lunes, 30 de mayo de 2011

Despedidas




Este Domingo, mi compi Irene y le hemos dado a nuestros chavales una noticia que sabíamos que debíamos darles, pero que he querido retrasar lo máximo posible; y esta es que tras tres años, hemos de dejarles y tienen que pasar por el cambio de catequistas/animadores que tan poca gracia nos hace a todos.
La reacción no ha sido buena en líneas generales; se ve que los chavales se habían encariñado con nosotros, y eso nos lo está haciendo más difícil aún, pues el sentimiento es mutuo. Pero el paso es necesario; el cambio es necesario para que aprendan a adaptarse, para que se abran a la gente y no formen islas o guetos que les aparten de la gente. Además, hay un momento, en el que se acostumbran unos a otros, y el catequista no tiene nada más que sacarles a los chavales, ni ellos tienen nada nuevo que aprender de él/ella.
Hoy, habiendo pasado más de 24 horas después del trago, quiero dedicarles estas líneas:

Queridos chic@s
Casi puedo recordar con total claridad el día que Irene vino a casa a pedirme ayuda para poder daros grupo. Como ya dije en su día, ya había tenido varias experiencias como catequista de pre-adolescentes; fallidas el 90% de ellas, y por ello me había auto-convencido de que yo no valía para ello. Sin embargo, la carita de pena de mi compi, junto a esa expresión de "no se me ocurre nadie mejor a quien acudir", me desarmaron por completo y accedí.
Más nítidamente recuerdo el primer día, cuando al responder a algunas de las preguntas que os lanzábamos os decía "No quiero que me respondáis lo que quiero oír, quiero que me digáis lo que pensáis... me guste o no". Recuerdo vuestras caras de desconcierto; a día de hoy espero que hayáis comprendido el por qué os lo decía, y esto es porque: cuando se trata de nuestra vida, de nuestro corazón, de nuestra fe, no hay respuesta correcta; no hay una teoría que aprenderse, no hay un examen ni una calificación por notas. Nos os voy a dar un "aprobado" o un "insuficiente", por que se trata precisamente de ello, de vuestra vida. ¿Voy a saber yo mejor que vosotros por o que pasáis, lo que pensáis, lo que sentís en cada momento? NO. Puedo imaginarlo, puedo hacerme una idea basada en mi propia experiencia, en las cosas que me han perjudicado o beneficiado; y a partir de ahí, intentar enseñaros a descubrir vuestra fe, y vivir con ella y con lo que ello conlleva.
Durante estos años, Irene y yo hemos querido acompañaros en este caminar, ayudaros a descubrir las maravillas del mundo que os rodea, a aprender a conocer un poquito mejor la naturaleza de Dios y el hermoso regalo que es su presencia en nuestras vidas ahí donde está; oculto a la simple vista, pero tangible en lo que al corazón se refiere. Hemos querido enseñaros a querer y apreciar más a quienes os rodean; a saber perdonar de corazón, a orar con el corazón, a buscar el silencio interior y exterior para poder escucharos a vosotros mismos y a Dios en vuestros corazones. Hemos intentado (sin éxito) que no seáis tan malhablados y que digáis menos palabrotas (que luego vuestros padres y el cura me echan la culpa a mí y dicen que he sido yo quien os ha enseñado a ser tan palabroteros). Hemos querido enseñaros a no discriminar a nadie, independientemente de que piense o no como vosotros, de que os quiera o no, de lo que digan los demás...En definitiva, hemos intentado ayudaros a ser mejores personas de lo que yo seré jamás.
