lunes, 25 de marzo de 2013

Una semana después

   Sí, ya ha pasado una semana desde que te dimos el adiós en el cementerio de Torrejón.

   Aún estoy tratando de poner en orden toda esta vorágine caótica que tengo dentro de mí, donde los sentimientos se entremezclan con los recuerdos, las conversaciones....

   Los recuerdos son muchos, y gracias a Dios, guardo en mi memoria (que suele ser bastante buena, por cierto) los paseos que dábamos a las afueras de Móstoles o atravesándolo, el ir al bar de nuestro ex-vecino Manolo a merendar para volver a atravesar Móstoles a pie de regreso a casa, los días que íbamos a pasar al campo a Villaviciosa de Odón a coger piñones, comer barbacoa, y tirarnos mis hermanas y yo montaña abajo con nuestras bicis sin frenos. Recuerdo los viajes en la furgoneta y en el furgón, dormir dentro de estos; el pasar las vacaciones en Guardamar, Santa Pola, Motril. Recuerdo el ir a Toledo con la abuela, a Segovia, a Sevilla, al Escorial, al puerto de Navacerrada, a Villalba, al Pantano de San Juan, al Monasterio de Piedra, a Granada, a la Manga del Mar Menor, a Roquetas de Mar... y las visitas al Zoo que hacíamos todos los años y en las que siempre comprabas la foto que nos hacían a la entrada

   Recuerdo las conversaciones que teníamos en el furgón cuando en las vacaciones del colegio e instituto me llevabas a trabajar contigo; más que nada por la compañía y que no estuvieras sólo, aunque yo no me quedaba quieto y bien que cargaba con los cestos de pan, las compras a domicilio del Mercadona, o los paquetes de Sal que llevábamos a las depuradoras. Recuerdo que entre otras cosas me decías: "Hijo, hagas lo que hagas, te dediques a lo que te dediques, esfuérzate en ser el mejor; así te asegurarás un puesto donde sea", recuerdo tus bromas, los piques que tenías con los taxistas cuando estos te hacían una pirula, y las lindezas que les soltabas; recuerdo el día que nos regalaron una caja de esa bebida que era precursora del "Red bull" y que como era verano y teníamos mucha sed, nos bebimos como si fuese agua para no poder pegar ojo esa noche.

   Los sentimientos... Primero está la rabia; sí, rabia por que esta enfermedad todos sabemos que no la contraes así como así por accidente, si no que es el tabaco lo que te arrastró a ella. Rabia por que tuviste la oportunidad de ponerle freno cuando te ofrecieron operarte y estirparte el medio pulmón que ya no te funcionaba, y te negaste a ello (aunque siendo justos y fieles a la verdad, eso no te iba a garantizar el vivir mucho más) Pero a la vez siento rabia hacia mí mismo por ser tan egoísta; pues recé por que si este día llegase, que fuera antes de mi marcha a Panamá, o después de mi regreso; para poder tener así tiempo para despedirme de ti. Parece que mis oraciones fueron escuchadas, y lo que yo quería se cumplió, pero no de la forma que deseaba, y aunque he tenido la ocasión de despedirme, no ha sido cuando yo lo hubiera deseado.   Rabia también porque mientras estabas hospitalizado yo no podía estar tanto tiempo a tu lado como mi madre y mis hermanas, pues tenía que hacerme cargo de Nico, pues la persona que en teoría podría haberse quedado con él y atenderlo, se comportaba como si fuera una molestia; y al tercer día ya me estaba poniendo pegas para quedarse con él, por lo que decidí no dejárselo más. Rabia porque en el momento de tu marcha, yo no estaba allí; llegué cinco minutos tarde; si hubiera salido antes de casa, si no me hubiera detenido a comprar esa revista.... La verdad es que ese pensamiento derrotista me estuvo torturando toda esa noche; el no haber llegado a tiempo, el no haber estado allí. Sin embargo, si lo razono, en caso de haber llegado a tiempo, mi madre habría estado fuera de la habitación jugando con Nico, y le habría privado a ella de ese momento al cual, ella tenía preferencia por encima mío o de mis hermanas; y eso tampoco me lo podría haber perdonado.

   El siguiente sentimiento es el de impotencia; el de saber que no podía hacer nada; que te nos ibas y punto. Esa impotencia de ver cómo poco a poco tu vida se iba apagando como una vela, y que no podíamos hacer nada; sólo rezar y rogar por que no sufrieras más de lo que ya estabas sufriendo. Impotencia de ver cómo las enfermeras hacían cuanto podían para poder hacerte más llevaderos esos últimos días; impotencia al ver que por mucha sedación que te pusieran, la sensación de ahogo no desaparecía, y por lo tanto, no podías descansar.

   Luego vendría el dolor; dolor por ver que te habías marchado, por que la última vez que viste a tu nieto fue  de forma fugaz mientras te llevaban al hospital, no dándote la oportunidad de poderte despedir de él; dolor por ver que la persona que lo dio todo para criarme y educarme, la persona que me había enseñado a trabajar y esforzarme, se había marchado, nos había dejado, y que ya no la iba a ver más.

   Y el agradecimiento; por todo lo que me diste, por todo lo que me enseñaste, por que, para bien y para mal, todos esos recuerdos, todas esas enseñanzas, todas esas experiencias, han sido una parte muy importante a la hora de conformar la persona que soy ahora, a día de hoy; aunque en muchas cosas nuestras opiniones chocasen, aunque discutiéramos... incluso eso ayudó a la hora de convertirme en quien soy. "De todo se aprende, incluso de los errores que cometemos" me dijiste en una ocasión; y no sólo me lo he aplicado, si no que he compartido esa frase cada vez que le enseñaba a mis chavales de catequesis.

   Te he llorado, mucho, incluso cuando aún estabas en vida, aunque a Nico le cueste entender por qué papá llora, si no tiene hambre, ni parece haberse dado golpe alguno, y cómo es posible que lo haga en silencio, sin gritar como él lo hace cuando algo le duele.

   El Sábado siguiente, justo el día antes de marcharme, fui a tocar con la gente del Coro Joven Diocesano en lo que sería mi (hasta el momento) último concierto-oración "Es Algo Diferente" en Yepes (Toledo), ¿Por qué? Te preguntarás; sencillamente porque no podré estar presente en la misa que te harán en una semana, y quería dedicarte este "pequeño" espacio de oración musical de dos horas de duración. Con el corazón lacerado aún por el dolor de tu pérdida, ofrecí ese concierto y di lo mejor de mí; toqué, y parecía que jamás había faltado ni a un solo ensayo; fluí con la música, me entregué, disfruté... de algún modo sabía que estabas escuchándome, y eso me dio fuerzas para poder tocar hasta el final. Dicen que fue ce los mejores conciertos que hemos hecho, y me gusta creer que desde el cielo nos aplaudías con gesto de aprobación.

   Adiós, papá; poco más me queda que decirte, salvo dejarte este pequeño video-homenaje, y recordarte que te quiero, aunque nunca te lo dijera de viva voz.



   Tu hijo, José Luis Ruiz (Josele)

 

1 comentario:

  1. Josele, no tuve ocasion de darte el pésame porque no era el momento en Yepes, no conocí a tu padre, pero si era de la mitad de buena persona que tu eres, estoy seguro que estará ahora con "El mas Grande" y te escuchará en tus proximos Conciertos de Oración, sintiéndose orgulloso de tener un hijo con la entereza y humanidad que demuestras día a día,,, un fuerte abrazo... Jorge

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