martes, 26 de agosto de 2014

Confesiones de una esposa infiel del barrio

(Nota: podéis ver el original en este enlace http://www.huffingtonpost.com/2014/07/02/cheating-wife_n_5552071.html?cps=gravity )

   Soy una mujer de unos cuarenta y tantos cerca del final del proceso de divorcio, y soy yo la que fui infiel
   Siempre he odiado la idea de la infidelidad. Rastreros y mentirosos sacos de mierda que miraban sólo por sí mismos. Egoístas y egocéntricos que casi siempre eran hombres, con la excepción de la víbora típica de telenovela. Por supuesto, nunca una decente mujer casera de barrio como yo.
   Ahora que lo he experimentado por mí misma, a veces hay más de lo que se aprecia a primera vista desde fuera cuando se trata de infidelidad.
   Crecí con un padre infiel. Supe sin saber cuando era joven que mi padre engañaba a mi madre de manera habitual. Las discusiones delante de mi hermana y de mí, oscurecieron mi infancia y me llenaron de una inseguridad que no he superado hasta llegar a la edad adulta. Odiaba el engaño, y me juré a mí misma (y a mi marido) que nunca sería infiel.
   No justifico el engaño. Es tóxico para el matrimonio y la familia, inmoral y miope. Y aún así, hice lo que prometí que no haría.
   Mi matrimonio se desintegró lentamente a lo largo de 15 de sus 20 años. Mirándolo en retrospectiva, ahora comprendo los errores fatales y sé algo más. Pero a mis 20, cuando elegí al hombre con el que me casaría y que sería el padre de mis hijos, honestamente, no sabía lo que realmente significa ser compatible con alguien. No asimilé los factores que necesitaríamos tener en cuenta para fortalecer nuestro matrimonio en su etapas más oscuras.
   Estaba buscando en la superficie la cosas que nos gustasen o no, partido político al que éramos afines y nuestro gusto compartido por la comida italiana. Él era guapo, atlético y tenía un buen puesto de trabajo. Desafortunadamente,, la fachada era todo lo que había. Me casaba y no tenía un sólo amigo. No me preguntó por mi trabajo o mis amigos, a veces, no decía "adiós" cuando se iba de casa. No quería que saliéramos por la noche los dos solos.Decía que debería salir con mis amistades, pero cuando lo hacía, él nunca preguntaba a donde iba, con quien ni qué tal lucía. Me sentía ignorada.
   No era feliz, y sabía que nunca lo sería. Aún me digo a mí misma que es la decisión que yo misma tomé. Estaba casada, tenía dos niños pequeños y decidí que lo haría lo mejor que pudiese. No consideraba la idea de divorciarme. Lo que jamás se me pasó por la cabeza, es que estaría llegando al final de mi matrimonio cuando aún estaba dentro de él. Permanecía despierta en la cama por las noches llorando, preguntándome cuando mejorarían las cosas. Él estaba al lado mía en la cama, jamás me dirigió una palabra, nunca me rodeó con sus brazos, nunca me preguntó qué me pasaba. Nuestra vida sexual pasó de ser unos hitos memorables y obligatorios de auténtica intimidad, a algo completamente vacío. Me sentía increíblemente sola.
   Le hablé, le pregunté por qué, le pregunté qué era lo que me faltaba. Traté de hablar de distintas maneras: con tranquilidad, con ternura, de forma despreocupada, y furiosa. Le propuse ir a terapia de pareja, pero se negó. En alguna ocasión, hizo un esfuerzo, y eso ayudó a que recuperase las esperanzas que estaríamos bien. Pero las más veces él permanecía a la defensiva y decía que yo me lo había imaginado, que exageraba.
   Así que me volqué en mis hijos y mi trabajo, e ignoré mis propias necesidades. Lo hice durante mucho tiempo y continué poniéndome a mí misma en el último lugar en la lista de mis prioridades.
   Cuando engañé a mi marido, no fue algo que hubiese planeado. Sé que es lo que todo el mundo dice, pero es verdad, realmente no iba buscándolo. Una amistad con otro hombre creció hasta pasar a ser algo que no era sexo sucio, pero sí una renovación de lo que era sentir felicidad y esperanza. Evolucionó con el tiempo, y no estaba basada en la lujuria, si no en conversaciones, aprecio y comprensión; cosas que jamás tuve por parte de mi marido. Como le dije a mi mejor amiga, para ayudarte a entenderlo: a veces no sabes que estás tocando fondo hasta que no empiezas a remontar.
   Para quellas personas que dicen que no me esforcé, lo hice, durante buena parte de una década y media. Para aquellos que me juzguen, entiendo que están en su derecho a hacerlo. Vuelvo a decirlo: no defiendo el acto de engañar a tu pareja. Si hubiera sabido lo que iba a suceder, y hubiera sido lo suficientemente consciente de lo que iba significar, volvería atrás en el tiempo y pondría fin a mi matrimonio antes de que la infidelidad se materializase. Pero no me di cuenta de nada en su momento, incluso mientras me estaba sucediendo.
   Para mí y mi situación, realmente creo que era inevitable, y la única forma en la que esto iba a suceder.

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