jueves, 21 de febrero de 2013

Señorita Agosto

   Ya es verano de nuevo, y volvemos a coincidir en el mismo pueblecito costero. No es casualidad si tenemos en cuenta que tus abuelos viven aquí, y entonces venís todos los veranos, y que a mis padres les gusta esta playa por lo poco profundo de sus aguas, y por que mejor que venir solos y aburrirnos los unos de los otros, mejor hacerlo en compañía de gente conocida.

   Yo en realidad estoy deseando que lleguen estos días, pues son los únicos del año en los que puedo disfrutar más prolongadamente de tu compañía, y en los que yo no soy tan invisible para ti como durante el resto del curso. Son esos días en los que puedo tener más de cerca tu presencia tan anhelada durante el curso; esos días en los que cambio mis suspiros por una respiración agitada por el calor y los juegos en el agua, y en los que la brisa marina me trae tu olor debido a la proximidad que no tenemos de Septiembre a Junio. Esa época del año en la que no extraño tanto a mis amigos, pues tengo a mi vera a esa persona por la que tanto peno durante el curso.

   Puedo permitirme el mirar y admirar cómo tu cabello refleja todos y cada uno de los rayos del sol que se atreven a impactar en él; puedo perderme en tus ojos con expresión bobalicona mientras tú miras con gesto ausente al horizonte, tal vez pensando en algún chico de tu colegio concertado de la misma forma que yo pienso en ti.

   Mi querida Señorita Agosto: ¿Cómo reunir el valor para atreverme a decirte todo lo que siento por ti? ¿Cómo decirte que estas dos semanas de verano son las que espero con más ansia durante el año, que son las más importantes y felices para mi? ¿Cómo decirte que me encantaría que la distancia entre los dos fuese tan pequeña como para que un alfiler muera de asfixia entre nosotros dos? ¿Cómo atreverme a acercar mi mano a tu rostro para apartar ese mechón de pelo que cruza tu rostro separando tus ojos? ¿Cómo comprender todo este tropel de sensaciones que me recorren por dentro? ¿Cómo calmar a los miles de caballos que corren desfogados en mi pecho? ¿Cómo decirle a ese pajarito que se pasea por mi corazón que deje de clavarme sus delicadas patitas, que aunque el cosquilleo es agradable, se torna dolor en tu ausencia? ¿Cómo?


    Luego llega traicionero Septiembre, y la vuelta a la realidad de las clases, volver a ver a los amigos, y volver a sentir en mi habitación el vacío que deja tu ausencia. Las primeras semanas son un poco más llevaderas, pues tengo reciente el recuerdo de haber pasado juntos el verano; mi memoria aún me trae el olor de tu pelo, y, si cierro muy fuerte los ojos, puedo ver tu rostro a escasos centímetros del mío. Es el dulce recuerdo de esas semanas en las que yo para ti existo, y estoy ahí, y te amo... aunque no me atreva a verbalizarlo, pero me conforme con tenerte tan cerquita y poder arrancarte sonrisas y ver que mi presencia no te desagrada.

   Pero como digo: la realidad se impone, la realidad del curso, de los duros meses que se extienden de Septiembre a Junio. De los meses en los que yo para ti no existo, aunque para vernos sólo tengamos que abrir la puerta de casa y llamar a la de al lado.

   Y es que esa es la distancia más cruel: el tenernos al lado (pues somos vecinos), y sin embargo ni vernos durante el curso. Cuando yo salgo caminando hacia mi colegio, el cual está a 10 minutos a pie, tú ya llevas 15 metida en el coche de tus padres, camino del tuyo, en la otra punta del pueblo. Luego llegas por la noche, cuando ya estamos cenando en mi casa, pues tus padres llenan tus tardes con academias y horas de estudio en la oficina de tu padre.

   Y así pasa el curso. Yo suspirando por ti durante más de nueve meses mientras tú no eres consciente de mi existencia, hasta que llega el verano y aquellas aguas del Mediterráneo son testigos de la intensidad con la que late mi corazón mientras tu juegas a hacer castillos de arena a mi lado, Señorita Agosto.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario