domingo, 22 de agosto de 2010

Busco un corazón

Buscando voy en esta tarde de Verano, un corazón. Uno que valga la pena, y que encaje y complemente al mío.
Da igual el color o el tamaño, no me importa la velocidad ni la fuerza con la que lata; ni tan siquiera si tiene la forma bonita de los dibujos sencillos que pintamos de pequeños y que está representado en la baraja de cartas, o si su forma es la menos romántica que nos muestran en clase de anatomía. Tampoco importa si no ha nacido en la misma tierra que me vio nacer, ni bajo el mismo sol, ni que hablemos o no el mismo idioma.
Sólo busco un corazón, ese corazón, que sé que va conmigo, que está hecho a mi justa medida para latir al unísono con el mío. Que sea su alma gemela, pero que además, le complemente las carencias al mío. Un corazón, ya sea alegre o melancólico, valiente o cobarde, que sepa que está hecho para permanecer junto al mío, y quiera hacerlo. Un corazón, en definitiva, que sin ser mío, lo sea; que llore conmigo, pero además sepa consolarme; que su risa sea el eco de la mía, y sepa ser risueño; que sepa seguirme en la conversación, pero sepa también acompañarme en los silencios. Un corazón, en definitiva, hecho única y especialmente para mí.
Miles no, millones de corazones me rodean, y con ellos me cruzo a diario. ¿Cual de ellos será el que busco?

Foto: La (como siempre) genial Leticia Arnao (Nöis)

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