domingo, 9 de septiembre de 2012

Hasta la vista, Leroy Merlín

 
 Hace ya unos 15 años que crucé por primera vez la puerta de Leroy Merlín Alcalá para trabajar allí . Era el 1 de Septiembre de 1997, y las dificultades económicas en casa hicieron que me incorporase al mundo laboral.
      Antes de continuar, permitidme deciros que no voy a sacar trapos sucios ni a decir barbaridades en plan amante despechado, ni a revelar información confidencial, así que si estás leyendo esto en busca de alguna de las cosas mencionadas, puedes dejar de hacerlo ya, o prepararte para llevarte un chasco; lo siento, pero soy un caballero.
   Como iba diciendo, yo entré allí debido a la necesidad: mi padre acababa de superar los 40 y apenas le contrataban en ninguna parte, y el trabajo de mi madre a tiempo parcial no daba para sacar una familia de 5 miembros adelante. En principio la cosa iba a ser provisional; sólo el primer trimestre del curso, por lo que me incorporaría a las clases con el curso ya iniciado. Como la cosa no terminaba de repuntar en casa, e incorporarse a clase con el primer trimestre perdido era un suicidio, decidí tomarme ese año sabático en tema estudios, y centrarme en lo importante: en luchar por que pudiéramos salir como familia adelante. El caso es que una cosa llevó a la otra, y yo era joven y fuerte, por lo que había muchas más facilidades para contratarme a mí en casi cualquier lado, por lo que, un día en un sitio, otro día en otro, jamás estuve mes alguno en situación de desempleo.
   Durante los años 1997-1999 estuve trabajando en varios sitios, y alternando con la empresa que nos ocupa: Fuí manipulador de papel, de Metal, de Cristal, trabajé en las obras de ampliación del metro de Madrid, trabajé haciendo rollitos de primavera congelados, siendo mozo de carga y descarga, realizando trabajo en cadena... Fueron dos años muy duros hasta que al final en Leroy Merlín tuvieron un hueco para mí, y así, cuando 1999 daba sus últimos coletazos, y empezaba a salir con una muchacha de raíces Astur-Granadinas, fue cuando por fin me hicieron lo que tanto buscaba: mi contrato indefinido. Por fin se acabaron los nervios y la inseguridad de cuanto dinero podría llevar a casa; por fin habría un ingreso fijo más en casa.
   Empecé mi andadura en la sección de recepción de mercancías. Un puesto muy sencillito de Lunes a Viernes y de 7:00 a 15:00; como podéis ver, un puesto con un horario por el que cualquiera mataría.
   Al cabo del año, me propusieron pasar a tienda; aquello suponía renunciar a ese horario, y a trabajar los fines de semana, pero también conllevaba una mejora salarial que, dicho sea de paso, no me venía nada mal.
   ¿Qué me llevo tras todos estos años? Sobre todo, aprendizaje. No os voy a negar que el trato con el público es algo que desgasta mucho; que te puede gustar mucho el trato con la gente, pero hay veces que tienes que tener toneladas y toneladas de paciencia. Cuando entré en Leroy Merlín yo era un tío con la mecha muy corta: saltaba a la primera de cambio, y mis puños hablaban más que mis labios. Cuando el sustento familiar depende de saber aguantarse la ira, armarse de paciencia, y devolver sonrisas y amabilidad a los malos gestos, aprendes el arte del autocontrol. He aprendido a controlar mis impulsos, a reprimir mi mal genio... pero no es lo único. Cuando aprendes a vender, aprendes a negociar, dialogar, argumentar... todo con tal de conseguir que un cliente se lleve algo mejor (y más caro) de lo que realmente necesita; ese es el arma de un vendedor y lo que le distingue de un dependiente/despachador: El segundo, tras saber lo que quiere el cliente, se lo despacha y listos. El primero, después de sondear al cliente y ver sus necesidades, busca en el abanico de productos que tiene, y le muestra el que realmente necesita, y varios más de mayores prestaciones; a partir de ahí, se entabla un tira y afloja por parte del vendedor para crearle al cliente la necesidad de llevarse algo mejor que lo que andaba buscando, y hacerle desear ese producto de mayores prestaciones. También he aprendido de producto; con 17 años no sabía de casi nada. A día de hoy sé cómo se confecciona una cortina o un edredón, sé cambiarle el lado del mando a un riel, sé distinguir una alfombra persa de una turca, sé cómo se empapela, cómo se pone la moqueta, sé distinguir un esmalte de una pintura plástica, sé cuando recomendar un barniz y cuando un protector de poro abierto, sé cuando hay que poner una pasta niveladora o cuando hay que tirar de hormigón, sé cómo se instala un cassette de chimenea...
   Pero eso, en realidad, es secundario. El verdadero valor ha sido humano: He conocido infinidad de personas; gente a la que me enorgullece poder llamar "amigos" y gente que no está en mi lista de felicitaciones navideñas precisamente; gente que estuvo poco, y gente que aún sigue allí; gente de la que he aprendido, y gente a la que he enseñado. Si me dieran a elegir, elegiría volver a vivir todo esto de nuevo; pues, como ya dije en mi mail de despedida, todas las experiencias han servido para formarme y convertirme en la persona que soy hoy en día. De los éxitos aprendí a cómo conseguirlos; de los fracasos aprendí a cómo no hay que hacer las cosas. De las personas que aprecio adopté cosas que me gustaron y las convertí en parte de mí, así como de aquellas a las que quiero un poquito menos, aprendí a no repetir los actos que de ellas me desagradaron. Sé que a muchas de estas personas, si me las cruzo por la calle, se les dibujará una sonrisa en el rostro al reconocerme, sé que si las telefoneo, responderán la llamada; y que cuando vuelva a España, sacarán un momento de donde sea para tomarnos un café (o una caña, o unos batidos) y ponernos al día.
   A toda esa gente, quiero darles las GRACIAS, así, en mayúsculas y de corazón, por lo que han significado tanto ellos como su paso por mi vida; por todo aquello que han dejado en mí, y por esa pequeña parte de mí que siempre les acompañará. Lo dicho una vez más, GRACIAS, GRACIAS también a aquellas personas que cambiaron su día de libranza para no despedirse de mí el último día que trabajé allí por que les apenaba despedirse, GRACIAS por que he entendido el motivo, y eso me va a hacer extrañaros un poquito más que al resto. 

    Y por último, GRACIAS a aquellas personas que estaréis aguardando mi regreso dentro de unos años. Por tod@s vosotr@s han merecido la pena todos estos años, y se me hace, en parte, más llevadera la despedida.
GRACIAS, y un fuerte abrazo a todos.




1 comentario:

  1. Estimado Josele, me congratulo de leer este post, ya que por tu redacción observo que eres una buena persona con la cabeza bien amueblada.
    Particularmente puedo decirte que he sido y soy cliente de Leroy Merlín y siempre he sido tratado por su personal con una exquisita corrección.

    Recibe mi cordial saludo.

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