Y llegó el día; en unas horas pasaré por quirófano para recibir ese empujoncito que me aupará a una vida nueva. Anoche me tocó enfrentarme a mi pánico a las agujas e inyectarme yo mismo la heparina.
¿Nervioso? No; ya conozco la experiencia de la anestesia general, y también sé lo que me aguarda. De hecho, me vendrá muy bien no pensar durante horas, y así desconectar de todo (me vendrá de maravilla); y también estoy deseando que esta sensación de hambre eterna, de estómago siempre insatisfecho, se calme y acalle de una vez, y pueda al fin, simple y llanamente vivir. ¿Es mucho pedir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario