martes, 6 de diciembre de 2016

Día 233: Rabia


     Eso es lo que sentí al enterarme que la báscula del endocrino del hospital está trucada con dos kilos de más. Eso explica el aumento y bajadas de peso tan brutales de un día para otro cuando el esfuerzo de entrenamiento y sacrificio de dieta es el mismo; la misma rabia que siento cuando encima del disgusto de ver esa inexplicable subida de peso, te dan a entender, no sin cierto desprecio, que no te esfuerzas lo suficiente (Malditos hijos de...!)

     Intento de todos modos, aprovecharme de esa rabia y sus efectos; junto con la misma, vienen unos picos de adrenalina y mala leche que hay que descargar; Y qué mejor manera de hacerlo que entrenando? De camino al gimnasio me pongo las noticias de la radio, mientras recuerdo cada visita al endocrino, el trato que me dan, cada frustración y cabreo del trabajo del día anterior... Cuando bajo del coche ya estoy prácticamente masticando la mala leche acumulada y la bilis que me va subiendo desde las tripas, mientras un gruñido se va formando en mi garganta. En ese momento, ya estoy listo para entrenar y soltar toda esa rabia en un entrenamiento más fuerte, más intenso, más duro; y no paro hasta que las ganas de pelea no desaparecen por completo.

     Puede que emocionalmente no sea bueno, pero para entrenar me va de miedo.

     Por cierto, a día de hoy, al pesarme, he alcanzado el objetivo que me puse para toda la semana: bajar esos 4 kilos que me propuse. Ahora toca mantenerlos (y si puedo bajar aún más, mejor)

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