sábado, 12 de enero de 2013

¿Por qué? ¿Qué hacemos aún allí?

   Nuevamente hemos tenido un hecho luctuoso; uno de nuestros militares ha fallecido en Afganistán.
  Supongo que todos habréis visto o conocido a estas alturas la noticia: David Fernández Ureña ha muerto mientras intentaba desactivar un artefacto explosivo en el país oriental; sus restos han llegado ya a nuestro país para darle sepultura.


   Y yo me pregunto: ¿Qué cojones hacen nuestras tropas aún en Afganistán? ¿Por qué están allí nuestros soldados?

   ¿Por qué? Os lo digo bien clarito: Por el mismo motivo por el que tuvimos a nuestros soldados en Irak: por puros intereses yankees; y como somos miembros de la OTAN, pues a morderse la lengua, a olvidarse de preguntar, a callar, meter la tripa, sacar al pecho y decir únicamente "SEÑOR, SÍ, SEÑOR".

     Sadam Husein ha muerto; nos dicen que Bin Laden también, por lo que repito: ¿Qué cojones hacen nuestras tropas en Afganistán? Nuestros soldados llevan allí desde el gobierno de Aznar. Cuando Zapatero llegó al poder, retiró las tropas de Irak. ¿Por qué no hizo lo propio con las del país afgano? ¿Quién decide que las vidas de unos soldados son más valiosas que las de otros? ¿Por qué el señor Mariano Rajoy, una vez llegado al poder, y sabiendo que Bin Laden "ha muerto", no ha retirado las tropas?

   Desengañémonos: A la casta política no le importamos una mierda. Somos meros números, y nuestros soldados en dicho país, han sido los tristemente olvidados; tal vez por que no son necesarios al no valer sus vidas unos votos tan valiosos como los de los soldados que estuvieron en Irak.

   David Fernández Ureña ha muerto haciendo su trabajo: intentando desactivar una bomba que se podría haber cobrado más vidas en lugar de la suya. Los que me conocéis, sabéis que no simpatizo con la idea del ejército como profesión; que lo considero una escuela donde te enseñan a matar a tus semejantes; pero eso no significa que no respete a aquellos que tienen vocación militar. Esta persona ha muerto haciendo su trabajo; ganándose la vida; arriesgando su existencia para poder llevar un plato caliente a su casa.

   Pero eso a esta gentuza jamás le importó; por que para ellos su vida jamás les valió voto alguno; para ellos, él estaba olvidado... Y sin embargo, ahora habrá cobrado la importancia suficiente para que quieran hacerse la foto entregando la medalla póstuma a sus seres queridos; ahora sí importa. ¿Pues sabéis qué os digo? Que si yo fuera el familiar que recogiera la medalla, os conminaría a metérosla por el maldito culo; que un simple pedazo de metal jamás podrá sustituir la vida de este trabajador.









   Por lo que a mí respecta, su sangre ha impregnado vuestras manos, sois tan culpables como la bomba de su muerte, ¡HIJOS DE PUTA!


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