He de deciros que yo también he aprendido mucho con vosotros. Me habéis estimulado para que supiera re-inventarme semana a semana y así poder enseñaros mejor. He descubierto facetas de mí que desconocía que tuviese, he descubierto que la enseñanza no se me da mal, y que soy capaz de buscar recursos por cualquier lado para poder hacer mi labor lo mejor posible. He aprendido a adecuar mi vocabulario para que no resulte tan pedante; a no abusar tanto de los tecnicismos para parecer que soy una persona que sabe de lo que habla, y adaptar el lenguaje de forma que sea lo más fácil de entender, y así asegurarme de que lo que quería transmitir os llegase de una manera clara. He aprendido que con sencillez, también se puede hacer respetar uno; y sobre todo, he aprendido a suavizar mucho las formas (con mi físico, es difícil parecer delicado y transmitir confianza en lugar de intimidar). He comprendido que la mejor forma de enseñar es dando ejemplo; y así, en momentos de tensión, o de bajones, al recordar que debía daros ejemplo, me he aferrado a ello con todas mis fuerzas para mostraros que se pueden hacer todas esas cosas que os he dicho; que no son palabras que se dicen por decir. Gracias a eso, me habéis ayudado a ser mejor persona; alguien más fuerte de lo que era (en espíritu).
Ayer, nos llegó vuestro cariño; y en más de una respuesta que dabais, me llegabais al corazón. Justo cuando creí que no era capaces de enseñaros ni a respetar el turno de palabra, ni a no interrumpirnos cuando hablamos por cualquier chorrada, soltabais perlas del estilo: "Un catequista no se puede comparar a un profesor. Con un catequista hay más confianza." o "Un profesor sólo te enseña contenidos teóricos, un catequista es más íntimo, es un mentor, es mucho más cercano". Otras respuestas fueron un poco más agridulces, como la negativa de algunos a seguir el curso que viene si no era con nosotros; por un lado nos llegó esa muestra de cariño, por otro, me entristecía, pues nuestro papel no es protagonista. El protagonista principal es Jesús, luego estáis vosotros, y los catequistas somos en realidad los extras. Como os dije ayer, si basáis vuestra asistencia en nosotros, si somos el motivo de que vengáis o dejéis de venir, entonces hemos fracasado como educadores.
Ayer, en muchas de vuestras respuestas, en muchas de vuestras actitudes, descubrí que realmente habíais aprendido cosas, que ya no sois los mismos que cuando empezamos este camino que nos ha llevado hasta aquí (y que continuará, pero eso ya depende de vosotros), que habéis madurado; y que, aunque nos hemos tragado vuestra "edad del pavo", lo hemos hecho bien gustosos (a partir de ahora, el pavo queda desterrado de mi dieta, que ya tengo empacho de él :P ), a la vista de los resultados. En definitiva, ayer nos hicisteis sentir muy orgullosos de haber sido vuestros catequistas; orgullosos y honrados por vosotros; y creo que no podríamos pedir más.
Pero esto no es un adiós; seguiremos viéndonos en el barrio, en los campamentos, los domingos en misa, seguí teniendo nuestros números de móvil y nuestros correos electrónicos (aunque voy a echar de menos el madaros callar o el deciros "Chicos, así no se liga ;) ")
Poco más me queda que deciros, salvo que os quiero a todos y cada uno de vosotros, pero eso ya lo sabíais ¿no? Pues eso.
Un abrazo

Josele

3 comentarios:

  1. Creo que te voy a robar la idea. Me dejas, ¿verdad? Yo también voy a dejarles algo.

    ResponderEliminar
  2. Muy bonito. No hay palabras sobre todo cuando has pasado ya por ello y sabes como se siente uno. Enhorabuena a los dos. Espero que el que entre a sustituiros este a vuestra altura.
    Besotes...

    ResponderEliminar
  3. Jooo ya me dejó con la boca abierta Irene y ahora tu José... Madre ya no tengo palabras ya no tengo nada si solo me sale de mi boca un "GRACIAS" enorme y sincero para los dos... Y es verdad, no va ser lo mismo sin vosotros ya que nos dabais todo en esos domingos después de misa... Y vamos, espero que cuando pase tiempo nos volvamos a juntar todos para encontrarnos otra vez, porque merece la pena.
    GRACIAS,enserio, muchas GRACIAS por todo.
    Nunca os Olvidaré ya que habéis sido un elemento clave en mi vida.

    GRCIAS

    ResponderEliminar