viernes, 28 de febrero de 2014

Las Reglas del Juego

   Son muy fáciles, son por las que me llevo rigiendo casi toda mi vida. Sin embargo, hay gente que aún no lo ha pillado, por lo que las explicaré aquí:

   La más básica es: "No me exijas lo que no estés dispuest@ a dar" Fijaos que no uso el verbo "pedir", si no el verbo "exigir" os pongo ejemplos prácticos que me han pasado con algunas personas:

- No me exijas coherencia cuando tú no la demuestras. He conocido casos de gente que le reprocha a otra que fume, beba o se drogue "porque le preocupa su salud", y luego son tan hipócritas de fumar, beber o drogarse (y ponerse hasta el culo, por cierto)

- No me exijas que confíe en ti, si esa confianza no va a ser mutua. Más fácil imposible; estoy harto de maruj@s que piden que se lo cuentes TODO, y luego no son capaces de corresponder. No es que sea un cotilla, pero ese tipo de actitudes prostituyen el significado de la palabra confianza.

- No me exijas que te acepte tal y como eres, si no estás dispuest@ a hacer lo mismo conmigo. Esto sí que me cabrea. Hay gente que es áspera con los demás; realmente borde, y que trata a quien le rodea como si fuera mierda. Y encima tienen las agallas de decir: "Es que yo soy así, y punto, aprende a aceptarme" ¡Cojonudo, sí señor! Luego, esas personas son las primeras que pretenden cambiarte, y te dicen que tu forma de ser no vale, y no sé cuantas cosas más. Gente a la que hay que soportarle cualquier cosa, y luego no te dejan pasar a ti la más mínima, e incluso retuercen tus palabras o le buscan algún sentido oculto que sólo ellos ven, para que encima quedes tú como el malo.... Esas personas son un auténtico cáncer; y como tal, o se curan, o se erradican (en sentido figurado y literal)

- No me exijas humildad, cuando tú no la tienes. Poco más que añadir. La gente así es la misma que describo arriba.

- Si vas a ayudarme con algo, luego no lo utilices para echármelo en cara. Estas personas son de lo más miserable. De pequeño me enseñaron a ayudar incondicionalmente si alguien lo necesitaba; y con los años, eso se ha convertido en algo natural en mi. ¿Recibiré algo a cambio? Pues nos educan para que así sea, y así lo esperemos; pero con los años, he aprendido que con  la satisfacción de haber podido hacer algo por otra persona, ya es más que suficiente. Desde luego que si alguien me echa un cable, me sentiré en deuda con esa persona, y mi predisposición a devolverle el favor será mayor; pero repito: Yo NO lo hago por eso, por acumular favores que cobrarme en el futuro cual vulgar usurero. ¡Pues hay gente que no lo entiende! Lamentablemente, me he encontrado en mi vida con personas que, después de "ayudarme", no se han sentido suficientemente "recompensadas" con el hecho de darles las gracias; gente que se ha ido guardando cada pequeño favorcito que me hayan podido hacer, para después echármelo en cara para obligarme a devolvérselo en formas que muchas veces ni me agradan; gente que ¡Me exige que les "pague" el favor!, y de la peor de las maneras: restregándome la vez aquella que yo les necesité, aunque fuera para alcanzarme la sal en la mesa. Estas personas, amigos míos, son las peores que te puedes cruzar en vuestras vidas; y a las que es más imperativo (por salud mental y emocional) alejar lo máximo posible.


   ¿Qué hacer con estas personas? Pues hay varias opciones:

La primera: No hacer nada, seguir como siempre, y padecerlas, siguiendo con una sensación de tener una vida triste y desgraciada.

La segunda: Lo mismo que la primera hasta que el vaso se desborda. La cosa suele acabar en una tremenda discusión y pelea, soltándoos un "¡Por ahí te pudras!" y acabándose la relación para siempre

La tercera: No dar por perdida a la persona, e intentar corregir esos pequeños "defectos" que te molestan. Intentar buscar un punto de encuentro en el que ambos dais el brazo a torcer en búsqueda de un bien común y un entendimiento. Es la más complicada de todas, y requiera paciencia, dedicación y constancia. Casi nadie suele plantearse esta opción por el desgaste que supone muchas veces.

La cuarta: Ir enfriando poco a poco la relación, espaciándose con respecto a esa persona, y dejar que esta relación vaya muriendo poco a poco hasta que llegue un día que ésta haya desaparecido; sin dramas, sin gritos; sólo dejando que la distancia y el tiempo hagan el milagro de crear el olvido. Es una opción que se puede antojar cobarde, pero es menos traumática que la segunda, en la cual se pueden decir cosas durante el calentón, que pueden hacer muchísimo daño.

   Reconozco que en casi todos los casos he usado la cuarta opción, la cual, aunque no es la ideal, es la más elegante para poner tierra de por medio. En muchas ocasiones he combinado la tercera y la cuarta; pero ha sido en casos en los que realmente la persona me importaba, y mucho. Ya cuando veía que no iba a poner nada de su parte, cuando me quedaba agotado en todos los sentidos por luchar contra la corriente, es cuando he tomado las de Villadiego.

   Puede que estéis en desacuerdo conmigo; puede que penséis que soy yo el que no merece la pena, pero ¿sabéis qué? He descubierto y decidido que para mi salud mental y emocional, tengo que empezar a detectar lo que me hace daño, y decidir qué hacer con ello. Es una forma de quererme a mí mismo y, si no hago esto, ¿cómo voy a querer a los demás?

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