domingo, 11 de marzo de 2012

Piel de trapo

   Hace mucho que perdí la cuenta del tiempo que llevo olvidada en este trastero. Fui el primer regalo de una niña, y durante muchos años, su muñeca preferida.
    Durante toda su infancia, fui su compañera de juegos por el día, y quien velaba sus sueños por la noche; fui su compañía, su amiga, su confidente... ¡Cuantas tardes juntas merendando bocadillos de plastelina, o escuchando paciente la manía que le tenía la profe de matemáticas, o lo injustos que habían sido sus padres castigándola!
   Pero ella creció, y poco a poco, nuestras tardes juntas fueron menguando, hasta que, llegó el día en que mi amistad inquebrantable y mi lealtad de todos esos años fueron olvidadas. Dejé el calor de su cuarto y su mullida almohada, para acabar cubierta de polvo, apilada de forma poco ceremoniosa en este frío y oscuro trastero. Hace años que no veo la luz del sol, y más tiempo aún desde la última vez que la vi. Muchas veces, cuando recuerdo aquellos tiempos mejores, me invade la congoja y siento ganas de llorar, a pesar de saber que eso es imposible, y que los dos botones que tengo por ojos, jamás podrán derramar lágrima alguna.
   En este tiempo, he conocido seres interesantes, y he podido fraguar algunas amistades; las arañas por ejemplo, a pesar de que tienen un aspecto un tanto sobrecogedor, son bastante amistosas, y unas grandes conversadoras. 
   También he conocido el amor. Él llegó un par de años después que yo al trastero; un magnífico soldadito de plomo con un porte y una gallardía que jamás había visto nunca en muñeco alguno. No os voy a mentir; en seguida me sentí enamorada de él; y no es para menos: Ese porte, ese aspecto de hombre maduro y de mundo que le da su uniforme, ese cuerpo cincelado en plomo, con músculos firmes y duros que te hacen tener la sensación de que jamás estarás desprotegida a su lado...
   No voy a negarlo: fue verle, y sentir que el mundo empezaba a girar de manera vertiginosa en este trastero; sentía un calorcito en mi interior que nunca antes había sentido. Dicho calor, aumentaba en intensidad cada vez que le miraba, y eso me daba miedo, pues aunque mi piel es de un trapo de alta calidad, que no ha necesitado nunca ser cosido, mi interior es de serrín, y este podría llegar a arder si esa temperatura interna no dejase de subir... ¡Pero es que no podía dejar de mirarle!
    Por desgracia, mis sentimientos no eran correspondidos, y para él, yo sólo era una habitante más de aquel trastero que nos condenaba a todos al olvido; pues el tenía ojos únicamente para su bailarina.
   Ella llegó por casualidad unos días después que él, y siendo honesta, yo jamás habría tenido oportunidad alguna de poder competir por el amor de mi soldado: Su cuerpo era grácil y esbelto, mientras el mío es tremendamente maleable y blando. Su postura por la cual se apoya únicamente sobre la punta de uno de sus pies, es la que volvió loco de amor a mi (amado en secreto y silencio) soldadito de plomo; y yo jamás podría adoptar esa postura. 
   Y así pasaban los días uno tras otro, con el corazón roto por varios frentes: El primero, aquella amiga inseparable que un día de desterró aquí, y por otro lado, siendo ignorada por alguien a quien amo con locura, y sabiendo que jamás reparará en mi... Me sentía totalmente sola y desgraciada, echando en falta un poco de afecto o contacto que pudiera reconfortarme, pero este nunca llegó; y ahí estaba yo: sintiendo como día tras día, iba muriendo un poco más por dentro.
   Hoy noto algo distinto: hace bastante rato que no oigo los ruidos habituales de la casa; sólo unos pasos apresurados a primera hora de la tarde, acompañados por unos gritos ininteligibles desde aquí; pero si noto que la temperatura ambiente este subiendo mucho... 
   Desde lo alto de mi caja, puedo ver a mi soldadito y su bailarina juntos; hablando, riendo, como sólo lo pueden hacer dos personas enamoradas. De repente, puedo ver cómo algo de humo se filtra por el quicio de la puerta, y eso me hace ponerme en estado de alerta, aunque el resto de habitantes del trastero parecen no haberse dado cuenta. 
   Es entonces cuando veo la puerta arder, y cómo las llamas comienzan a lamer y consumir todo aquello que tocan. Miro hacia mi soldado y su bailarina; él con gesto serio mira las llamas avanzar hacia ellos, mientras ella ve la escena con el terror reflejado en sus diminutos ojos pintados sobre la porcelana.
   Las llamas se van acercando peligrosamente a ellos, y yo me pongo a pensar que siendo él de plomo, podrías sobrevivir al fuego, mientras que ella se calcinaría completamente. Este pensamiento me hace albergar esperanzas de poder tener una oportunidad con mi soldadito de plomo, una vez que ella desaparezca; y casi decido observar la escena desde el lugar desde el que me encuentro, regodeándome ante la posibilidad de que mi rival en la lucha por el corazón del soldadito, desaparezca consumida por las llamas.
  Veo que él se sitúa delante de ella, en una clara demostración de caballerosidad y... ahora lo comprendo, además es el amor el que le impulsa a hacer eso; la ama, y por ese amor está dispuesto a afrontar cualquier tipo de destino. Por un instante, comprendo cómo se sentiría mi metálico soldado si perdiera a su amor, pues es lo mismo que yo sentiría si él desapareciera. No tengo mucho tiempo para actuar, las llamas están apunto de alcanzarles; no sé qué podré hacer yo, una muñeca de trapo, cuya piel se hizo a partir de camisetas viejas y paños de cocina, y que con mi relleno de serrín no tengo consistencia alguna para poder cogerles en vilo y sacarlos de allí. No lo resisto más, me lanzo al vacío desde mi atalaya de cajas, en dirección a donde ellos están.


   Aquella mañana, una extraña noticia aparecía en la prensa local: "Un terrible incendio ha arrasado la vivienda de los Gutiérrez, pero les queremos comunicar un hecho insólito: A pesar de que el infierno que se ha desatado aquí ha hecho caer la casa, los bomberos han encontrado un soldadito de plomo intacto, una cajita de música algo ennegrecida por el calor y el humo, pero que aún está entera y en perfecto funcionamiento. Un tercer objeto ha aparecido en la zona donde se han hallado el soldadito y la caja de música, y es un corazón pequeño de oro, como aquellos que suelen adornar el cuello de muchas adolescentes, amontonado sobre un montón de serrín hecho cenizas"

1 comentario:

  1. Ohhh! Qué bonita historia... Me gusta la noticia a la que la muñeca da lugar.

    Sabes qué se me hacía un poco repetitivo al leer? Dos o tres veces la expresión: no voy a negarlo, No os voy a mentir, cuando habla de su enamoramiento del soldadito... Bueno, cosas sin importancia... Jejeje! Besos!

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