viernes, 25 de noviembre de 2016

Día 222: Relatado a lo Ángel Sanchidrián


Tras 4 horas de entrenammiento salvaje
     Esto es un chiquín (lo de "chiquín" es un decir, porque mide más metros de eslora que el Titanic, y cuando va por Plaza de Castilla las torres Kio se inclinan al lado contrario para dejarle pasar), que al hacer recuento un día de su armario ropero, descubrió que allí había en las tallas más X que en el videoclub de un Sexshop; por lo que ni corto ni perezoso, decidió ponerse a plan. Como con la dieta, a pesar de pasar más hambre que Carpanta no era suficiente, decidió apuntarse a un gimnasio. 

     Tras estar rodeado de chiquinas y chiquines que van más a posar y hacerse fotos y mirar con desprecio a nuestro "Lorzamán" protagonista que a eso de sudar, que es de pobres y gente sin glamur, nuestro protagonista decidió fijarse en esos tíos que cuando las viejas los ven, se cambian de acera abrazando el bolso; tíos de esos que uno no sabe si tienen más músculos, venas o tatuajes en el cuerpo; pero lo que nunca tienen los pobrecitos, es ropa de invierno que ponerse, ni una triste sudadera.


     El día que nos ocupa, nuestro protagonista se sentía lleno de energía, y quería gastarla, y cómo eso de practicar el bullying de "cinco contra el calvo" está feo y es de adolescentes, se fue a ver si sudando 3 horas se le iba la tontería. Rápido se integró con el resto de la tribu, que al levantar peso no se sabe si andan estreñidos, o son primos de Chiuaca de la peli esa de la Guerra en el Espacio. Como también quería sentirse uno más, se puso en una máquina de esas en las que te tumbas a raspanuca, y al tercer alarido, vino el Jorge Lucas (que debe ser el primo gordo y viejo del Jorge Javier de Telecinco) a traerle el diploma de Filología Guki, y su primo a ofrecerle un puesto en un programa de bíceps y berzas o algo así. Como nuestro protagonista se sintió ofendido en su virilidad, le dio un sopapo de esos que afeitarían a Chuc Norris, y el pobre aterrizó en el restaurante de Chicote, donde éste le enseñó a vestirse con estilo prestándole una de sus camisas que uno no sabe si es camisa o hule de Ikea.


100 Kilos en fondos de tríceps
     Nuestro protagonista, al ver que la báscula, tal vez acojonada por lo que veía, le dijo que esa semana había perdido dos kilos más (19 desde que empezó su aventura), se vino arriba, y decidió entrenar TODO su cuerpo, y fue a una de esas máquinas que usan las chiquinas para "tonificar el culo". Cuando vio que ya sería capaz de partir las nueces de tres en tres, apretando las nalgas (cocos no, que él es muy hombre, y eso de cosas duras y peludas por la retaguardia no le entusiasman), decidió relajarse; lo hizo tanto, que decidió ir al baño, no fuera que la convención de Ginebra (aunque a él le va más el tequila), viniera a detenerle por ataque terrorista con armas químicas.


    Con la satisfacción del deber cumplido, se fue al vestuario donde vio que nadie tenía frío: ahi todos iban encuerados, hablaban encuerados, bailaban encuerados... por lo que él, queriendo integrarse, imitó a los congéneres encuerándose; tras quitarse los tres pares de camisetas que llevaba puestos para sudar como quien le quita el papel a un sobao pasiego que ha caído por accidente al Cola-Cao, escurrió la camiseta y allí salió agua como para montar un parque acuático en el desierto de Gobi, se quiso integrar haciendo la molineta, y soltando su mejor gruñido Guki cual macho alfa. 


     

Tras ser despedido por sus compañeros de manada con un sentido gesto del dedo largo levantado, se vistió y marchó a casa satisfecho.
Te recomiendo esta sesión si te gusta que las viejas se crucen de calle abrazadas al bolso al verte, o si quieres doctorarte en Filología Guki

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