jueves, 21 de noviembre de 2013

A veces...

     Una de las respuestas que recibía cuando me declaraba a una chica era la siguiente: "Lo siento, me han hecho mucho daño, y no quiero nada con nadie"...
     Fijaos que hay respuestas mucho más hirientes para rechazar a un chavalote que no liga ni p'atrás, pero esa me dolió especialmente, y eso que era una que no tenía nada de mala intención; era una respuesta incluso elegante, pero que siempre me sonó a excusa barata.
     Y es que (hablo dirigiéndome a la chavala en cuestión) ¿te crees la única que sufre? ¿La única a la que han hecho daño? ¿Tú crees que a mí no me han herido, maltratado y pisoteado el corazón después de haberlo expuesto o incluso entregado?

     Hoy, más de 15 años después, me encuentro esta bonita imagen por la web que comparto con todos junto a una reflexión que espero que algún día llegue a ojos, mente y corazón de esa persona.



     Ninguno de nosotros estamos a salvo de que nos hieran en lo más profundo; no eres la única persona a la que maltrataron el corazón hasta el punto de dejarlo marchito. Pero eso no es excusa para recluirse o guardar tu corazón bajo llave, porque ¿quién sabe? Puede que esa persona que quiere llegar a él, ha pasado por lo mismo, y puede, sólo puede, que tenga en sus manos las herramientas para ayudar a recomponer el tuyo de la misma manera que él hizo con el suyo. Algunos necesitan ayuda para ello; otros tuvieron la ardua tarea de hacerlo sólos; y desde luego, no puedes reparar algo que está bajo siete llaves e inaccesible, a veces, para ganar, es necesario arriesgar y exponerse; si lanzas una moneda 400 veces al aire, y las 400 sale cara, esta sigue teniendo, no obstante, las mismas probabilidades de que el resultado sea al 50% cara o cruz.

     No guardes, no escondas tu corazón; por muy herido o maltratado que esté. Tal vez lo estés poniendo a salvo de los desalmados depredadores, sí; pero también le estás negando la oportunidad de ser sanado por alguien que sólo quiera aliviar el dolor de heridas pasadas.

    Amar puede doler, sí, pero también sana heridas. ¿Lo considerarás?

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