decepción, pues por muy puro que diga la etiqueta que sea, te encuentras con que este aceite que compras aquí no tiene apenas sabor. La explosión de sabor y recuerdos que esperas que se den en tu boca, se acaba convirtiendo en una decepción, y el sabor es muy diluido... como si pidieras en la barra de un bar un José Cuervo añejo reposado, y te encuentres con que te han dado un garrafón que sería más útil como matarratas que como copa. Si los comercios y distribuidores se dedican a engañar así a la gente, no me sorprende que los panameños nos digan que estamos locos por comprar aceite de oliva (gastándonos tanto dinero en él), y que no es para tanto. Si probasen realmente un buen aceite de oliva, lo comprenderían.

Esta última la hice hace unas dos semanas. ¿Sartén antiadherente? ¡Los cojones! Se destrozaron las dos que hice (3 horas de elaboración para que se jodieran al darles la vuelta o emplatar)

     Como anécdota final diré que en casa de mis padres, solíamos acompañar la tortilla de patata con unos filetes de caballa en aceite.... ¡Adivinad qué es lo que NO he podido encontrar por mucho que he buscado! ¡MI REINO POR UNA TORTILLA DE PATATAS CON CABALLA!

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