martes, 20 de mayo de 2014

Desde el Exilio XXVII, Vivo de milagro

     Hacía mucho que no contaba mis vivencias aquí; se puede decir que tenía este diario de a bordo casi abandonado. Los hechos de hoy me hacen retomar un poco esto.

     Hoy me ha tocado ir a recoger una maquinaria que habíamos llevado a reparar; el personal de la tienda-taller me dijo que fuese a partir de las 13:00, que ya habrían acabado de comer y estarían todos. Como está un poco apartado, salí de la caseta a eso de las 12:15 para poder llegar con el tiempo bien holgado.

     Si ya de por sí el tráfico es bastante desesperante en condiciones de clima seco, os podéis imaginar cuando ya estamos entrando en estación lluviosa. Aquí las tormentas cuando caen, lo hacen a lo grande: tienes el limpiaparabrisas a máxima velocidad, y aún así tienes que reducir la velocidad todo lo que puedas para no pegártela porque no puedes ver apenas a través del parabrisas.

     La Avenida Ricardo J. Alfaro (más popularmente conocida como "Tumbamuerto") suele estar siempre saturadísima de tráfico, así que aproveche para, en cuanto me fue posible, desviarme a una de las carreteras de peaje, la cual, esperaba que estuviese un poco más despejada.

     Y así fue: una carretera de peaje larga, sin semáforos ni viviendas cercanas, sin zonas peatonales... me las prometía bien felices. Pero la casi tragedia estaba a punto de suceder.

     Aún llovía con fuerza, lo cual, me hizo reducir la velocidad considerablemente para tener capacidad de reacción suficiente ante cualquier imprevisto; y mira por donde, que este surgió:

     En una de estas pasadas del limpiaparabrisas que me permitía tener una vista más clara de la carretera, vi cómo surgió de la nada un individuo que había decidido cruzar a pie y corriendo la autopista. "¿De donde coño has salido?" Grité al parabrisas, sabiendo que él no podría escucharme, a la vez que daba un volantazo para evitar la colisión y atropello del tío; no fue demasiado brusco, pero el problema fue la balsa de agua que mis ruedas pillaron en ese momento.

     He de decir que Panamá está construyendo mucho, muchísimo; pero el problema es que una vez que dejan las obras terminadas, parece que no invierten ni un centavo en el mantenimiento de las cosas, y así te encuentras con un bache pronunciado que hace dos meses era una pequeña imperfección en la calzada, y que dentro de dos meses será un boquete de dimensiones considerables. Pues eso es lo que me sucedió: un desnivel no corregido oculto por el agua que había caído y que hizo que mi coche patinara.

     Momentos de pánico: el patinaje me mandaba a una zona sin quitamiedos que daba a un desnivel bastante pronunciado; vistazo rápido por el retrovisor por si viniera alguien por detrás con el que pudiera colisionar (en ese momento, el imprudente que cruzó por ahí me importaba una mierda), y pude ver en el espejo mis ojos abiertos de par en par. Instintivamente, mi mano se estaba dirigiendo al freno de ídem, pero recordé las enseñanzas de la autoescuela: "Jamás uses el freno de mano cuando patines; eso bloquea las ruedas y aumentará el deslizamiento" Cuestión de segundos para obrar correctamente: pisadas suaves del freno mientras intentas dominar el volante para re-dirigirte y evitar el golpe, y la distancia con la caída iba disminuyendo, el coche iba frenando su velocidad, pero no sabía si sería lo suficiente... No pude evitar cerrar los ojos ante la inminencia del impacto, y sólo pude acertar a decir: "¡Por favor, Dios, que sea rápido!".

     Debe ser que Dios no me quiere aún con él allá arriba, pues el coche se detuvo a un escaso medio metro de distancia de la caída. Puse el freno de mano y la palanca en la posición de "Estacionado" (es un coche automático), y respiré hondo. Oí un estruendo de un pitido grave, y vi por el retrovisor un "Diablo Rojo" a toda pastilla. No tenía nada que temer: yo estaba en el izquierdo, él iba por el carril derecho (a toda velocidad, sí, pero en el carril derecho). Le dio igual, el tío estaba decidido a pitarme aunque no le estorbara, y lo hizo. He de decir que muchos conductores de este tipo de autobuses que ya deberían haberse retirado de la circulación desde Febrero del año pasado, tienen la misma actitud: conducir avasallando con su tamaño y sus pitadas de camión grande al resto de los conductores, estés en su camino o no. Ellos tienen que imponer su ley del más fuerte, y punto. Según me sobrepasó, tuve una cruzada de cables y salí del coche; os puedo asegurar que jamás un madrileño soltó un "¡Hijolagranputa!" con más rabia de la que solté en ese momento.

     ¿Y el gracioso que cruzó por donde no debía? Ni rastro de él, pero os puedo asegurar que, si me lo llego a cruzar en ese momento, habría preferido que le hubiese atropellado. ¡Será payaso! Por culpa de él, casi paso a mejor vida.

     ¡En fin! Una vez más que miro a la de la guadaña cara a cara, y esta decide que aún no se atreve conmigo. Sinceramente, espero que se lo siga pensando bastante tiempo más, así como espero que no me vuelva a pillar un tormentón como el de hoy, y que la gente deje de ser tan gilipollas como el imprudente de hoy que casi me cuesta la vida

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